Me despierto desorientada y con la boca seca. Tengo el cuerpo revuelto y muchas ganas de vomitar. No recuerdo haber llegado a casa, mis padres me van a matar.
Siento un brazo alrededor de mi cuerpo y la imagen del chico de la discoteca besando mi cuello me tensa. No, no es posible. Me levanto de la cama aterrada y tropiezo con una silla que no es la mía hasta caer al suelo. Reprimo las ganas de llorar.
Unos brazos me tocan a mis espaldas y chillo sin poder evitarlo. Tengo mucho miedo y no recuerdo casi nada después de discutir con Héctor.
—Abril, tranquila soy Sara.
La luz se enciende y me tapo los ojos molesta. Me duele muchísimo la cabeza y las ganas de vomitar aumentan. Bea se levanta de la cama y se arrodilla junto a mí, acariciándome el brazo. Su rímel está corrido y tiene los ojos rojos. Me mira con los labios formando una fina línea y me pregunta cómo me encuentro. No entiendo su pregunta, al igual que no sé por qué Sara nos mira desde una esquina de una habitación que no es la mía.
Me levanto del suelo en silencio y miro a mi alrededor. Las paredes azul marino están desnudas y hay algunas estanterías negras con libros que me suenan, pero hasta que no veo los objetivos, no caigo en que estamos en la que supongo que es la habitación de Héctor.
—¿Por qué estamos aquí?
Bea aparta la mirada y se levanta para sentarse en la cama de nuevo, con manos temblorosas. Su actitud me pone nerviosa y vuelven imágenes a mí que no recuerdo bien. Es una pesadilla. Solo ha sido un mal sueño. Araño los laterales de mis dedos.
—Da igual. Estaba muy cansada, pero estoy mejor. ¿Vamos a casa? —le suplico con la mirada.
—Abril, tenemos que hablar —dice con suavidad.
—¿Y Héctor? Tendré que disculparme por usurparle la casa. Lo siento Sara —me giro hacia ella—, te he fastidiado un poco la noche, perdona —le sonrío.
Sara y Bea se miran en silencio. Quiero irme de aquí. No hay que hablar nada. Me emborraché, Héctor nos trajo a su casa para que no discutiese con mis padres y fin.
Les pregunto por los padres de Héctor, a lo que Sara me dice que vive solo. Perfecto, nunca los conocí y tampoco me hace ilusión que la primera imagen que tengan de mí sea de una chica borracha, aunque si me paro a pensarlo, da igual, su novia es Sara, no yo.
Necesito centrarme en otras cosas, así que me pregunto desde cuando vive solo, porque en nuestra semana de prueba nunca me trajo a su casa, pensé que vivía con sus padres. Asumo que eso era otra señal de que lo nuestro tenía fecha de caducidad.
Bea vuelve a insistirme en que me siente a su lado y me niego. Busco mi bolso por todas partes para irnos. Vuelvo a preguntar por Héctor desesperada.
—Héctor está en el calabozo.
Sara me mira fijamente e intento procesar sus palabras, pero lo único que consigo es que me dé un ataque de risa nervioso. Agarro mi estómago sin poder evitarlo y me apoyo en la pared para no perder estabilidad.
Bea se levanta de la cama e intenta abrazarme, pero me aparto, porque siento que si alguien me da cualquier muestra de cariño ahora mismo, voy a explotar.
Bea comienza a decir mi nombre y le digo con voz firme que ni se le ocurra hablar. Sara se acerca a Bea para darle apoyo y la fulmino con la mirada. Bea es mi amiga, no la suya. Me pone enferma verla.
—Por qué está Héctor en el calabozo —la frialdad de mi voz sorprende a mi mejor amiga.
—Se ha peleado con un tío —responde Sara mirando a Bea de reojo.
¿Ahora se comunican por miraditas? Estupendo. Por lo visto ahora tendré que sacarme un máster en interpretación de gestos para poder entenderlas.
Imágenes de Héctor se cuelan en mi cabeza y siento que me dan punzadas de dolor. No recuerdo nada con claridad.
—Hay que buscarlo.
Paso por su lado buscando mis zapatos y mi bolso. Comienzo a ponerme las botas cuando Bea me detiene y pone sus manos sobre mis hombros doloridos. Le pido que me suelte, intento hacerlo, pero ella rompe a llorar y eso es suficiente para que me calme y la mire sin saber qué hacer o decir. Un nudo se instala en mi garganta y Bea habla finalmente entre lágrimas.
—Te han drogado.
Agarro mi estómago en acto reflejo y las imágenes de cuando desperté se instalan en mi cabeza. Ese tío me pidió perdón y luego...
Reprimo una arcada. Sara y Bea me llevan hacia el baño y vomito. Hiperventilo y me agarro con fuerza a la cerámica expulsando de mi cuerpo todo lo que me queda.
No ha sido una maldita pesadilla. Ha pasado de verdad.
—¿Me han...? —no consigo terminar la frase.
—No, Dios Abril, no —Bea comienza a llorar de nuevo.
—Héctor entró antes de que pasara nada —me tranquiliza Sara.
Héctor.
Tiro de la cisterna y me quedo en mitad de un pasillo sin recordar dónde estaba la habitación. Bea y Sara me siguen y no paro de repetir que tenemos que ir a buscarle. Ahora es cuando soy plenamente consciente de que Héctor está detenido.
Mi cabeza no para de pensar a toda velocidad mientras Sara agarra mis hombros y me pide que me tranquilice.
—¡¿Acaso no te importa que esté en un puto calabozo?!
Sus ojos azules me miran con una tranquilidad exasperante. Quiero gritar y arder en cólera.
—Claro que me importa. Héctor saldrá, pero lo importante es saber qué quieres hacer tú.
La miro con el ceño fruncido, como si me hablase en un idioma que no llego a comprender. Bea me coge la mano y me la acaricia con delicadeza.
—¿Quieres que llamemos a tus padres?
Me niego. Solo de pensar en que más gente lo sepa, hace que me entren ganas de llorar hasta desaparecer.
—Creo que deberían saberlo —dice sutil.
—He dicho que no.
—¿Quieres ir a denunciar? —pregunta Sara.
Muerdo mis uñas y comienzo a temblar. "Denunciar", una palabra que ha conseguido que un escalofrío recorra mi columna vertebral.
El sonido del timbre me deja unos segundos para poder ignorar todo lo que pasa a mi alrededor y concentrarme en otra cosa que no sea tomar una elección sobre algo que no recuerdo bien ni quiero hacerlo.
Tengo miedo.
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Ex, vecinos y el Hilo Rojo del Destino (2)
Romance2ª parte de "Ex, vecinos y otros desastres naturales". ¿Son jodidas las rupturas? Sí. ¿Es jodido volver a enamorarte? Sí. ¿Pero sabéis qué es lo más jodido? Que el maldito destino no pare de reencontrarte con la persona que te rompió el corazón y q...