Capítulo I : El Reencuentro

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Eran cerca de las 21:00 horas caminaba por el asfalto mojado y peligrosamente resbaladizo por el centro de mi ciudad. Había llovido bastante pero el cielo ya había detenido su lloriqueo incesante. Gire hacia la derecha interrumpiendo mi trayecto sosteniendo la manilla fría y mojada de una puerta de vidrio, de esta colgaba un letrero de plástico con letras verdes de neón que decía "Abierto".

Entré de inmediato con mi paraguas balanceándose desde mi mano y mi bolsa en mi hombro izquierdo. Comencé a inspeccionar los productos de aquella tienda pero decidí irme directo al pasillo de las golosinas para escoger una barra de chocolate.

Llegando a aquel pasillo mis ojos brillaron al ver la enorme variedad que se distribuía en las góndolas de mi capricho más deseado. Chocolate negro, blanco, amargo, con leche, con trocitos de maní, con almendras, etc.

Y sí, era el paraíso.

Mi emoción se ve interrumpida de pronto por una mano masculina de piel blanca en mi brazo seguida de una voz grave pero muy seductora:

—Disculpa ¿Me puedes ayudar a escoger? —me dice mostrándome dos cajas de chocolates finos, una con un listón rojo y la otra con un listón de azul.

—Sí, claro—dije tratando de mantener mis evidentes nervios.
—Igual depende a quién se los vas a obsequiar —volví a decir tratando de mantener mi vista en los chocolates con listones.

Pero él me vio intrigado con sus divinos ojos verdes y me fue imposible no despegar mi vista de los suyos. Vestía muy elegante. Su traje completamente negro combinaba perfecto con el tono de su piel pálida y sus rizos negros que llegaban hasta sus hombros se mecían al compás de sus hechiceros movimientos.

Era jodidamente alto y convocaba muchísimo la atención de los demás especialmente la femenina.

Sin saber la razón este misterioso y atractivo hombre se me hacía muy familiar.

Mientras mi mente procesaba toda esta información y esperaba su respuesta una chica de cabellos castaños, de labios rojo furioso pasaba frente a nosotros con su canasta de compras guiñando su ojo izquierdo dirigiendo su sensual coqueto al guapo sujeto a mi lado.

—Sí puede que tengas razón, quizás no le gusten los chocolates con licor —me dice volviendo a ver las cajas de bombones e ignorando el coqueteo de la chica que acababa de recibir.

—Bueno entonces escoge la otra caja —le respondí con seriedad alejándome.

Pero rápidamente me alcanza interponiéndose en mi camino:

—¿Y si fuesen para ti cuáles te gustarían?

Mierda. Estaba muy cerca de mí.

—No me gustan los chocolates —mentí esquivándolo.

—Que extraño, me dijeron que a todos los mortales les gustaban los chocolates.

—¿Mortales? —Dije extrañada y empezando a recordar. —¿Eres tú Loki?

Sonríe levemente con malicia.

—Vaya. Ya era hora.


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La Obsesión del Dios del Engaño - Parte I, II y IIIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora