Capítulo 134: La flama sanadora

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Con mis dedos golpeteé la madera de la mesa, el vapor de agua salía de mi taza de té hasta desaparecer, intenté sostener la taza, pero mi mano la atravesó y entendí que me convertí en un fantasma.

— No estés molesto, ya te acostumbraras.

— Lo dices alguien que está con vida, nadie se puede acostumbrar a esto... voy a extrañar mis días de vivo, el sabor del whisky, en olor del café recién preparado y sobre todo extrañaré la sensación de tener un orgasmo.

Me quedé callado.

— De verdad... ¿así será mi fin? ¿moriré por una golpiza que me dieron unos delincuentes? no puedo creerlo.

— En otro universo moriste ahorcado por Thanos.

— Seguro esa muerte fue más digna ¿no?

— Ninguna muerte es digna si no es por causa de la vejez, eso es lo que he aprendido de estas torturadas almas del Hel. — Suspiré molesto.

Todavía no me acostumbro a la idea de morir y de llegar al Helheim, a ese agujero infernal, ser esclavo de sus estúpidas leyes y controlar a un ejército de demonios idiotas.

— Ya queda poco. — Me dice la Diosa de la muerte sosteniendo su taza.

Ambos vemos en una pared flotante mis últimos momentos de agonía. Mi cuerpo físico sigue en una cama de hospital, la máquina de signos vitales comienza a sonar anunciando mi muerte. Jacob está detrás de la ventana de mi cuarto, las lágrimas bañan su rostro y realmente sentí que algo se apretujó en mi interior al verlo tan afectado, al menos Rick está a su lado.

Busco a Lucía por alguna parte, pero no la encuentro.

Mi alma fantasmal me dolía por dentro, y eso es muy extraño, solo los demonios tienen el poder para flagelar las almas ya que no tengo un cuerpo físico. Aun así, sentía que me estaba quedando sin aire.

— ¿Qué te sucede?

— Un dolor horrible, no tengo aire.

— Imposible no puedes sentir dolor.

— Es Lucía... ella está en peligro... — Me levanté de la mesa. — por eso no está ahí...

Fenris el lobo aparece en el comedor acercándose a Hela, le susurra algo en el oído que no alcanzo a escuchar, y vuelve a retirarse.

— Lucía está tratando de conseguir la flama sanadora, para devolverte a la vida.

— No... eso se oye muy peligroso.

— Obviamente que lo es... hasta puede morir.

— No, no... ¡No! — Golpeo la mesa.

— Tranquilo ella está con Kaan.

— ¿Con quién?

— Mi hijo.

Me quedo boquiabierto.

— ¿Tú hijo? ¿Cuántos hijos tienes? recuerdo que la última vez que vine escuché a un bebé, dijiste que era tu hija... pero ahora me entero de que tienes un hijo.

— Así es...

— ¿Y dónde está la pequeña?

— Está con Fenris en su clase de piano.

— Volviendo a lo que me importa... ¿estás segura de que Kaan podrá ayudar a Lucy?

— Por supuesto, yo lo envíe a la Tierra para que la proteja de Amora. — Vuelvo a sentarme en la silla.

La Obsesión del Dios del Engaño - Parte I, II y IIIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora