26. Aguas turbias

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Es viernes y se nota, porque la cantidad de gente que nos visita sube como la espuma. Héctor no ha estado con nosotros por primera vez y se siente, porque aunque conseguimos sacar el trabajo, vamos visiblemente más lentos y menos organizados. Me sorprende que el motor de este equipo sí sea realmente él. Siempre lo tacho de irresponsable y hoy comencé a dudar sobre esas palabras, porque si me paro a pensarlo, pese a lo mal que se puede comportar con la gente, nunca los deja tirados. Discutiendo siguió cuidando de mí cuando me hice el esguince, vino al viaje en caravana, gastando su dinero cuando nuestras peleas indicaban que eso era el fin, continuó con Los Diseños de B hasta casi el final... Si lo analizo todo, él es el más responsable de los dos, al menos cuando se trata de trabajo, porque si hablamos de sentimientos...
—Novata porfa, cúbreme —se acerca Marco con el rostro pálido.
—¿Aguas turbias de nuevo?
—Negras como el alma de Isa.
Agarro su bandeja mientras sale corriendo hacia el baño. Evito reírme, pero la verdad es que es muy graciosa la forma en que corre con los glúteos encogidos como si le fuese la vida en ello y si a eso le sumas, su complexión ancha con su look militar rapado, se intensifica mucho más.
Cojo el relevo y entro en sala con Isa, intentando no entorpecer el servicio y centrándome principalmente en recoger platos sucios.
—¿De nuevo está en el baño? —pregunta al pasar por mi lado y asiento —. Parece que le pagan por hacer de vientre —se queja por lo bajo.
El día que la vea de buen humor será el día que los cerdos vuelen o que Héctor no sea un capullo.
No pensaba que este trabajo podía ser tan duro, pero lo es, sobre todo en pleno julio. Los treinta y cuatro grados se notan pese al aire acondicionado, así que veo comprensible que todos nos duchemos al acabar y que haya dos uniformes, porque cuando esto se llena y no paras de correr de un lado a otro, la ducha fría es tu mejor amiga.
No hay forma de que hoy esté concentrada y me enorgullezco que pese a eso, consiga sacar el servicio como lo hago. Además, cada vez que se me da mejor entrar en sala y servir a los clientes, aunque de momento lo hago de forma limitada y con mesas pequeñas, pero algo es algo.
Mario vuelve a sala y yo me paso a la cocina. Se han acumulado en estos minutos un gran número de platos, por lo que me pongo manos a la obra.
Carlos no hizo ni un intento de contactar conmigo y aunque Bea me intentó tranquilizar, lo cierto es que tengo un nudo en el estómago que se incrementa al no saber por qué Héctor ha faltado al trabajo, cosa que tampoco he preguntado. No quiero que parezca que me intereso por él.
Cuando por fin los clientes se van yendo y llega el momento de cerrar hasta las siete, me permito soltar un gran suspiro de alivio.
—Se te ve fatigada. ¿Quieres descansar un poco? —pregunta Nerea.
Niego de forma educada, pero insiste para agradecerme que la cubriese el otro día, así que finalmente acepto. Lo que no sabe es que mi altruismo fue para que no me viese desnuda, pero eso es algo que puedo omitir.
Subo a la sala de descanso y me tumbo un poco, porque la verdad es que con todo lo que ha pasado en tan poco tiempo, el sueño brilla por su ausencia.
No puedo evitar recordar a Héctor tumbado en este mismo sofá y el corazón comienza a palpitarme con fuerza y el recuerdo de su perfume me invade. Su olor sigue siendo demasiado conocido para mi y para qué me voy a engañar, sigo sintiendo ese algo que activa cada una de mis terminaciones nerviosas.
Cierro los ojos y en ese momento es cuando soy consciente de lo cansada que estoy. La falta de sueño y el trabajo que supone estar en hostelería es muchísima carga y si a eso le sumamos mi estabilidad mental, emocional, reencontrarme con mi ex por SEGUNDA vez, pelearme con mi mejor amiga y mi novio y además, fingir de cara al cliente que estoy estupendamente, tiene mucho mérito. Podría asegurar que hace medio año habría explotado, pero de una forma que no entiendo, me siento mucho más adulta, o quizá, simplemente se me da mejor aguantar los golpes, aunque heridas de mis dedos podrían decir precisamente todo lo contrario.
Debería ducharme, ya que estoy encharcada de sudor, pero el sueño me va venciendo y decido quedarme en la comodidad del sofá que me recuerda a él. Estoy demasiado cansada para parar los pensamientos intrusivos de todo tipo. Incluso en los que él me arranca el uniforme.
En algún momento cierro los ojos más de lo que debería y me duermo hasta que el sonido de una persona gritando me hace sobresaltarme al cabo de casi una hora.
—¡QUE ME CAGO!
Un torbellino de metro setenta y cinco pasa por mi lado y cierra a puerta del baño de la otra sala de un portazo. Dios, Mario casi consigue que me de un maldito infarto.
Me pongo la mano en el pecho a causa del susto y una brisa remueve mi pelo haciendo el calor más ameno. Alguien me ha puesto un ventilador en frente y no sabe esa persona cuanto se lo agradezco. Necesito una ducha YA.
Me levanto aún soñolienta y piso algo que me hace desestabilizarme y volver a caer al sofá a la vez que se escucha un grito de dolor.
—¡MIS HUEVOS!
Héctor se retuerce de dolor y yo me llevo las manos a la boca por la impresión.
NECESITO PARAR DE CAGARLA.

Ex, vecinos y el Hilo Rojo del Destino (2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora