Pienso en el trayecto a la residencia sobre la semana en casa de Carlos. La experiencia final ha sido bastante más agradable de lo que esperaba. Sus padres son un amor y en tan solo una semana le he cogido muchísimo cariño a Carla, es como tener una hermana pequeña. Me apenó mucho verla llorar por un indeseable, aunque eso es lo que parece que tenemos que sufrir la mayoría de mujeres por desgracia.
Carlos fue el único en saber lo que le pasó a ella. La versión para los padres fue que se fue con otra. Prefería eso a contarles que intentó tener sexo con ella antes de dejarla tirada en mitad de un callejón. Me da un escalofrío de pensar en lo que podría haberle pasado. Espero que después del ataque de sinceridad conmigo y Carlos esté dispuesta a llamarnos cuando lo necesite.
Después de dos horas y media de trayecto, por fin se divisan los edificios de la ciudad y perdemos todo rastro del mar al entrar en el interior.
Los edificios en su mayoría de tonos grises con grandes cristaleras brillan cuando el sol inciden en ellos y el tráfico se vuelve más denso. Odio conducir en la ciudad y ODIO a los malditos taxistas. Se creen que están en el Mario Kart los muy desgraciados. Respiro un par de veces para tranquilizarme.
—Mayo, te veo tensa —se burla carlos.
—Charlie, no te burles de la persona que te hace de taxista —hago una mueca de disgusto en broma.
—¡Ey! Te pago en carne. No te quejes —me sonríe.
—Oh, disculpe. Si se saca el carnet no tendrá que hacer semejante sacrificio —le devuelvo la sonrisa.
—No te preocupes. Haré ese gran sacrificio por el medio ambiente. —dramatiza en broma.
Pongo los ojos en blanco y soltamos una carcajada mientras me desvío hacia la zona del campus para unos minutos después llegar a la residencia.
Aparco el coche con un nudo en el estómago.
Carlos me ayuda a bajar la maleta y me hace una reverencia para dejarme pasar. Finjo ser una princesa y cojo mi vestido imaginario para hacer una pose de agradecimiento antes de coger mi maleta y pasar por delante de él.
Más entrar busco a una de mis personas favoritas que lleva una semana de vacaciones. Veo ese pelo rojo fuego y esas uñas que ahora están de un tono rosa neón veraniego y salgo corriendo hacia el recibidor, provocando que mi maleta caiga con un estruendo que sobresalta a dos chicas que salían.
—¡Pili! —me abrazo a ella.
—¡Rubia! —me devuelve el abrazo de forma breve — Veo que no te han cansado lo suficiente en esta semana —me susurra con picardía mientras me aparta marcando distancias.
Así es ella, pero la quiero demasiado.
Ambas miramos a Carlos de forma cómplice mientras levanta mi maleta ajeno a nuestra charla subida de tono.
—Me he cansado lo suficiente —le aseguro.
—Hasta que no acabas escocida....
—¡Pili! —le tapo la boca antes de que suelte la barbaridad que estaba a punto de soltar.
—La Generación de cristal no dejará de sorprenderme. Con lo que os gusta hablar de follisquear por el tuister ese —mueve la mano indignada.
Pongo los ojos en blanco y le doy, para su desagrado, un beso en la mejilla antes de irme.
—Se dice twitter —le saco la lengua.
—¡A subir escaleras rubia! Que te hace falta —se burla de mí —. ¡Y muchacho! A ver si la cansas un poquito más —le sonríe con malicia.
Carlos se pone tan colorado que mi indignación con la frescura de Pili se transforma en una carcajada limpia. Que fácil se avergüenza, es adorable.
Cada tramo de escaleras que subo odio un poco más la residencia. ¡DEBERÍA SER ILEGAL SUBIR UN QUINTO SIN ASCENSOR! Y ya ni hablar con una maleta llena de ropa de todo tipo. Carlos intenta ayudarme, pero me niego. Mi dignidad antes de todo.
Llegamos a la tercera planta y paramos en la habitación de él para soltar su equipaje.
—Esa mujer siempre se las arregla para avergonzarme —se ríe tumbándose en la cama.
—Es muy... muy Pili —me río tumbándome a su lado y recuperando el aire de subir las escaleras.
—Desde luego. Es única en su especie —se ríe.
Le doy la razón y nos cogemos las manos. Cerramos los ojos del cansancio y su dedo pulgar acaricia el lateral de mi mano.
—Muchas gracias —dice de forma repentina—. Has ayudado mucho a Carla.
El corazón se me encoge y con la otra mano comienzo a rascar con mi dedo índice el pulgar.
—No hice nada —me encojo de hombros.
Carlos se reincorpora y se apoya en un hombro para mirarme a los ojos, cosa que me pone nerviosa.
—Conocer a mis padres, ayudar a mi hermana, ser la mejor novia del mundo, ser una buena persona, acostarte conmigo...
—¿Acostarme contigo? —me río.
—Uf... por eso estoy muy agradecido —me sonríe con picardía y me besa de forma suave —. Fuera tonterías... De verdad, gracias. Te quie...
Lo interrumpo antes de que termine y lo beso. Su lengua no tarda en encontrarse con la mía y nuestra ropa va cayendo al suelo.
Trato de no pesar en la tensión que siento sobre mis hombros por sus palabras. No soy una buena persona. Estoy muy alejada de serlo.
Carlos baja a base de besos por mi vientre hasta llegar a la zona más húmeda de mi cuerpo provocando que mis manos agarren las sábanas.
Cuando no aguanto más me pongo encima de él y es mi turno de darle placer hasta que le tiembla el cuerpo entero.
—Bueno... Pili estará orgullosa de nosotros —me burlo mientras trato de recobrar el aliento. Demasiado ejercicio para verano.
—¡No! No puedes mencionarme a esa mujer mientras tenemos sexo —un escalofrío le recorre el cuerpo entero y pone cara de asco.
—En teoría: hemos tenido sexo. Ya hemos acabado.
Se me escapa una carcajada al ver como pone los ojos en blanco y me relajo cuando esto adquiere el tono bromista de costumbre. Odio cuando las cosas parecen demasiados serias.
Nuestras miradas contradictorias se funden y estamos satisfechos con nuestra despedida. Empieza la semana de exámenes finales.
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Ex, vecinos y el Hilo Rojo del Destino (2)
Romance2ª parte de "Ex, vecinos y otros desastres naturales". ¿Son jodidas las rupturas? Sí. ¿Es jodido volver a enamorarte? Sí. ¿Pero sabéis qué es lo más jodido? Que el maldito destino no pare de reencontrarte con la persona que te rompió el corazón y q...