15. No me puto jodas

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Actualidad.

Héctor:

Cada partícula de mi piel manda una descarga eléctrica que me vuelve estático y se apodera de cada parte de mi cuerpo.
Mis pies se quedan anclados en dirección al iceberg que me ha derribado una y otra vez. La historia de Titanic revivida de mil formas diferentes. Jack se sigue hundiendo en cada una de ellas.
Mis manos tiemblan intentando mandar un impulso a mis piernas para huir del trabajo y refugiarme en las paredes de mi casa, aunque por un segundo dudo qué es mi "casa".
Mis pulmones retienen más aire del que pueden y temo asfixiarme y no ser capaz de liberarlo.
Mi corazón se detiene por una milésima de segundo, haciendo que una sensación de vértigo me atraviese por completo y me haga sentir débil.
Cuando expulso el aire mis pulsaciones se desatan, creando un efecto contrario que me hace sentir alterado y con una energía que amenaza con romper todo lo que he estado trabajando con Leticia desde hace meses.
Mis labios se entreabren con temor a decir su nombre en voz demasiado alta y que se esfume.
Mis ojos ignoran como los vasos se precipitan al vacío para volver a verla como si fuese la primera vez. Guardan en mis recuerdos una imagen nítida de este mismo instante, analizando cada detalle, cada curva, cada mirada. Algo ha cambiado esta vez y es irreversible.
Mi cabeza me impone el nombre de Sara y de pronto me invade el remordimiento. No. Esta vez seré mucho mejor.
El cristal roto suena de forma estrepitosa y Abril me mira descompuesta mientras los clientes ponen una cara de desaprobación.
Me acerco hacia ella y cuando paso por su lado tengo que hacer un esfuerzo inhumano por no mirar su nuevo corte de pelo extremadamente sexy, oler su nuevo perfume con motas de vainilla y no admirar como ese uniforme le marca la cintura y acentúa sus piernas que te conducen hacia... ¡Basta! Creo que no está funcionando. Me cago en la pu...
—Disculpen señores. Es su primer día. Enseguida les traigo nuevos. Invita la casa —les sonrío de forma amable.
Sin mirarla hago un gesto a Isa y como de costumbre se ve frustrada.
—Recoge esto por favor —le indico alejado de Abril.
—¿Parte de mi trabajo es recoger los desastres de la nueva?
Me reiría de no ser porque estoy reprimiendo con todas mis fuerzas un jodido ataque de ansiedad. Hace meses que no me encuentro en este estado.
—Parte de tu trabajo es enseñarle a la nueva, ayudarla y no contradecirme —imito una de sus sonrisas irónicas.
Refunfuña a causa de mis palabras, pero no se acobarda, por lo que antes de ir a ayudarla me echa la objeción final.
—No te equivoques. La parte de la enseñanza la tienes tú, para eso eres el encargado.
A veces es desesperante trabajar con esta chica, sobre todo cuando tiene toda la maldita razón. ¡JODER!
Indico a Mario que las ayude después de servir la mesa y finjo que tengo que hacer algo importante, cuando ese algo "importante" es encerrarme en el almacén y hacer un balance de situación para que no se me vaya la puta cabeza y no retroceda y me cargue en un suspiro todo mi trabajo.
Cierro la puerta tras de mí y la oscuridad me invade, filtrándose un poco de luz por los pequeños huecos arriba del todo que sirve para que entre el aire. Doy vueltas en círculos y paso las manos por mi rostro con la mente en blanco.
El almacén huele a especias y chocolate, cosa que hace que recuerde su perfume y las manos vuelvan a temblarme.
—No me puto jodas —me repito una y otra vez en voz alta incrementando la velocidad de mis zancadas.
Juro que no creo en el destino ni en mierdas parecidas. No puedo recordar las cientos de veces que me he descojonado de los imbéciles que creen en el karma, destino o mierdas similares, pero reconozco que ahora mismo estoy hasta a punto de creer en el jodido horóscopo.
No puede ser verdad que esto sea posible. Me da igual que seamos de la misma ciudad o cualquier excusa parecida. No puede ser normal que vuelvan a cruzarse nuestros caminos.
Después de varias respiraciones y cagarme en la puta por lo menos unas cuarenta veces salgo del almacén. Tampoco puedo recluirme de por vida, soy el jodido encargado y no quiero cagarla después de la confianza que Paco depositó en mí tras solo cinco meses de trabajo.
Mario está en la barra y justo detrás en la cocina abierta está Nerea preparando tortitas e Isa y Abril están en sala.
Abril se ve pálida y su bandeja tiembla haciendo que sirva torpemente las mesas.
Me dirijo hacia Mario con la idea de pedirle que le diga a Abril que pase con Nerea, con la excusa de no verla el resto de noche y poder hacer mi trabajo, pero la mirada de Isa me hace recordar que mi trabajo consiste en liderar un equipo y precisamente estoy aludiendo a mis responsabilidades.
Me acerco a Abril que recoge una mesa y dejo atrás mi relación personal para ser puramente profesional. Es como una obra de teatro en la que interpreto a otra persona totalmente ajena a mí y eso me gusta. Al final ha sido gran parte de mi vida de esa forma.
Cuando ella me ve se tensa y apoya los vasos de nuevo en la mesa, con miedo a volver a tirar algo al suelo. Mi voz suena robótica.
—Hoy serás apoyo en cocina. Me ocupo yo.
Asiente sin darme ninguna clase de respuesta y me sorprendo echando de menos el timbre de su voz o el desafío de sus palabras. Ni una sola palabra.
Suspiro cuando se va y miro los vasos que ha tocado tan solo segundos antes, como si tuviese miedo de tocar algo que estuvo antes en sus manos. Soy gilipollas.
Agradezco el tumulto que va entrando poco a poco en la sala y que nuestra noche sea ajetreada, porque eso es lo que me permite no pensar en lo que va a suponer pasar un verano a su lado.
A las doce y media de la noche cerramos las puertas y nos preparamos para recoger. Hora de enfrentarme a mis demonios.
El equipo como cada noche se reúne en la cocina para cooperar y dejarlo todo listo para mañana.
Abril barre en una esquina y cuando entro ni tan siquiera me mira, se centra en un trozo de parcela que está completamente limpio.
—Bueno chicos, como sabéis ella es Abril, nuestra nueva incorporación —ella se tensa y mira a todos menos a mí —. Abril, cómo seguramente te habrán comentado los turnos irán rodando y todos los cambios se dejan apuntados en el corcho de la sala de descanso. Esta semana estarás principalmente en cocina e irás cubriendo las meriendas para habituarte poco a poco a la clientela —las palmas de las manos me sudan y ella siente.
—Se ha lucido con la clientela —se burla Isa.
Se hace el silencio y Abril palidece incluso más.
—Como encargado no tolero las faltas de respeto entre compañeros —digo de forma brusca.
Isa se queda boquiabierta ante mi seriedad y Mario y Nerea se miran sorprendidos. En el trabajo no suelo ser un tirano capullo aunque sea el encargado, pero no he podido evitarlo. Abril se muerde el labio en silencio.
—Se te ha subido el puesto a la cabeza —pasa Isa por mi lado para irse.
—Isa, esta semana te ocupas de sacar la basura —me cruzo de brazos.
Va a replicar indignada, pero mi mirada hace que se calle y se vaya del local. Es un castigo más que justo o eso trato de pensar. Mañana intentaré hablar con ella.
—Chicos buen trabajo, podéis volver a casa . Me ocupo yo del resto de limpieza.
Nerea y Mario me lo intentan discutir, pero después de unos minutos consigo convencerles para que se vayan antes. Necesito ocupar mi mente en otra cosa que no sea ella y que todo el mundo se vaya y a mi me quede trabajo me parece la excusa perfecta.
La cocina se va despejando y cuando me encuentro a solas deslizo mi espalda contra las baldosas y suspiro. Siento que mi cuerpo entero tiembla.
Apoyo mi cabeza en mis antebrazos apoyados en mis rodillas y me concentro en hacer respiraciones y retomar el control.
Un sonido me hace levantar la cabeza.
Abril está apoyada en la pared frente a la mía, con las manos escondidas en la espalda y una expresión angustiada en el rostro. Me fijo sin poder evitarlo en sus piernas y en lo bien que le sienta el uniforme de trabajo, ahora que me permito mirarla más detenidamente.
Mete un mechón de pelo corto tras su oreja y sigo sus movimientos sin perderme detalle y con el corazón palpitando contra mi pecho de forma amenazante. Estoy acojonado.
—Siento lo de los vasos. Yo... los pago. No volverá a suceder —aparta la mirada.
—No... Tranquila. Seguramente me habría pasado lo mismo —esta vez soy yo el que rehuye su mirada.
No es que me hubiera pasado lo mismo, es que me habría caído al suelo o salido corriendo de la manera más patética del mundo.
Parece que está a punto de decir algo, pero la interrumpo. No puedo lidiar con esto ahora.
—Buenas noches Abril. Mañana a la misma hora —intento sonreír, pero me sale una mueca.
Asiente de nuevo sin replicar y vuelvo a echar de menos su actitud salvaje.
Cuando veo como su cabello con mechas rubias sale de la cocina y se cierra la puerta trasera, tiro un plato contra la pared sintiendo que retrocedo.
Tendré que pagarlo mañana.

Ex, vecinos y el Hilo Rojo del Destino (2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora