23. No quiero que las cosas cambien

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—A ver gira... Un segundo. Vale, puedes darte la vuelta.
Bea toma medidas para ceñir más el conjunto. Mientras yo trabajo, ella se ha dedicado a cotillear con mi madre y a sus diseños. Hoy a terminado el primero, que consiste en una falda de cuadros rosas pegada con una raja en el lateral unidas por un lazo de seda blanco, a modo de corsé y un top caído de hombros de color blanco con un escote que imita los lazos del lateral de la pierna.
El objetivo para Instagram es minimizar los conjuntos para poder tener más publicaciones para subir, puesto que su trabajo apenas le permite dedicarse a ello, por lo que haremos fotos por separado de la falda y de la parte de arriba para así suplir dos semanas. Con cada prenda se hará fotos con diferentes combinaciones, además de vídeos y finalmente haremos una foto del conjunto entero para mostrarlo al final.
Me gusta pasar tiempo con ella, pero desde que peleamos la noche anterior siento una presión extraña en el pecho y la sensación de que algo ha cambiando. Me aterra pensar que mis errores han condenado a esta amistad al fracaso.
Bea está demasiado pensativa y veo a veces como se queda en silencio mirando a un punto fijo o cómo tiende de vez en cuando a abrazarse inconscientemente. Me recuerda a aquella chica que me encontré escondida en una lavadora llorando. Aunque sé que esa etapa de tanta ansiedad ha pasado y que cada vez que lo ha necesitado ha recurrido a mi en vez de esconderse sola, me da miedo haber roto esa confianza y que se trague ella todo el dolor.
—¡Fin! Ya solo me queda ajustar, para mañana tendrás look nuevo para salir de fiesta el finde —me sonríe pícara.
—No te emociones mucho eh. Solo hay una discoteca que merezca la pena en este pueblo —me río.
—Te recuerdo que en mi pueblo son viejos y olivos —me guiña un ojo.
Seguimos la mañana con lo planeado. Vamos de tiendas y más tarde vamos un par de horas a la playa. No sale nada acerca de la discusión de la noche anterior, pero yo tengo un nudo en el estómago que no me deja disfrutar de nada a cien por cien. Héctor y yo volvimos a hacernos daño y su mirada dolida sigue clavada en mi mente, al igual de la escena de aquella primera noche en la que estuvo sentado en el suelo derrotado.
Me echo crema solar prestando especial atención en el tatuaje que rozo recordando aquel viaje que creí que cambiaría todo, aunque si lo pienso bien, creo que finalmente sí que lo cambió, puesto que nos hizo madurar de algún modo, aunque el resultado fuese el de dos corazones rotos.
Cuando termino cojo el móvil con el corazón palpitando con fuerza y dolor de estómago. Es la hora de hablar con Carlos, no puedo posponerlo más. Cuanto más lo escondo más culpable me siento y quiero demostrarle a Bea que soy una persona que coge responsabilidad sobre sus acciones. Así espero que volvamos a estar igual que antes y se quite este aura extraña que siento.
—¡Mayo! —su voz risueña suena al otro lado del móvil.
Aprieto el puño y me pego por instinto el móvil más a la oreja, mirando cómo Bea camina por la orilla hasta que se decide y se mete en el agua, no sin antes dar un pequeño saltito por la impresión del frío.
—Charlie... Te quiero contar una cosa que debería haberte dicho, pero no sabía como decirlo sin que pareciera algo malo.
—¿Vas a dejarme?
—¿Qué? ¡No! —digo rápidamente —¿Por qué piensas que quiero dejarte? —frunzo el ceño.
—No lo sé... ¿Podemos hacer video llamada? Me estoy agobiado —ríe nerviosamente.
Acepto con un nudo en el pecho y cuando su rostro aparece en pantalla, me entran ganas de salir corriendo y tirar mi preciado móvil al mar. NO ESTOY PREPARADA. Odio fingir ser la adulta responsable que NO soy. Cada vez tiene el pelo más aclarado por el sol y se pueden distinguir pequeños mechones color miel. Sonrío al ver su expresión asustadiza.
—Guau... Aún sabiendo que vas a decirme algo que probablemente no me vaya a gustar déjame decirte algo antes: ese bañador te queda demasiado sexy y no quiero que suene a acoso sexual, pero Mayo... —suspira mirando mi escote a través de la pantalla —. Ahora viene la parte donde me dejas y quedo de ridículo —se ríe incómodo.
No puedo evitar sonrojarme. Siempre me mira como si fuese la cosa más increíble que existe en la faz de la tierra y a mi me aterra que esta situación con Héctor le haga replantearse lo nuestro.
Cojo aire y lo suelto antes de que me pueda arrepentir.
—Trabajo en el mismo sitio que Héctor.
La sonrisa de Carlos se borra y se hace un silencio incómodo que trato de romper haciendo la estúpida pregunta de qué le sucede.
—No me sucede nada, solo que como comprenderás, la sorpresa de que mi novia lleve casi una semana trabajando con su ex y no me lo cuente hasta ahora, es un poco motivo de que no sepa poner otra cara.
Trago saliva con dificultad.
—Fue casualidad y no puedo dejar el trabajo. No sabía cómo contártelo sin parecer...
—¿Culpable? —me interrumpe—. El problema no es que me importe que trabajes con Héctor, que no me importa, bueno sí, pero ese no es el caso. El problema es que no tengas la confianza de decírmelo y que creas que te haría dejar tu trabajo por eso. ¿Cómo me ves Abril?
Me quedo en silencio. Tiene toda la razón. Siempre ha sido respetuoso y nunca se ha mostrado posesivo conmigo, ni cuando empezamos a conocernos y veía mis idas y venidas con Héctor. Siempre se ha mantenido al margen y yo como una idiota desconfiando, porque si fuese al contrario, no tendría motivos para creerme a mí misma. Soy deplorable.
—Yo no pretendía... Lo siento —no se me ocurren las palabras adecuadas.
—No, lo siento yo. No sé si hice algo tóxico que te lleve a pensar que podría comportarme así —evita mirar a la pantalla.
—Carlos no...
—Abril, ¿hablamos mañana vale? Un beso para ti y dale otro a Bea.
Cuelga la llamada y me tiro un rato mirando mi reflejo. La he fastidiado de una forma abrumadora. Nunca me ha dado motivos para pensar que es una persona tóxica, todo lo contrario. Es el único chico que he conocido que pondría la mano en el fuego porque me quiere de forma pura.
Cuando Bea llega a la toalla se percata de mi rostro descompuesto y le cuento lo que ha pasado y cómo se ha desarrollado la conversación.
—No te odia Abril... Solo que... A ver, tendrá que asumirlo, es algo difícil de asimilar. Solo necesita espacio —me intenta tranquilizar.
—No quiero que las cosas cambien como contigo.
Bea frunce el ceño sin comprender lo que le estoy diciendo, así que puestos a ser adultos funcionales, sigo en mi papel y le comento mis preocupaciones respecto a ella, lo que ocasiona que le de un ataque de risa nervioso.
—Ay no... No estoy rara contigo, o sea, sigo algo enfadada porque no confiases en mí, pero ahora mismo estoy así porque siento culpabilidad por todo lo que os dije y me siento responsable de tu conversación con Carlos por insistir. No quiero que os peleéis por mi culpa —se muerde el labio.
Hablamos sobre el tema y aunque le repito que no fue su culpa, que todo ello fue por mi engaño, ella insiste que aún así es intolerable. Al final no podía mentirle a mi novio todo un verano, encima sabiendo que dentro de un mes vendría a conocer a mis padres y seguramente iría a mi trabajo.
Yo tampoco me quito la culpa de encima.

Ex, vecinos y el Hilo Rojo del Destino (2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora