Salgo de la ducha y en estos momentos adoro tener el pelo corto porque es una maravilla no tener que secar la melena larga.
Me pongo el conjunto que me hizo Bea hace unos días. La falda de cuadros rosa es preciosa y la raja en la pierna con el lazo entrecruzado le da un toque muy mono y atrevido. Me pongo la camiseta blanca y ajusto bien el lazo del corsé para que quede un escote pronunciado y bonito. Finalmente me pongo mis botas negras de confianza, las cuales tienen el tacón suficiente para realzar mi figura, pero no el suficiente como para que me caiga de bruces cuando lleve unas copas de más.
Me hago el delineado largo que me hago siempre y esta vez llevo un labial rosa a juego, aunque soy mucho más de rojos, pero el conjunto no pide otra cosa. Me miro en el pequeño espejo y sonrío.
Salgo de la sala y voy a la cocina para despedirme de mis compañeros. Cuando entro, Nerea alaba mi ropa y Mario no puede evitar silbarme, por lo que Isa, como de costumbre y sin esperar otra cosa, pone mala cara.
—Lo de que eres la diosa a la que le rezo lo vas a convertir en literal eh.
—No seas adulador —le guiño un ojo.
—Soy lo que me pidas que sea —bromea.
—¿Idiota está en la lista? —Isa le sonríe con burla.
—No te pongas celosa, que cuando no tienes el ceño fruncido y no tratas de amargarnos la existencia eres muy guapa. ¡Oh espera! Que eso no pasa nunca.
Nerea y yo nos aguantamos la risa. Este chico puede conmigo. Isa le hace la peseta y pasa por mi lado para ir a ducharse, no sin antes recordarme que me deje las bragas esta noche. ¿Una va sin bragas en el trabajo una vez y se lo recuerdan de por vida? La odio.
—No se lo tengas en cuenta. Es algo complicada, pero en el fondo no es mala niña —me pone Nerea un brazo en el hombro.
—¿Que no es mala niña? Es mala a secas. De niña no tiene nada —melodramatiza Mario.
Volvemos a reíros en silencio, a la espera de que Isa no esté escuchando la conversación. Le mando un mensaje a Bea de que me voy a pasar a recogerla y antes de irme, le doy a Nerea la cuenta de instagram de ella, para que así vea los modelitos que hizo Bea y que la conozca más gente, al igual que le digo que si puede pasar la cuenta sería todo un detalle, cosa que me promete hacer.
Les doy las buenas noches y también a Paco que está fuera antes de subirme en mi coche. Cuando estoy dentro le mando un audio a Carlos.
—¡Charlie! Ya he salido de trabajar y Bea y yo vamos a salir esta noche. ¡Descansa!
Cuando lo mando me siento un poco fría. No suena a un audio que una novia le mandaría a su novio. No entiendo aún por qué no soy capaz de abrirme más y ser más cariñosa, aunque lo de hoy tiene que ser sí o sí una señal de lo que siento, porque no me recorro cuatro horas y media de viaje para cinco minutos de conversación por nadie.
Cuando siento que la presión del pecho vuelve a instalarse, decido poner a Britney a tope e ir a recoger a mi mejor amiga para pasar una noche de ensueño. Nos hace falta pasarlo bien y conectar. Es una mierda estar trabajando, porque solo tenemos las mañanas y parte de la madrugada disponible y como mañana libro, pienso aprovechar todo lo que pueda esta noche.
Cuando llego a mi casa Bea ya está en la calle y mi madre nos saluda desde la ventana haciendo señas para que lo pasemos bien.
No puedo evitar abrir la boca al verla. Lleva un precioso vestido celeste que imita a la seda con dos aperturas a los laterales de la falda, ceñido y que sube hasta el cuello. Da la vuelta para que la vea y su espalda está completamente al descubierto, dejando ver todas las pecas que tiene. Se ha recogido su larga melena en un moño bajo y dos mechones sueltos. Sus labios como de costumbre están en un tono rojo vivo. ¿Se puede tener a una amiga más guapa? Porque yo creo que es imposible.
Salgo del coche para enseñarle mi look final y las dos damos pequeños saltitos aguantando las ganas de formar un escándalo. Son las una y media de la mañana y no tengo ganas de que mis vecinos me odien de por vida.
—¡No me habías enseñado ese vestido!
—Ya sabes... Hago magia mientras tú trabajas —me guiña el ojo.
—¡Estáis guapísimas! —grita mi madre desde la ventana y se esconde.
Nos montamos en el coche corriendo para que no nos llamen la atención y a Bea le da un ataque de risa diciendo que mi madre es lo más.
Ponemos rumbo al centro de la ciudad. Como no conozco demasiados lugares por mi época ermitaña, mi plan es ir al sitio de confianza. Chupitos baratos y música de la buena. El Pub 43 es un sitio donde tienen más de cien clase de chupitos diferentes, decorado como si fuese una selva y no ponen solo reggaeton, sino que mezcla música pop de los 2000. Lisa me llevaba allí los fines de semana. Nos maquillaba tanto que aparentábamos dieciocho y nos dejaban pasar sin problemas.
—¿Con Carlos fue todo bien? —me pregunta con un hilillo de voz.
Mierda, se me olvidó contarle. Como entré a trabajar y fui conduciendo como una loca por miedo a llegar tarde, no le conté nada de como fue, por lo que le hago un breve resumen de lo patética que fui y ella se pone la mano en el pecho aliviada. Se sentía demasiado culpable por todo lo que me dijo y pasó.
Al igual que ella, no puedo evitar preguntar qué tal ha ido su mañana. No hablo ni hago referencia a Héctor, pero en el fondo deseo que hable de lo que hicieron.
—Pues la verdad es que estoy contenta. No significa que le haya perdonado del todo, pero fue agradable estar con él, incluso en compensación me invitó a comer como si eso fuese a arreglar algo —pone los ojos en blanco con una sonrisa.
—¿Y lo arregló?
—Ni de coña, pero me pedí la hamburguesa más cara.
Es evidente que se lo ha pasado bien. También me dice que tiene sentimientos encontrados porque no quiere que me sienta incómoda con su relación de amistad con Héctor, pero sería injusto enfadarme, puesto que ambos somos sus amigos y encima ella lo conoce a él desde mucho antes. No quiero ser la clase de persona tóxica que se enfada por esas tonterías, aunque en el fondo si me dé una pizca de envidia.
Llegamos al centro y la idea básica es beber y quedarnos allí hasta que se nos pase el pedo, porque evidentemente no voy a conducir esta noche. El plan maestro es comer churros a las siete de la mañana como buenas chicas universitarias que somos, aunque bueno, de momento ella ya no lo es, pero a rasgos generales es lo mismo.
Antes de entrar al local nos hacemos varias fotos en una zona bien iluminada, para inmortalizar la noche antes de que acabemos en la decadencia con el rímel corrido.
Noche de chicas.
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Ex, vecinos y el Hilo Rojo del Destino (2)
Romance2ª parte de "Ex, vecinos y otros desastres naturales". ¿Son jodidas las rupturas? Sí. ¿Es jodido volver a enamorarte? Sí. ¿Pero sabéis qué es lo más jodido? Que el maldito destino no pare de reencontrarte con la persona que te rompió el corazón y q...