Actualidad.
Héctor:
No debería estar acojonado, pero siento que está a punto de darme un paro cardiaco. No hice nada malo y aún así siento como si Sara viniese para juzgarme y echarme en la cara lo hijo de puta que soy.
Llevo noches sin dormir bien y esta no ha sido la excepción, porque al llegar a casa después del gran desastre que formamos en la cocina, no pude pegar ojo.
Me recuerdo una y otra vez que solo es un mísero fin de semana. Es imposible que en tan poco tiempo pueda pasar algo que eche a perder mi relación con Sara. Me niego.
Hoy no tengo turno, ya que Paco irá esta noche al local y me lo ha dado libre, por lo que es un gran alivio no tener que enfrentarme hoy a mi decisión de apenas mirar a Abril. Es mucho más fácil tener un día de relax, el cual he desperdiciado por completo mirando al techo y comiendo comida basura.
Espero tumbado en el sofá a que el timbre suene en algún momento. Estoy tan solo con unos pantalones de chándal grises debido al calor y el ventilador no ayuda demasiado.
Mi móvil suena y veo una llamada de Luis. No puedo evitar poner los ojos en blanco. No para de incordiarme y me llama casi todos los días, como si yo fuese un pequeño niño desvalido al que hay que estar atento.
—Me estoy replanteando cambiar de móvil —digo cuando descuelgo.
—¿Entonces a quién le contarías tus dramas? —se burla.
—Primero, no tengo ningún drama y segundo, te recuerdo que voy a una psicóloga —digo exasperado.
Es un buen amigo, lo sé, probablemente el único que tenga, pero creo que hace falta que le recuerden que no es mi padre. Tanta sobreprotección me pone de los nervios, aunque en parte, me sientan bien sus llamadas, porque me permite evadirme durante los minutos que hablamos. Digamos que la parte mala y buena están bastante equilibradas.
—Hombre, creo que el hecho de que venga tu primera novia desde hace cinco años a verte mientras trabajas con tu ex de la cual sigues enamorado, es un gran problema, la verdad. ¿Se lo has comentado ya a Leticia?
—Que te den. No estoy enamorado de Abril.
—Repítelo diez veces delante de un espejo. A lo mejor así te lo crees —se escucha su risa contenida.
Y la parte mala gana. No sé en qué idioma tengo que decirle al mundo que Abril no me importa. Bueno, sí me importa, pero porque siempre será especial, no porque esté enamorado. ¿Lo estuve? Sí mucho, pero ya está. Recuerdo de nuevo las palabras de Leticia "mira hacia el futuro, aprendiendo del pasado y viviendo el presente". ¿Cuál es mi futuro? estar junto a Sara que es una chica que se lo merece todo. ¿Qué aprendí del pasado? a que mi relación con Abril siempre está abocada al fracaso. ¿Vivo el presente? lo estoy intentando. Al menos ya no me dan tantos ataques de ira. ¿Algo es algo no?
Y que no le cuente a Leticia todo sobre Abril no tiene por qué ser malo ¿no?
—Querido amigo capullo, no extrapoles tu situación con la pelirroja conmigo, te recuerdo que de los dos soy el único que rehizo su vida —contraataco.
—Guau... Me impresionas. Lo has hecho mejor que un niño de tres años, pero no más que uno de cinco. Síguelo intentando.
Pues sí, esta es nuestra maravillosa amistad, meternos el uno con el otro para superar las situaciones de mierda. ¿Qué mejor que ridiculizarte para no mirar al techo pensando en lo mierda que es tu vida?
Esta vez me pregunta de forma seria cómo lo estoy llevando y le respondo exactamente eso, "llevándolo". No puedo decir si estoy bien o mal porque la auténtica realidad es que no lo sé. Acabo al terminar el día lo suficiente cansado como para no tener tiempo para pensar en toda esta situación y por las mañanas me voy a la playa a matarme de ejercicio hasta que llega la hora de trabajar. Leticia dice que trato de evadirme y es cierto, pero no estoy preparado para pasar con mi cabeza tanto tiempo a solas, sobre todo en vacaciones. Demasiado tiempo libre y demasiada soledad.
Ahora es mi turno de preguntarle a él como está realmente. La respuesta que tengo es la misma que yo le he dado.
—Pues menuda mierda —río sin ganas.
—De cosas peores hemos salido.
Es cierto. No hablamos más al respecto. Un corazón partido al final siempre cura.
El telefonillo suena haciendo que el móvil se me resbale de las manos y mire al telefonillo con pánico. ¿Dónde coño se ha quedado el Héctor que no le temía al sexo femenino? Por favor, si me lo montaba con dos o tres distintas a la semana. Estoy perdiendo facultades y Luis no duda en recordármelo con un ataque de risa.
—Lo siento tengo que dejarte, ya sabes, una chica que me quiere está a punto de entrar a casa, comprendo que no recuerdes qué es eso —le pico un poco más.
—¿Abril? Ah no disculpa, que ella no te quiere ver ni en pintura.
Hago una mueca de disgusto. Totalmente merecido. Este punto lo ha ganado.
—Oye Héctor una última cosa...
—Luis, está bien. No te preocupes. Da guerra como de costumbre —le tranquilizo.
Un "gracias" se escucha al otro lado. Lo está pasando realmente mal con Bea y realmente es una pena toda esta situación. Sabe que ha venido con Abril porque no podía ocultárselo, pero ha conseguido aguantar hasta hoy sin preguntar por ella y yo no he querido hablarme si él no sacaba el tema, puesto que sé lo que puede doler toda esta situación.
No entiendo como dos personas que se quieren no pueden estar juntas, porque ellos al menos no tienen un pasado lleno de mentiras en su contra. Tenían una relación buena basada en la confianza. Ojalá algún día cambien de opinión.
Cuelgo el móvil al mismo momento que la puerta suena y trago saliva con dificultad, sopesando en si debería dar la información de la ducha y el maldito culo de Abril. Joder, maldito ataque de sinceridad y remordimiento de conciencia.
Abro la puerta con los huevos a modo de corbata y cuando la veo de pronto todas mis dudas se van. Me está sonriendo y decido en ese instante que no voy a cargarme esa sonrisa por algo que sucedió sin importancia.
No quiero que nadie vuelva a llorar por mi culpa.
—¿Has pasado de acosador a acosador pervertido? —me sonríe de medio lado mientras señala a mi torso desnudo.
La estrecho entre mis brazos sin pensarlo. No era consciente hasta ahora de lo que la había echado de menos, porque para ser sinceros, he pensado demasiado poco en ella esta semana y me siento por ello una persona horrible.
Sara suelta su bolso y me devuelve el abrazo, haciéndome sentir tranquilo y en paz. Acuno su rostro tras unos segundos y me quedo prendido de sus ojos azules que me miran con diversión.
—Hola desconocida no sexy, estás aún más horrible que la última vez que nos vimos —le devuelvo la sonrisa.
—Tranquilo... —se acerca a mi oído—. Traigo un conjunto de color lavanda que te va a hacer pensar justo lo contrario —me muerde el lóbulo de la oreja.
La beso y la guío hacia mi cuarto, dispuesto a conocer el conjunto secreto que tanto me intriga. La poca ropa que me quede se va en mitad del pasillo y sus vaqueros cortos azules junto a su camiseta negra de tirantas acaban en los pies de mi cama, dejando ver un conjunto de encaje con estampado de lirios que hacen que me muerda el labio sin poder apartar la vista de su maravillosa silueta.
Me siento en la cama observándola.
—¿Cambias de opinión? —se relame sus bonitos labios.
—Pregúntamelo en media hora —tiro del elástico de su cadera y la atraigo hacia mi, besando su abdomen y recorriendo sus pechos con mis manos.
En los siguientes minutos su ropa interior sufre el mismo destino que la anterior y en la media hora siguiente, estamos ambos con la respiración entrecortada, sudorosos y con una sonrisa en los labios.
—¿Entonces? —dice ella girándose de lado.
Hago lo mismo y apoyo el codo sobre el colchón para sujetarme la barbilla con la palma de la mano.
—Te quedaba horrible, por eso te lo he tenido que arrancar.
Sara pone los ojos en blanco y se ríe sin poder evitarlo.
—Qué caritativo eres —se burla.
—Ya sabes... Salvando a perritos de día y complaciendo sexualmente a damas por la tarde. Todo un buen samaritano.
—No quería ser yo quien te lo dijera pero... —se acerca a mi oído—. Tienes que mejorar en eso de "complacer sexualmente", como consejo —me susurra.
Será...
Sara salta de la cama y corre por la casa, pero no tardo ni cinco segundos en atraparla e inmovilizarla contra la pared. Seguimos completamente desnudos.
Nuestras miradas se encuentran y no puede evitar reírse.
—¿Y por la noche qué eres? —sus ojos reflejan diversión.
Me acerco un poco a ella y noto como su respiración se corta brevemente. Muerdo su cuello antes de contestarle.
—Un novio ejemplar que quiere invitar a su novia a cenar para más tarde volver a complacerla en la cama.
Beso su cuello y me separo.
Los ojos de Sara brillan de una forma extraña y sus mejillas se sonrojan ligeramente.
—Ahora eres un acosador romántico.
Sonrío. Por fin no me siento solo.
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Ex, vecinos y el Hilo Rojo del Destino (2)
Romance2ª parte de "Ex, vecinos y otros desastres naturales". ¿Son jodidas las rupturas? Sí. ¿Es jodido volver a enamorarte? Sí. ¿Pero sabéis qué es lo más jodido? Que el maldito destino no pare de reencontrarte con la persona que te rompió el corazón y q...