Capitulo IV: Amor imposible

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Lunes 10:15 am estoy en la tienda, mi compañero de trabajo aún no ha llegado y no me sorprende. Hay un potencial cliente revisando los estantes donde se colocan los nuevos libros que llegan cada semana, lo observo mientras bebo mi café y tengo mis apuntes de la clase de Economía en el mostrador a un costado de la caja registradora. 

Después de cinco minutos inspeccionando los libros el cliente se va sin comprar.  

Ahora si me quedo sola en la tienda. 

Creí que sería otro día ordinario de trabajo así que vuelvo a concentrarme en mis apuntes hasta que suena la campana de la puerta indicando que alguien ha ingresado.

Mierda era él.

Sentía como si el corazón trepara por mi esófago alojándose en mi garganta.  Intentaba tragar pero me era imposible mientras veía como él caminaba con esa encantadora sonrisa hacia el mostrador donde yo me encontraba.

—Bue ... bue ... buenos días  ¿En qué lo puedo atender ?

—Buenos días señorita me gustaría ver los nuevos libros que han llegado por favor.

—Sí claro por aquí. —Dije temblando.

Camino hacia el estante principal de la tienda y el va detrás de mi.  Llegamos y su expresión al ver la biblioteca de libros de diferentes tamaños, colores y autores fue deslumbrante que no paro de sonreír en todo momento.

—Estos son los nuevos libros que nos han llegado señor. 

—Gracias eres muy amable, amo esta tienda siempre que vuelvo a Nueva York tengo que venir a visitarla. —Me dice maravillado hojeando un libro de tapa azul.

—De nada, espero que encuentre algo que sea de su gusto. 

Vuelvo al mostrador y aún no puedo creer que él está a unos metros de mí. Trae su ropa de siempre sus jeans oscuros,  zapatos grises y el suéter azul marino que se asoma levemente bajo su abrigo negro.

Mi corazón ya no se encontraba en mi garganta pero latía tan fuerte como si quisiera escapar de mi pecho y gritarle a todo el mundo mi sentimiento. 

Y como no si el hombre de mis sueños estaba justo ahí. 

Jamás pensé en volver a verlo desde aquella vez. 

Por falta de dinero hubo un tiempo en el cual trabaje los fines de semana haciendo tareas esporádicas fue así como me contrataron para servir en un lujoso evento donde sólo asistiría gente de la alta sociedad. 

Ese día de trabajo fue un total desastre, llevaba una bandeja de plata que arrojé completa al suelo en pleno desarrollo de la fiesta provocando el espanto de todos los asistentes por el ruido de los platos y copas quebrándose. El supervisor quien me acepto en ese empleo enfadado me jala del brazo bruscamente llevándome a la cocina y comienza a gritarme diciendo que no me pagará absolutamente nada por todo lo que había roto. Continuo recibiendo los regaño de quien entonces era mi jefe mientras un hombre alto de cabellos dorados, piel blanca, ojos azules muy bien vestido se acerca.

—No son necesarios los gritos hacia la señorita ni que le se lo descuente yo le cancelo todo.— Le dice aquel hombre a mi jefe que había cesado con sus regaños.

—Disculpe señor usted no debería estar aquí esta es una área restringida sólo para los empleados.

—Si lo sé pero sus gritos se oyen desde mi mesa del otro lado.

—Le reitero mis disculpas señor.— Le dice mi jefe retirándose del lugar.

—¿Te encuentras bien?— Me dice el misterioso y atractivo hombre.

La Obsesión del Dios del Engaño - Parte I, II y IIIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora