20. La que estaba desnuda en horario laboral no era yo

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Actualidad.

Héctor:

Tortura. Esto está siendo una jodida tortura. Le prometí a Sara que no pasaría nada, que esto no me afectaría en absoluto y acabo agarrando su culo desnudo y con una erección delante de una compañera de trabajo que encima me chantajea. Por no hablar de la erección que he conseguido ocultar delante de un cliente cuando he recordado dicha escenita. Una jodidísima tortura.
Trato de hacer mi trabajo lo mejor posible, ya que tengo la gran responsabilidad de estar solo al mando hasta el lunes que vuelve Paco, pero desde que Abril entró a trabajar hace tres días, tengo la sensación de que el control se escapa cada vez más de mis manos. Necesito tener esa sesión con la psicóloga de forma urgente.
Agradezco cuando llega la noche y la cantidad de trabajo sube, porque esa es la excusa perfecta para dejar de pensar en Abril, su culo, mis calzoncillos, sus pechos marcados y la sensación de mis manos en su cuerpo desnudo de nuevo.
Me centro cada vez que mi cabeza piensa en la chica equivocada en recordar que Sara viene este fin de semana y que tengo muchas ganas de verla. Mierda, Sara viene este fin de semana y seguramente venga aquí como de costumbre, eso quiere decir que tengo dos días para controlar la situación. Prometí ser una mejor persona y sobre todo novio, no voy a echar todo ese trabajo a perder. Las segundas partes nunca fueron buenas al fin y al cabo.
Las horas pasan rápido y cuando quiero darme cuenta Isa cierra la puerta del local y yo aprovecho para escaparme un poco a la sala de descanso.
Camino por el pasillo alumbrado solo por las luces neones decorativas. Solo necesito diez minutos para despejar la mente.
Entro en la sala y en ese mismo momento sé que Dios me odia, que mi vida es una mierda y que voy a acabar en urgencias por una inflamación de huevos del tamaño de Alabama. Se ha propuesto mandarme a urgencias, tengo demasiadas pruebas y cero dudas.
Abril tapa sus pechos con la parte de arriba del bañador colgada de su cuello y su camisa desabotonada sujeta en la cintura. Sus manos cubren sus pechos de forma que realzan su figura y sus ojos color avellana me miran avergonzados, a juego con unas mejillas teñidas de un leve tono rosado.
Me doy la vuelta y suspiro con frustración a la espera de que se ponga la maldita ropa mientras hablo mentalmente con mi pene para que vuelva a su posición de "solo quiero dormir".
—¿No sabes llamar a la puñetera puerta? —dice enfadada.
No me jodas. ¿Encima tengo que comerme su puto enfado?
Me doy la vuelta para replicar cuando veo que se está sacando mis calzoncillos y aunque no se ve nada por la falda, me doy la vuelta con una erección aún más incrementada.
—¿Te falta mucho? Si quieres hacerme un jodido striptease solo tienes que avisarme —me cruzo de brazos mirando a la maldita puerta color azul.
—Eres...
—Ni se te ocurra. Eres tú la que estás desnuda en una sala común.
—¡El baño es enano!
—¡Y por eso hay horarios para cambiarnos y turnos! —digo exasperado.
Asumo que esta es nuestra dinámica. Si no podemos ser dos seres humanos que se ignoran, nos vemos obligados a chillarnos. Siempre es lo mismo, o blanco o negro. Ojalá fuese capaz de retroceder al instituto y no haber hecho las cosas de aquella forma.
La presión sube por mi pecho al ser consciente por el camino que están tomando mis pensamientos. ¿Arreglar las cosas? No. Eso es el pasado. No puedo ser dependiente de una relación tóxica para el resto de mi vida, aunque esa toxicidad la haya ocasionado yo en gran parte.
—Ya puedes darte la vuelta —dice con desgana.
Sin mirarla más de la cuenta me tumbo en el sofá y cierro los ojos. Escucho como Abril pone una lavadora y me centro en el sonido del agua cayendo.
El siguiente sonido es de ella carraspeado y yo no abro los ojos. La puerta se abre y solo abro uno de mis ojos cuando Isa saca a su demonio interior.
—Vaya, me alegra no encontraros fornicando en horas de trabajo —sonríe con malicia.
—¿Quién cojones utiliza la palabra "fornicar"?
—Tú no eres el más indicado para hablar.
—Y tú estás sacándolo todo de contexto —se defiende Abril.
—Adelante. Intenta convencerme de qué hacías sin bragas con las manos de él metidas en tu culo y su pene erecto como prueba del crimen.
Pongo los ojos en blanco y ni lo intento. Cierro los ojos mientras Abril trata de justificar una historia que aunque sea real, nadie creería a no ser que conozca nuestro historial de mala suerte.
La historia debe alargarse más de lo debido, porque la siguiente vez que abro los ojos estoy a oscuras y no hay nadie en la habitación.
—¿Qué cojones?
Miro la hora y son las una y media de la mañana. Llevo aquí casi una hora.
Me froto la cara para quitarme el sueño y me levanto intentando controlar el enfado contra mi mismo. He sido un irresponsable de mierda.
Escucho ruidos provenientes de la cocina y veo a Abril luchando contra un contenedor de basura gigante.
Abril se percata de mi presencia y hace más fuerte en lucha con aluna especie de reto mental para demostrarme que puede sola. Yo le quito el contenedor y voy por la puerta trasera a los cubos de basura con ella pisándome los talones.
—Que conste que yo puedo. El otro lo he tirado yo solita.
—Y no lo pongo en duda.
Tiro la bolsa al contenedor y volvemos en silencio hacia el local que ya se encuentra impecable.
Dejo el cubo dónde estaba y se crea una atmósfera tensa al saber que ambos estamos a solas.
Me apoyo contra el fregadero y me cruzo de brazos para aparentar la seguridad que no tengo. Abril se apoya contra la pared y esconde sus manos tras su espalda, mirando al suelo con una mueca en el rostro.
—¿Por qué no me despertasteis? —digo finalmente.
—Estabas cansado y... bueno. te he visto trabajar estos días y creo que mereces un descanso. Isa dice que eres el único que echa tantas horas.
—Por decisión propia. Es mi responsabilidad cumplir con mis tareas.
—Bueno, también puedes decir un simple "de nada" —aparta la mirada visiblemente incómoda.
De nuevo nos envuelve el silencio. Seguramente tampoco lo haya hecho para no pasar tiempo a solas conmigo. Al final es lo que yo he estado haciendo al tenerla en cocina. Evitar cruzarnos más de lo necesario.
Trabajo tantas horas por varios motivos. El primero porque odio pasar tiempo a solas, me gusta mantener mi mente ocupada y aunque parezca mentira, me gusta mi trabajo. Acabo lo suficiente cansado como para tocar la cama y dormirme casi de forma instantánea.
El segundo motivo es por el dinero. Al no vivir aquí no pagaba gastos de luz y agua, pero desde que me mudé, tengo que pagar la residencia más las facturas de la casa. Necesito algo más de dinero del que ganaba antes. Tampoco tengo mucha más opción.
El silencio vuelve a invadirnos y esta vez es ella quien lo rompe.

.

—Gracias —su voz suena leve.
—¿Por no dejarte ir con el coño al aire? —reprimo la risa.
—Aggg... ¿No sabes hablar sin ser desagradable?
—Perdón. ¿Por no dejarte ir con la vagina al aire?
—¡No! Capullo. Por ayudarme con el cubo, aunque también por no dejar mi "vagina" al aire —reprime una sonrisa.
¿Se puede echar de menos un insulto? Juraría que cuando me ha llamado así he sentido algo removerse en mi interior.
Podríamos hacerlo así de sencillo. Hablar o bromear como adultos normales que tomaron una decisión coherente en su momento, aunque no sé que parte de decisión hubo realmente.
Simplemente dejar de fingir que somos unos desconocidos para convivir juntos dentro del trabajo.
Por fin los dos estallamos en una risa que dura poco, pero lo suficiente como para calmar la tensión que reinaba en el ambiente.
Abril va a por su móvil y yo compruebo que la puerta trasera está cerrada. Me indica que ya está lista y nos dirigimos a la puerta principal para cerrarla.
—Ahora que lo pienso tu deber era ayudarme con ese cubo. ¡Te has dejado manipular de una forma penosa! Y encima soy la única que lo paga.
—Te recuerdo que la que estaba desnuda en horario laboral no era yo —le sonrío con burla mientras echo la verja y cierro con llave.
—¡Me llamaste para una urgencia!
Sonrío de nuevo sin poder evitarlo. Parece una niña pequeña. La miro unos segundos más de la cuenta. Su pelo rubio se mueve con la leve brisa de la noche y el brillo de la luna incide en sus ojos dándole un toque onírico.
Sus ojos se pierden brevemente en los míos y noto como mi corazón se acelera de forma ilógica. Estamos alejado dos metros, teniendo cada uno nuestro propio espacio de seguridad. No está pasando nada para que mi cuerpo reaccione de esta forma, pero no puedo controlarlo. Una conversación real.
Estoy a punto de replicarle cuando una voz me interrumpe.
—No os creo.
Ambos nos giramos en la oscuridad y reprimo una mueca. Bea está ante nosotros y juraría que en sus ojos baila el infierno.

Ex, vecinos y el Hilo Rojo del Destino (2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora