21. Detector de capullos

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Me asusta una voz y me agarro a la camisa de Héctor pegándome a su espalda. Sus músculos se tensan y no sé por un segundo si es por mi contacto o por la persona a la que mira.
Mis ojos se adaptan a la oscuridad y ahora entiendo su postura rígida. Bea nos mira con un enfado más que latente, podría afirmar que nunca la vi tan enfadada, ni siquiera cuando sucedió todo lo de Luis.
Nos mira en silencio, con los labios en una fina línea que me da pánico que se separe, porque en el momento que hable, sé que no hay nada que pueda justificar el ocultarle esto y no la culpo. Al fin y al cabo quizá por esto no funcionó ninguna de mis amistades.
Héctor se queda en silencio y no sale con ningún comentario ingenioso de los suyos, cosa que me hace sentir aún más el pánico en la boca del estómago. ¡Necesito que alguien hable YA!
—Lo siento pelirroja —la voz de Héctor suena apenas en un susurro.
Lo miro sorprendida, porque su sinceridad hace que se me encoja en el corazón, aunque sé que sigue sin ser excusa para todo lo que pasó, para dejarle de hablar pese a que prometió que nuestra relación no se interpondría en su amistad. Al final supongo que ninguno cumplimos nuestra parte del trato, porque la sinceridad y lealtad es algo que nos ha fallado.
Bea recula y niega varias veces, mirándonos con una cara de decepción que me deja congelada.
Intento decir algo, pero me interrumpe antes de que pueda hacer cualquier clase de sonido.
—No, ni se os ocurra —la risa que suelta a continuación hace que dé un nuevo paso hacia atrás—. ¿Os resumo esto? Héctor, me dirás que lo sientes mucho, que eres un hijo de puta, cosa que es cierta y que te gustaría arreglarlo porque "quieres cambiar", y Abril —me señala con el dedo y me sujeto las manos con fuerza— me soltarás la movida de tus sentimientos contradictorios, que "no sabías como afrontarlo" intentando que todo esto no parezca una mentira descarada. Me has mentido. Otra vez —las lágrimas empañan mis ojos y me percato que también los suyos.
Héctor da un paso hacia ella y Bea recula interponiendo un brazo para asegurar la distancia.
Héctor agacha los hombros y se ve completamente derrotado y me duele el pecho, es la segunda vez que lo veo así y no quiero recordar cosas que sé que solo me harán más daño.
—Bea te lo quería contar, pero...
—¡NO! ¿Cuándo me lo ibas a contar? ¿Antes o después de tirártelo? ¿Os lo habéis montado ya por toda la cocina? Adivino, volver a las dos y media de la mañana no es por sacar la basura, sino por cepillarte a la basura —señala a Héctor.
Me quedo sin palabras, nunca había visto a Bea tan fuera de sí. Sus palabras hacen demasiado daño y la culpabilidad se abre camino por mi garganta intentando disculparme de nuevo, pero sigue sin dejarme hablar.
—Sí, sí estás muy arrepentida —pone los ojos en blanco—. Creo que debéis pensar que soy idiota. ¡Espero que me invitéis a la boda! Aunque Abril, creo que antes deberías a avisar a TU NOVIO.
Héctor se da la vuelta al escuchar sus palabras y frunce el ceño con un brillo extraño en la mirada. Es suficiente para que me acabe desbordando.
Esta vez rompo a llorar sin poder remediarlo. No hice nada con Héctor, no sé de qué manera demostrar que lo nuestro pertenece el pasado y Carlos... los remordimientos por ocultarle esto me asfixian.
Héctor explota de improvisto, haciendo que la situación se nos termine de ir de las manos.
—Vaya felicidades Bea, me congratula anunciarte que te has convertido en otra puta mierda de persona como nosotros. Mañana te envío una bolsa de basura, es tu jodido nuevo outfit —le sonríe con sarcasmo.
—Cómo te atreves —le fulmina con la mirada.
—¿Yo? No me jodas Bea.
—No tranquilo, lo de "joder" se te da estupendamente. Creo que tu hobbie favorito es romperle el corazón a mi mejor amiga.
—¿Tu mejor amiga? ¿Esa a la que has hecho llorar? No seas hipócrita.
No puedo parar de llorar mientras Héctor y Bea no paran de discutir cada vez de la peor forma, hasta que llega el punto que la conversación me toca de forma directa.
—¿Romperle el corazón? ¡ELLA ME LO ROMPIÓ A MÍ!
—¡Y una mierda! —estallo contra Héctor— ¿Eres tan egoísta de creer que yo te rompí a ti el corazón? ¡Métete en tu burbuja en el que tú nunca rompes un plato!
Esta vez cambiamos las tornas y somos Héctor y yo quien nos chillamos, formando un espectáculo que tan solo las olas del mar pueden presenciar.
Me alegro que esta zona esté desértica, porque esto sería digno de llamar a la policía por desorden público o a saber qué otra historia.
—¡Estupendo! ¡CÓMO SIEMPRE ACABÁIS SIENDO LOS PROTAGONISTAS! ¡ESTA NO ES VUESTRA HISTORIA! —nos chilla Bea.
Héctor y yo paramos de discutir. La escena es un poema. Héctor fulmina a Bea con la mirada, Bea nos mira con los brazos cruzados y con el pelo revuelto a causa de las mil veces que se lo ha tocado por la frustración y yo debo parecer un esperpento con la cara llena de lágrimas y estando roja a causa de los chillidos.
Suspiro y me dejo caer en el pequeño muro de piedra que da a la playa. Estoy agotada.
El silencio nos envuelve y sigo apretando mis dedos con fuerza. Si fuese sincera no pasarían estas cosas. Todo lo que toco parece estar destinado a ir al fracaso.
—Pues sí, soy una mierda de amiga —levanto la cabeza para mirarla—. Cuando me asusto reacciono así, no puedo evitarlo. Lo siento.
Bea se muerde el labio incómoda y recoge su pelo largo en un moño que está casi desecho. Pasa por al lado de Héctor sin mirarlo y se sienta a mi lado, manteniendo una distancia prudencial.
—Creo que me he pasado. Sigo enfadada, pero me he pasado contigo —recalca.
Héctor parece suspirar y Bea pone los ojos en blanco volviendo a poner los labios en una línea fina.
—Lo que sí es verdad es que te lo iba a contar, solo necesitaba tiempo —le suplico con la mirada.
De pronto Héctor da una palmada que nos sobresalta a ambas y me echa una mirada final.
—Me alegra que de todo esto aprendas algo Abril. Me alegra saber que sabes lo que se siente al necesitar solo un poco de tiempo —saca las llaves de su coche y se mete en él sin dejarme contestar.
No es lo mismo. No puede compararlo.
Cojo sin poder evitarlo una pequeña piedra y se la tiro a la cabeza cuando se da la vuelta. Cuando le da, se gira completamente rojo de furia.
—Tengo un nuevo superpoder. Cualquier objeto que te tire es un detector de capullos —le hago la peseta.
—Vete a la mierda Abril.
—No sé dónde queda tu casa, pásame ubicación luego —le sonrío.
Va a replicar cuando aprieta los puños y toma una bocanada de aire. Luego se da la vuelta y se mete en su coche, ignorándome por completo, cosa que me hace sentir vacía.
Miramos como se aleja por la carretera y aprieto aún más mis dedos, hasta notar que mis huesos duelen.

Ex, vecinos y el Hilo Rojo del Destino (2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora