Capítulo XXXIV: Sentimiento incomodo.

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Advertencia: Este capítulo puede contener escenas sexualmente explícitas, lenguaje vulgar y violencia. +18

Disfruten

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Hizo tronar sus dedos dos veces.

Es hora de adoptar mi rol de sumisa.

Me levanto de sus piernas poniéndome de pie frente a él, colocando mis manos detrás de mi espalda. Nos encontrábamos en su suite de hotel en una habitación donde había un escritorio, una biblioteca con muchos libros y unos sillones alrededor. El Dios aún se encontraba sentado en su silla de cuero frente al escritorio de madera color negro, con una camisa blanca que marcaba perfecto ese magnífico cuerpo.

— Baja tus calzones. — Deslizo mis calzones por mis muslos, no fue difícil ya que traía una falda corta con pliegues. — Quiero ver tus pechos. — Me deshago de mi blusa tirándola contra el piso al igual que mi brasier.

Él me observa callado con sus ojos colmados de lujuria, se muerde el labio inferior mientras su vista me recorre de pies a cabeza y con sólo su mirada excitante hizo que mi sexo se humedeciera. Por fin se levanta de su silla quedando muy cerca de mí, me sujeta del cuello suave, levantando mi cabeza para que vea sus hipnóticos ojos.

— ¿Confías en mí?

— Sí señor Loki.

— Bien, mantén tus manos atrás de tu espalda.

Se coloca detrás de mí y me sujeta de las manos, rodea mis muñecas con una especie de ¿cuerda? No, se sentía más suave era como una tela de seda. Me anuda fuerte, dejando mis manos atadas quedando totalmente inmovilizada.

Masajea mis hombros despacio bajando por mis brazos, toma mi cabello cerrando su puño jalándome un poco, con su boca recorre mi espalda, besando tan delicioso que me hizo cerrar los ojos.

Vuelvo a abrirlos cuando ya no siento su boca, da la vuelta volviendo a colocar su divina figura ante mis ojos. Comienza a quitarse la camisa frente a mí tan despacio y sexy que odie estar atada de manos, estaba deseosa de volver a tocar cada curva de ese cuerpo. Mi respiración se agitó y un súbito calor se apoderó de mi entrepierna, deseaba a ese hombre tanto que estaba dispuesta a todo por tenerlo entre mis piernas.

— ¿Te mueres por tocarme verdad? — Lanza la camisa al suelo.

— Sí Amo, lo deseo.

— Te dejaré hacerlo en otro momento si te comportas bien.— Suspiro con enfado como si le hubiesen negado un dulce a una niña.— Te escuché... no me gusta esa actitud.

— Disculpe Amo. — Desvío mi vista hacia el piso.

— Tu cara y tu abdomen sobre el escritorio. — Obedezco poniendo mi torso desnudo sobre la fría madera negra entre papeles y cosas de oficina desplegadas en la superficie. Mi culo queda totalmente expuesto ya que mi falda se había subido, se deshace de la prenda tirándola con brusquedad cayendo hasta mis tobillos. Acaricia mis nalgas, sus dedos tocan suave mi vagina mojada, doy un salto cuando comienzan a moverse en círculos sobre mi clítoris.

— ¡No te muevas! — Me da una nalgada fuerte y seca logrando sacarme un doloroso alarido.

Continúa estimulándome moviendo en forma circular sus dedos sobre mi punto más sensible, mis piernas involuntariamente comienzan a temblar, mi sexo se inunda de mis fluidos dejando en evidencia mi excitación sin contar con los agudos gemidos que despedía mi boca.

La Obsesión del Dios del Engaño - Parte I, II y IIIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora