Héctor:
Es todo lo que había deseado, pero por alguna razón: duele. Duele muchísimo.
Apoyo mi frente en mis rodillas y suelto todas las lágrimas que estaba acumulando. Sintiéndome patético.
Cuando la pantalla de mi móvil se enciende con el nombre de Sara, solo hace que estas salgan con más abundancia y que apenas pueda respirar. No sé qué es lo correcto. No sé si podré hacerlo diferente esta vez, aunque ha dejado claro que no me está pidiendo una tercera oportunidad. No quiero hacerle daño a Sara, sobre todo, si no puedo asegurar que no se lo haré a Abril. Dios, soy una mierda de persona.
Miro a la puerta y me imagino una escena en la que corro tras ella y la beso tras decirle que nunca he querido a nadie como la he querido a ella en mi vida. Decirle que sé perfectamente lo que significa tratar de enamorarse de alguien y fallar en el intento. Me levanto, pero cuando giro el pomo, vuelvo a dejarlo en su posición original. ¿Qué es lo siguiente? Intento imaginarme con ella en aquel gélido lugar y noto como la bilis sube por mi garganta. No tengo lo necesario para enfrentarme una vez más con mi reflejo en sus ojos.
Pasan las horas y soy incapaz de dormir. Mis ojos buscan constantemente la pared de enfrente, pensando en si se habrá arrepentido de sus palabras y si me odiará por mi silencio. Tampoco he sido capaz de contestar los mensajes de Sara. No se merece que finja que todo va bien.
El silencio de la noche me oprime el pecho y no puedo más. Abro la puerta y cuando entro al pasillo. Mi cuerpo se choca contra algo. Abril me mira con ojos asustados hasta que se da cuenta de que soy yo. Una vez más nos buscamos. Una vez más coincidimos. Una vez más dudo de que sea mera casualidad.
—¿Sabes? Estoy cabreada —rompe el silencio—. Eres un capullo de manual, o sea, te he dicho lo más difícil que hice en mi vida y te callas. ¡Te callas! Incluso un gracias habría estado mejor —se abraza así misma nerviosa.
—Te quiero.
Abre los ojos de par en par y da un paso hacia atrás. Reduzco la distancia. Sé que mañana me arrepentiré de esto, pero tenerla así con su pijama horrible de pitufos y el pelo revuelto, hace que no pueda soportarlo más. La quiero, independientemente de que estemos destinados al fracaso.
—Te quiero cuando me odias, cuando prometes que soy el mayor error de tu vida, cuando frunces el entrecejo para evitar sonreír con mis gilipolleces. Te quiero cuando intentas ponerte un pijama feo para que no me fije en ti cuando lo único que consigues es que me fije el doble y quiera arrancártelo para ponerte una camiseta mía. Te quiero tanto que me prometí cambiar para no hacerle a nadie el daño que te hice. Para saber que aunque no estuvieses conmigo, era la persona que siempre te habías merecido. Joder, simplemente te quiero, Abril.
Mis pulmones vuelven a coger el aire que había estado reteniendo y suspiro aliviado. Ya está.
Sus labios se juntan en una fina línea y me mira con hombros temblorosos. Ambos nos quedamos a un paso de distancia, como si el tiempo se hubiese detenido y nos diese una prorroga para decidir qué hacer o al menos, que decir.
Sus labios tiemblan ligeramente antes de hablar.
—¿Me quieres?
Joder. Un pequeño ataque de risa se apodera de mí. Estoy tan nervioso que necesito soltar la adrenalina de alguna forma y aunque probablemente no sea la mejor, es lo que hago. Me mira más sorprendida aún, pero pronto se une a mí. Creo que ella también necesita desahogarse.
—Ven un segundo.
Cojo su muñeca sin pensarlo y la llevo hacia el ascensor.
—¿Dónde vamos? Estoy en pijama.
—Da igual. Estás preciosa.
Pulso el botón de la última planta. Sus mejillas sonrojadas hacen que quiera besarla. Lucho con mis pocas fuerzas para no hacerlo y me centro en nuestros pies desnudos. Al ver su tatuaje asomar por el tobillo, entrelazo mis dedos con los suyos y me deleito en su calidez.
El timbre del ascensor marca la última planta y miro a ambos lados del pasillo hasta divisar unas escaleras que suben aún más. Tiro de ella y subimos con paso apresurado hasta dar con una puerta que da a la azotea. El aire es demasiado frío, pero en estos instantes no me importa. Solo me apetece hacer una cosa y es dejarle claro lo que dije.
Nos acercamos a la barandilla donde se divisa toda la ciudad. Las pequeñas luces de los comercios brillan alumbrando las calles. Suelto la mano de Abril y me apoyo contra la barandilla.
—Héctor, ¿qué...
—¡Amo a Abril Méndez Suarez con cada parte de mi puto corazón!
Tapa su boca con una de sus manos y veo como las lágrimas comienzan a empañar su rostro, así que lo hago una vez más mientras trata de callarme entre risas.
—¡Yo, Héctor Lagos Garrido, estoy locamente enamorado! —me giro hacia ella— Aunque duela. Aunque sepa que no es lo correcto. Amo cada parte de ti. ¿Esto responde a tu pregunta?
Al ver que no contesta, me dispongo a gritar una vez más, pero pone sus manos en mis labios mientras me deslumbra con esa preciosa sonrisa que tanto echaba de menos.
—¡Shhh! Nos van a echar del hotel —ríe contra mi pecho.
Aprovecho su cercanía para estrecharla entre mis brazos. El frío se disipa y me pierdo en su aroma dulce y en como nuestros cuerpos encajan a la perfección. Sus pequeños brazos envuelven mi espalda y la noto temblar contra mí. Por el movimiento de su pecho, intuyo que llora en silencio.
—¿Qué vamos a hacer ahora? Sabes que yo no puedo...
—Princesa, solo te voy a pedir que duermas conmigo, por favor. No pienso tocarte, pero te necesito. Te necesito muchísimo —mi voz se quiebra.
Borro sus lágrimas con mi dedo índice y asiente. Beso su frente aliviado y volvemos a mi habitación.
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Ex, vecinos y el Hilo Rojo del Destino (2)
Lãng mạn2ª parte de "Ex, vecinos y otros desastres naturales". ¿Son jodidas las rupturas? Sí. ¿Es jodido volver a enamorarte? Sí. ¿Pero sabéis qué es lo más jodido? Que el maldito destino no pare de reencontrarte con la persona que te rompió el corazón y q...