106. Hacemos una rave

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Mientras llevo a cuestas a Mario y tengo que lidiar con una Ida histérica, la pelirroja se me pasa por la cabeza. Esa chica podría hacer que Isa se callase en menos de un minuto, aunque luego tendría que lidiar con ella, que precisamente no es que hable poco.
Meto a Mario en el cuarto de baño y lo llevo directo a la bañera. Aunque se intenta soltar de mala forma, consigo abrir la ducha y que el agua helada le empape al completo.
—¡Te voy a matar!
—Prefiero al Mario que no se coloca, es más agradable —le digo con sarcasmo.
Ignorando sus insultos, le paso una toalla a Isa y le indico a Sara que traiga algo de ropa de mi habitación.
—Procura que el imbécil de tu novio no me destroce el baño.
—En un concurso de imbéciles no sé quién ganaría —masculla en voz baja.
Sara llega con el recambio y los dejamos a solas. Me va el corazón a mil por hora y solo pienso en tumbarme en el sillón mientras intento encontrar una respuesta a por qué tengo a Mario drogado en mi baño y por qué yo no estoy durmiendo la mona. Ni una jodida semana tranquilo.
—¿No deberíais avisar a Abril? —pregunta Sara sentándose sobre la mesa, frente a mí.
—Claro, si quieres llamo a Nerea, a Paco, a sus padres y de camino, joder, por qué no, hacemos una rave e invitamos a todos mis vecinos. A Rosalinda, la señora del segundo le va a encantar.
Sara sonríe de medio lado y da un pequeño golpe en mi rodilla.
—No hace falta que te comportes como un capullo.
—Es lo que te enamoró de mí —me encojo de hombros.
—¿Y quién te ha dicho que esté enamorada? —alza una ceja.
Me quedo en silencio y desvío la mirada ante la broma de ella. Es ya bastante para mí decirle que la quiero como para entrar ahora en temas de amor, una palabra demasiado importante para la que no tengo humor para enfrentarme.
—La cuestión es —cambio el tema—, que no entiendo que ha pasado. He estado con ese tío de copas y por no hacer, no consumía ni alcohol. Siempre se pide un refresco o agua.
—¿Crees que lo han drogado?
—Totalmente.
Escuchamos unos pasos e Isa entra por la puerta. Se apoya en el marco de la puerta y se abraza mientras mira a un punto fijo en la pared.
—¿Qué tal está? —pregunta Sara.
—He conseguido que quite la ropa y se duche —se encoge de hombros.
—¿Dijo algo más? —la miro preocupado.
—Algo de Abril. Me insiste en que ella y su novio lo dejaron en casa tras el cierre —se muerde el labio.
Sara frunce el ceño y me mira de reojo. Le devuelvo la mirada unos segundos y vuelvo a centrarme en Isa para preguntarle si sabe qué quiere decir con eso.
—¿Tengo pinta de adivina?
—Hombre, después de follar como mandriles en los baños del trabajo, tengo la intuición de que lo sabrá más que yo.
—Serás...
—Discúlpale, cuando está nervioso su inteligencia se reduce —la fulmino con la mirada—. Lo que quiere decir es que como eres su novia, quizás tengas alguna sospecha o información —le sonríe con amabilidad.
Isa mira de vuelta al pasillo cuando la puerta del baño se abre y aparece Mario con el rostro pálido tiritando. Voy a buscar mantas e Isa lo ayuda a tumbarse en el sofá mientras Sara se va a hacerle una manzanilla para mantenerlo hidratado.
Cuando su novia termina de taparle, me siento a su lado y le doy un pequeño golpe en el hombro que le hace resoplar.
—Quién diría que el fan número uno de la coca cola acabaría hasta el culo en mi sofá, ¿eh? —intento aliviar el ambiente.
—Eres inaguantable —masculla Isa.
—Más bien, es peor que un grano en el culo —sonríe Mario.
—Si me permitís participar... diría que es peor que un kebab a las cuatro de la mañana —Sara aparece con la manzanilla y un botellín de agua.
Pongo los ojos en blanco y Mario suelta una carcajada que hace que a Isa se le ilumine la mirada.
—No me hables de los kebabs. Aguas turbias aseguradas —sonríe.
Tras unos minutos en los que se consigue aliviar la tensión básicamente burlándose de mi persona, Mario cae profundamente dormido y nos volvemos a quedar los 3 despiertos. Me replanteo el varias ocasiones si debería llamarla, pero no seré yo quien busque una nueva excusa para que entre en mi vida. Que Isa haga lo que considere.
—Estoy muy preocupada.
—Vaya, si resulta que tienes corazón —le sonrío de medio lado.
Pone los ojos en blanco y me enseña el dedo corazón a la vez que Sara suelta una pequeña carcajada.
Los ojos de Isa se cierran levemente, así que le ofrezco que duerma en mi cama con Sara.
—Ni de coña, si se despierta y quiere hablar...
—Si esto le afecta tanto... Quizá prefiera hablar conmigo.
—¿Por qué iba a preferir hablarlo contigo que con su novia?
La imagen de Abril se infiltra en mi cabeza y siento que el corazón me duele un poco al pensar que Isa está teniendo la misma ingenuidad que tuvo ella. Es más fácil ser sincero cuando no es con alguien del que estás enamorado.
—Porque cuando no puedes con la culpa, lo último que quieres es demostrarle a la persona que quieres lo podrido que estás por dentro.
Sara me mira de soslayo antes de conseguir llevarse a Isa a mi habitación.

Ex, vecinos y el Hilo Rojo del Destino (2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora