Al entrar en aquel local un montón de recuerdos me invaden. Está exactamente igual que hace seis años, por no cambiar, no han cambiado ni las pizarras de madera que están ya desgastadas, dónde están apuntados todos los chupitos que hay, dividiéndolos por dulces, picantes, afrutados, secos... La mayoría de recuerdos son de Lisa y yo bailando de forma penosa. En aquel momento Héctor y yo aún no éramos nada, pero yo no podía parar de intentar llamar su atención y en su momento, pensé que bailar con una amiga haciendo que otros se fijasen en nosotras, era una buena forma de hacerlo, aunque acabase riéndose y metiéndose con mis tristes pasos de bailes más tarde. Eso nos servía para salir de aquel sitio cada dos por tres y hablar solos en la calle, sin nadie de nuestro grupo alrededor. Siempre que quedábamos, Héctor y yo durábamos una hora con ellos y el resto de la noche nos escabullíamos para hablar en general. Muchas veces no era de nada en concreto, pero era agradable poder comentar cualquier clase de tonterías y que la otra persona te escuchase como si le estuvieses mostrando la cosa más interesante del mundo.
Intento recordar unos segundos cuándo me enamoré de Héctor, porque siempre sentí algo especial cuando lo conocí. No estábamos en la misma clase y era amigo de un novio que se echó Lisa. Lo primero que me impactó de él fueron sus increíbles ojos. Reconozco que en un principio probablemente solo me pareciese la persona más atractiva que había visto jamás, pero cuando hablaba, tenía un foco de atención que me encantaba. No era impulsivo, su forma de hablar imponía respeto y aunque no tratase de ser el centro de atención, al final todas las miradas acababan en él. Me daba envidia a la par que fascinación. No puedo creer a día de hoy que volviese a enamorarme del mismo chico que ahora era tan diferente. No me agarré a un clavo del pasado y estar "enamorada" de lo que fue, sino que me enamoró el nuevo Héctor. Su sarcasmo, su forma de sacar lo mejor y lo peor de mí, el hacerme sentir que estoy viva y que cada día es impredecible. Probablemente si me pare a pensarlo, quizá no tenía futuro precisamente por eso, porque algo impredecible no sabes por dónde puede salir, pero es una realidad que me volví a enamorar de él.
Bea pone las manos frente a mi rostro y las mueve para captar mi atención. Mierda, hay cosas en la que no debería pensar. Ya no tiene sentido.
Bea no puede creerse que haya tantas clases de bebidas diferentes y se queda un rato indecisa con qué pedir.
A nuestro alrededor la gente baila sin parar y me sorprende que casi todo el mundo oscila entre los veinte y treinta años. Antes venía gente mucho más joven, pero parece que se ha mantenido el nicho de personas que íbamos y también asumo que habrán abierto nuevos locales que estén de moda.
Las luces tenues, las plantas que están por todos lados como si estuviésemos en la misma selva y las pequeñas luces que se cuelan entre las hojas dan un ambiente de ensueño. Por dentro es más grande de lo que recordaba, con una zona de baile diferenciada de otra con mesas rodeadas de pequeños taburetes que parecen troncos de madera. Esa es la única zona que es distinta a hace años, ya que antes eran mesas altas con taburetes de madera, ahora se une aún más con el ambiente.
Bea y yo cogemos una coctelera de chupitos de melocotón sin poder evitar recordar aquella noche en mi habitación. Tenía el pie mal por culpa de la broma de Héctor y decidimos hacer aquella mini fiesta improvisada. Solo espero esta vez no acabar vomitando por las esquinas o gritándole a Héctor cuanto le odio, cosa que es imposible gracias a que ya no vivimos juntos.
La noche es genial. Bea y yo bailamos como locas y nos deshacemos de algún que otro pesado que parece que no pilla el concepto "noche de chicas".
La coctelera da para unos cuatro chupitos para cada una, por lo que pedimos esta vez otra con ositos de gominola con sabor a piruleta.
Este sitio es muy peligroso, porque muchas de las bebidas están tan buenas y se les nota tan poco el alcohol, que acabas bebiendo más de la cuenta, y cuando Bea y yo nos acabamos la segunda coctelera y vamos camino a la tercera, esta vez de piña colada, sabemos que no hay vuelta atrás y que mañana estaremos arrepentidas, pero es nuestra primera fiesta de verano y probablemente una de las pocas, porque yo me quedo aquí y ella vuelve a trabajar.
—Tía, tengo sed —dice Bea totalmente roja a causa del alcohol.
—¿No te basta con los doce chupitos que llevas? —me da un pequeño ataque de risa.
—"Llevamos" —me señala con un dedo acusatorio.
Nos da un pequeño ataque de risa y me dice que le pida agua antes de salir corriendo al baño. Vamos a darnos un pequeño descanso y bajar el alcohol, aunque llegadas a este punto a quién quiero engañar. Me harían gracia hasta las amenazas de Isa la "Estirada". ¡Bum! Llevo toda la maldita noche con mis bragas puestas. ¿Quién se ríe ahora?
Tras pensar esto me llevo de forma instintiva la mano a la falda para corroborar que las llevo. ¡Exacto! Lo sabía. Mañana pienso tirárselas a la maldita cara de estúpida que tiene.
Me voy a por el agua porque me estoy enfadando por momentos.
Pido dos botellines de agua y comienzo a beberme el mío mientras ando. Choco contra alguien y me derramo la mitad del agua en el escote. Estupendo, el capullo que sea me va a pagar los dos euros que me acabo de gastar en la puñetera botellita de los cojones. ¡NO ESTOY DE HUMOR PARA MIERDAS! La Isa intrusiva que se me ha metido en la mente hace que quiera arrancar cabezas.
Voy a replicar cuando el chico más increíble que he visto en mi vida está delante de mí. Debido a la oscuridad y mi estado actual tardo en reconocerlo, pero no puede ser.
—Confirmamos: me he vuelto loca. Mi jodida mente me está haciendo alucinar. Tú no existes —trato de razonar con el espectro—. O sea, sí existes, pero no puedes estar aquí —intento pasar por su lado.
Una mano llena de anillos coge mi muñeca y de pronto estoy a pocos centímetros de los ojos verdes más bonitos que he visto en mi maldita vida. Héctor me mira con el ceño fruncido y su precioso pelo negro suelto cayéndole por ambos lados del rostro. Trago saliva con dificultad.
—Abril, ¿estás borracha?
Su preciosa voz me invade y mi corazón comienza a palpitar con tanta fuerza que me siento mareada. Héctor me sujeta mejor porque cedo un poco ante la impresión. Lleva una camiseta negra ceñida que sube por su torso definido hasta acabar en una manga muy corta que deja ver sus hombros, unos pantalones grises rotos y una de sus botas de estilo militar que tanto me gustan. Veo que de su cuello tiene un collar de cadena y sus manos vuelven a estar repletas de esos anillos que tan bien conozco. Los echaba de menos, pero echo aún más de menos la sensación de las joyas acariciando mi garganta.
¿Teníamos que salir la misma noche al mismo puñetero pub? No fastidies. Es imposible que nos pase esto de forma continua, aunque si lo pienso, este sitio era común en ambos y es fin de semana, pero aún así, me NIEGO a que esto sea normal, porque no lo puede ser. Hay un libro de reglas escondidas en algún lugar del mundo en el que tiene que poner que es imposible que te cruces con tu ex continuamente cuando estás en los peores momentos de tu vida, y ahora estoy muy borracha y ni de lejos tan guapa como cuando entramos, así que por ley y justicia divina: NO PUEDE VERME ASÍ. Mi puta existencia para estar escrita por un guionista de friends o cómo conocí a vuestra madre.
—Si fueses el personaje de un libro, tu frase recurrente sería "Abril, ¿estás borracha? o "Abril, ¿estás desnuda?" —imito su voz lo mejor que puedo.
Su ceño se frunce aún más y me da la risa tonta. ¿Nadie le ha dicho aún que es demasiado adorable cuando hace ese gesto? ¡Es demasiado adorable! Lejos de parecer amenazador me entran ganas de pasar mis dedos por la zona para que deje de fruncirla.
—¿Y no crees que es un puto problema que esas sean mis frases recurrentes contigo? Dice más de ti que de mí —señala algo que debe ser evidente solo para él.
¿Quién se cree que es? Llevo bragas y no estoy borracha. Bueno, no estoy taaaaaan borracha como para haberme bebido doce chupitos. Yo controlo. ¿Dónde coño está Bea?
Sigo hablando sin poder remediarlo porque: nervios + alcohol = FRACASO.
—Lo que es un "puto" problema, es esto —señalo su ropa—. ¿Tu plan maléfico es ponerme cachonda cada vez que te vea?
¡Bingo! Su ceño fruncido se borra y su boca se abre de forma instantánea. La sorpresa pasa por sus ojos y yo sonrío orgullosa sin ser demasiado consciente de lo que he dicho, porque mi logro ha sido que su ceño esté libre de arrugas. Gracias a mí se va a ahorrar un lifting.
Héctor aprieta el agarre y caigo en la cuenta de que se fija en el modelito que me hizo Bea y no puedo evitar sonreír cuando sus ojos recorren la humedad del agua que se adentra por mi escote. Sus ojos bajan lentamente por mis piernas y de forma inconsciente las aprieto, notando un calor abrasador.
¡BEA LLEGA DE UNA PUÑETERA VEZ! ¡CÓMO SI QUIERES MEARME ENCIMA!
—Abril...
—¿Qué? Creo que es evidente que a ti también te gusta mi modelito, pero me has manchado la camiseta y no tengo sujetador —sonrío con inocencia.
Héctor traga saliva y vuelve a fijarse en mi escote. Su mano tiembla ligeramente en la mía y un escalofrío me recorre de pies a cabezas. Me siento eufórica.
—¿Eres consciente de lo que estás diciendo? —vuelve a mirarme a los ojos.
Me acerco a él y veo como se tensa, pero en ningún momento aparta su mano de mi muñeca.
—¿No te gustaba la sinceridad? Ah, no disculpa, que era al revés. Tú en cambio no reconocerás que quieres fo...
Me tapa la boca justo antes de decir mi frase final y mira con pánico a mi espalda.
Me giro esta vez yo con el ceño fruncido. ¿Quién osa interrumpir mi momento de gloria? ¿Y por qué coño me ha tapado la boca? NADIE PUEDE IMPEDIR QUE DIGA LO QUE ME APETEZCA.
Cuando me giro se me corta la respiración. Al principio no la reconozco, pero cuando sus bonitos ojos azules me miran con curiosidad caigo en la cuenta.
No. No puede ser.
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Ex, vecinos y el Hilo Rojo del Destino (2)
Romance2ª parte de "Ex, vecinos y otros desastres naturales". ¿Son jodidas las rupturas? Sí. ¿Es jodido volver a enamorarte? Sí. ¿Pero sabéis qué es lo más jodido? Que el maldito destino no pare de reencontrarte con la persona que te rompió el corazón y q...