Acabo de aplastar los huevos de Héctor con mis sesenta y tres kilos. Maravilloso. ¿Hay algo peor que castrar de forma accidental a tu ex después de una discusión en la cual él llevaba la maldita razón? Por no hablar de que en el trabajo es mi superior y probablemente podría hacer que me despidiesen.
Héctor se retuerce de dolor y yo en un acto reflejo me arrodillo a su lado y en un momento de angustia infinita, cometo el error y locura de llevar mis manos a la zona, como si mis manos fuesen un remedio mágico capaz de reconstruir la bolsa escrotal. Creo que estoy delirando.
—¿Pero qué? ¡Abril! —me mira con la cara descompuesta— No me jodas —masculla entre dientes.
Aprieto más la zona en un intento inútil de aliviar el dolor.
—¿Quieres darme un beso en la polla y hacerme el "sana, sana culito de rana"? —pregunta exasperado.
—¿Qué? —digo sin entender justo cuando la puerta se abre y entra Isa.
—No puede ser. ¿Sois ninfomaníacos?
—¡Suéltamela! —me grita Héctor.
Mierda. Por fin la neurona que me queda reacciona y suelto el pene de Héctor y retrocedo los dos centímetros que me separan del sofá.
La escena no podría ser más patética, pero un gas estruendoso proveniente de lo que asumo que es el culo de Mario, hace de banda sonora para conmemorar la escena. Quiero reír y llorar. Otro pedo hace que no aguante más y me ría de forma estrepitosa.
Es totalmente ilógico y ya no hay excusas que valgan. Isa no se va a creer que estamos gafados y esto es algo común. No me lo creo ni yo que soy a la idiota que le ha pasado, no quiero imaginarme al resto.
Nerea entra con la frente llena de sudor en la sala y me ve a mi en el suelo, a Héctor con cara de dolor y a Isa de brazos cruzados. Mario se une a los pocos segundos con nosotros, con el rostro totalmente blanco.
Héctor y yo cruzamos un breve mirada que no tardo en apartar. Le he masajeado prácticamente los huevos, es demasiado humillante como para poder asimilarlo. Solo quiero vivir en paz, ¿es tan difícil?
—¿Qué pasa? —rompe el hielo Mario.
—¿A parte de que llevas más hora laborables en el baño que trabajando? —inquiere Isa.
—Ya empezamos... —murmura Nerea.
Estupendo y para colmo, Isa está modo guerrera destructiva. Esta reunión de trabajadores inocentes va a acabar como el rosario de la aurora por un maldito malentendido.
—Me niego. Prefiero aguantarme las fuerzas para cagar que para pelear contigo —dice con los ojos en blanco y se para frente al sofá—. ¿Qué hacéis en el suelo? —pregunta con el ceño fruncido.
—Ah, sí. Esta es la segunda parte de la película. A ti te pagan por hacer de vientre y a ellos por follar.
Y la caja de Pandora queda oficialmente abierta. Los ojos de Mario y Nerea se abren como platos y yo simplemente me descompongo. Podría ponerme como una energúmena, pero mis energías están totalmente consumidas. El día de mierda que llevo no me permite ni poner a semejante arpía en su lugar, pero como tiente a la suerte va a cobrar por los próximos dos meses de trabajo por adelantado.
Todas las miradas se vuelven hacia nosotros que seguimos en el suelo hasta que Héctor se levanta y por su expresión está cabreado. Muy cabreado.
Con una palmada nos hace sentarnos a todos en el sofá mientras él camina de un lado a otro mirando fijamente al suelo.
—¿Qué quieres? Tengo que ducharme —dice Isa de forma déspota.
—Me importa una mierda.
El tono de Héctor nos deja a todos sorprendido, incluso ella se calla de forma instantánea.
—Se acabaron las faltas de respeto. ¿Te jode que trabajando aquí menos tiempo que tú sea tu superior? No es mi puto problema. Tus frustraciones de niñata las dejas en casa porque aquí venimos a trabajar o hablas con Paco.
Isa vuelve a intentar replicar, pero Héctor se lo impide y ella hierve en colera, agarrando con fuerza el dobladillo de su falda mientras lo fulmina con la mirada.
—Ni se te ocurra replicarme. Creo que te he aguantado lo suficiente. Os aviso a todos: Abril y yo somos ex novios. No tenemos nada y el otro día hubo un malentendido en cocina. Ella tiene pareja. Fin de la historia.
Me quedo bloqueada. En algún momento de mi bloqueo sé que Isa y él discuten y él cuenta al resto de la sala la historia del otro día, pero apenas atiendo a lo que dicen los demás. Estoy demasiado absorta en que le haya contado lo que consideraba nuestro secreto y desconecto. No entiendo por qué me empieza a faltar de nuevo el aire, así que para no descontrolarme me centro en los colores de la habitación. El gris de las taquillas, el azul de los azulejos, el rojo de mi falda...
Ha mencionado a mi pareja, así que de alguna forma se hace oficial que Héctor y yo hemos roto de forma definitiva. Imito a Isa y aprieto el dobladillo de mi falda por tal de no destrozarme los dedos.
Nuevos colores. Necesito contar nuevos colores.
—¡No es justo!
Isa se levanta enfadada y encara a Héctor. Miro con el ceño fruncido a Nerea y le pregunto por lo bajo qué ha pasado. Por lo visto a partir de la semana que viene, Isa cubre el turno de basuras de Mario y mío, por lo que estará tres semanas pringada.
—No me hables de justicia. Acostúmbrate a que la vida es una mierda.
No pierdo detalle de la amargura que destila su voz y se me encoge el corazón.
Isa sale de la habitación dando un portazo. La tensión se nota en el ambiente.
—Chicos perdonad la escena. Mario, puedes volver a casa si te encuentras mal. Yo te cubro —dice finalmente.
—¿Y darle más motivos para odiarme? Oh no. Mi culito y yo nos quedamos —sonríe de medio lado.
—Anda ven... Voy a prepararte algo de arroz que corta la diarrea —le sonríe Nerea.
Me da la sensación de que Nerea saca a Mario adrede de la sala, para dejarnos espacio, aunque no entiendo para qué. No tenemos nada que hablar, aunque quizá sí deba disculparme por pisarle.
Héctor se deja caer en las taquillas y suspira contra sus manos. Se le ve realmente agotado y en parte es que yo trabaje aquí. No paro de dar problemas.
—¡Justicia! Me va a hablar a mí de justicia. No me jodas —parece que dice para él mismo.
Quiero preguntarle qué le pasa con ese término, pero no lo hago. Es experto en no darme las respuestas que siempre necesito. Es una pérdida de tiempo y ambos lo sabemos.
—Siento haberte pisado los huevos.
—¿Y no haberme sobado la polla? —dice bruscamente.
Voy a replicar de la peor de las formas cuando me interrumpe.
—Lo siento. En su momento te di la chapa de la responsabilidad afectiva y me la acabo de pasar por el forro de los cojones que me has machacado. Me lo merezco —me sonríe de medio lado.
Sonrío sin poder evitarlo y asiento, porque un poco sí que se lo merece. Héctor se levanta y sin más dice que vuelve al trabajo.
No hemos hablado nada de lo de ayer y apenas de lo de hoy. Siento como si un muro se hubiese levantado entre ambos.
Apago el ventilador.
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Ex, vecinos y el Hilo Rojo del Destino (2)
Romance2ª parte de "Ex, vecinos y otros desastres naturales". ¿Son jodidas las rupturas? Sí. ¿Es jodido volver a enamorarte? Sí. ¿Pero sabéis qué es lo más jodido? Que el maldito destino no pare de reencontrarte con la persona que te rompió el corazón y q...