99. Métete en tus asuntos

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Hace 6 meses...

Héctor acerca la cuchara a mi boca con una media sonrisa que me encanta demasiado. La mermelada amenaza con gotear en cualquier momento y él pasa su dedo por el borde del metal para llevárselo a su boca. Lo relame de forma lenta y pausada y el calor de mi cuerpo se concentra en una sola zona mientras imagino lo que podría hacerme en solo unos minutos con esos labios que tantas ganas de besar tengo.
Cojo el trozo de pastel y relamo la comisura de mi boca ante su mirada atenta mientras disfruto de la explosión de sabor que me hace salivar levemente.
—Jamás pensé que envidiaría a una tarta —fija sus ojos en mis labios.
—No te pongas celoso. Sabes que a ti te presto más... —lo miro de forma provocativa— atención —le quito la cuchara para coger un trozo más.
—Creo que luego vas a tener que demostrármelo. Tengo ahora mismo el ego muy herido —se acerca a mis labios.
Dudo unos instantes. Aunque en la playa nos hemos besado, nunca lo hemos hecho en público. Siempre que quedamos a comer o damos un paseo evito cogerle de la mano o cualquier muestra que pueda dar la sensación de que somos algo más de lo que somos. Somos, como bien dice él, "ex ex novios no novios", por lo cual, no somos una pareja y somos algo parecido a un rollo.
Nota mi dubitación y se aparta con una pequeña sonrisa que sé que no es real, pero lo retengo y me acerco a sus labios.
Una voz conocida hace que me aleje de forma instantánea.
—¿Abril? ¿Vosotros dos...?
Lisa nos mira boquiabierta junto a Pablo, quien nos mira visiblemente incómodo. Lisa nunca se ha caracterizado por su discreción.
Su pelo rubio natural está perfectamente recogido en una coleta y su flequillo está, para mi sorpresa, pintado de un tono rosa pastel que la hace parecer más femenina de lo que ya es.
Pablo nos saluda a su lado y es el que más parece él mismo. Su cabello castaño corto, sus camisetas de manga larga clásicas y las muñecas llenas de pulseras de grupos de música.
Sus manos están cogidas y me vuelvo a sorprender al ver que son pareja. No me dijo nada, aunque hace mucho tiempo que no hablamos. No recuerdo ninguna otra llamada tras comunicarle que Héctor era mi vecino.
—No, no, no —hago el símbolo también con las manos—. Estamos hablando sobre un concurso. Una larga historia —sonrió incómoda.
Noto la mirada penetrante de Héctor y no lo miro en ningún momento. El corazón me late con demasiada fuerza y el sentimiento de culpabilidad incrementa por segundos.
—¿Te estaba dando de comer con una cucharilla? —dice escéptica.
Antes de que pueda formular cualquier clase de excusa, Héctor se adelanta.
—Ya sabes, soy un gilipollas. Solo quería molestarla —se encoge de hombros.
Pablo se ríe incómodo por la situación mientras Lisa lo fulmina con la mirada, cosa que me enfada bastante. En aquella llamada prácticamente me ignoró para ponerse a hablar de sus ligues. No tiene derecho a enfadarse conmigo.
—Ya la molestaste suficiente.
—Lisa... —le da un toque en el brazo Pablo—. ¿Cómo os va la vida? Hace tiempo que no sé nada de vosotros —nos sonríe.
—Bien, bien. Ya sabes, por la mañana universidad y por la tarde la reencarnación de Lucifer —ríe Héctor con ironía.
—Pues mira, te pega bastante —le sonríe Lisa con maldad.
La conversación no se reconduce y me tengo que Héctor va a llegar en cualquier clase al extremo, por lo que intervengo a tiempo.
—Disculpad chicos, ya íbamos a irnos —cojo mi bolso y le hago un gesto a Héctor, pero no se mueve.
—No recuerdo que fuésemos a ningún lado.
Perfecto. Ahora está enfadado conmigo.
Lisa me agarra de repente del brazo y dice de forma brusca que necesita hablar conmigo. Me saca a la calle y me abrazo a mí misma debido al frío, ni tan siquiera me ha dado tiempo de coger el chaquetón.
—¿Pero tú eres lela? ¿Con el tío que te puso los cuernos? Por favor, Abril, quiérete —dice de forma despectiva.
La dureza de su voz me impacta. Hace tanto que estoy alejada de ella que no recordaba sus enfados ni la dureza que era capaz de transmitir con ese rostro tan angelical.
—Lisa, te equivocas.
—Por favor, no hagas como si no te conociera —pone los ojos en blanco.
¿Conocerme? Bea. Bea es la que me conoce actualmente. ¿Qué hizo ella en todos estos años? Llamadas superficiales y nunca vino a visitarme, siempre era yo la que quedaba al subir en  vacaciones. No sabe quién soy ahora, pero se permite el lujo de darse golpes en el pecho como si hubiese soportado todo mi sufrimiento.
—Llevas años sin verme y apenas hablamos. No sabes como soy.
Mi tono carente de emoción hace que sus ojos castaños se abran de par en par con sorpresa. Me cruzo de brazos y la miro con el ceño fruncido. Ni un abrazo, ni un saludo. Solo reproches de su parte.
—¿Me vas a decir que no estás coladita por el idiota ese? —bufa.
—Ese es mi problema. Además, ya no soy la misma ingenua.
—No lo pareces.
—Lisa, con todo el respeto, métete en tus asuntos —su sorpresa hace que de un paso hacia atrás.
Me mira durante unos segundos con los labios formando una fina línea mientras trato de mantener la compostura. Suelta una pequeña risa a la vez que se encoge de hombros y me habla dándose la vuelta para volver.
—Haz lo que te dé la gana. Parece que te gusta ser un pañuelo al que usar y tirar.
La puerta se cierra y pego una bocanada de aire.
Aprieto mis manos nerviosa.

Ex, vecinos y el Hilo Rojo del Destino (2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora