Capítulo 74: La travesía por el Hel

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゚✧Holi, estoy de regreso ;) ゚✧  

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Después de caminar por horas me senté en una roca, de mi bolsillo mágico saqué una botella con agua, bebí sediento hasta más de la mitad. Me sentía exhausto, pero ni el cansancio iban a conseguir que me detuviera. Podía percibir muchas miradas sobre mí a medida que avanzaba, son demonios sedientos de sangre y carne, uno de ellos me lanza una de sus cadenas intentando capturarme, la cadena envuelve mi antebrazo mientras otra cadena hace lo mismo en mi pie derecho, de pronto mi cuerpo está totalmente inmovilizado por innumerables cadenas que aprietan cada parte de mi cuerpo. Forcejo por liberarme de aquellos asquerosos demonios, hasta que lo consigo con ayuda de mi magia y rompo las cadenas haciéndolas caer al piso totalmente destrozadas.

Los horribles demonios no se rinden, saben que estoy vivo y un ser vivo no puede ingresar al Hel, la única forma de llegar hasta el Palacio del Helheim es estando muerto. Por eso vuelven a lacearme con sus cadenas, una de ellas envuelve mi cuello mientras uno de los demonios se abalanza contra mí, consigue morderme desgarrando un pedazo de carne de mi brazo, entierro una de mis dagas con toda mi fuerza en uno de sus ojos.

Vuelvo a ponerme de pie, rasgo mi capa para obtener un trozo de tela para envolver mi brazo ya que este sangra mucho, podía hasta ver mis huesos asomándose por mi antebrazo. Sé que las almas de los muertos tardan hasta nueve días en llegar al Palacio del Helheim y tienen que pasar por diversas pruebas antes de llegar.

— ¡Vengan malditas escorias! — Dije curándome con magia. — Sé que nadie con vida a llegado hasta el Helheim, ¿pero saben qué? Yo seré el primero... — Dije con una sonrisa burlona. — Por que soy Loki, el puto Dios del Engaño. — Unas cuchillas luminosas aparecen en mis manos. — Si quieren morir... entonces vengan. — Desafié a los demonios.

Miles de ellos de abalanzan sobre mi como pirañas hambrientas, con ambas cuchillas dotadas de magia los traspaso uno por uno, cortando sus gargantas, rasgando sus abdómenes, mutilando sus brazos, hasta que se va creando una pequeña montaña de cadáveres. De pronto se detuvieron, ya ninguno se atrevía a atacarme, mi pecho sube y baja inhalando aire, el sudor baja por mi frente cayendo hasta la tierra infértil y seca.

— Cobardes. — Dije haciendo desaparecer mis dagas luminosas, busqué en mi bolsillo otra botella de agua, tomé asiento frente a los cuerpos mutilados de los demonios. Miré hacia el cielo y mis ojos se encontraron un sol muy débil, totalmente gris, levanté la botella viendo a través del plástico.

La verdad es que extrañaba el sol de Midgard. Sí, aunque no lo crean.

Siempre vi con desdén a los humanos, como criaturas inservibles que pueden ser gobernados ya que carecen de fuerza y poderes. Después de que Los Vengadores me dieran una paliza entendí que no hay que subestimarlos. Extraño eso días felices que viví con Lucía, todavía puedo vernos en esas aguas turquesas, rodeada de arena blanca y palmeras, la brisa tibia y ella diciendo mi nombre.

Pero estoy aquí, en este asqueroso y lúgubre basurero, masacrando demonios, aunque por ella soy capaz de esto y mucho más.

Siempre te dije que por ti sería capaz de ir al mismísimo infierno, pues veme aquí Lucía, estoy cumpliendo mi palabra.

Los demonios vuelven a reunirse, sin quitarme la vista de encima, uno de ellos se acerca sigilosamente. Le doy el ultimo sorbo a mi botella y se la lanzo con todas mis fuerzas, impactándole justo en la cabeza.

— Toma... para que aprendan a reciclar. — Las criaturas demoniacas no son muy inteligentes por eso se quedan viendo la botella transparente que si fuese un bicho raro. Aunque no todos son estúpidos, los demonios de rango más altos hasta pueden hablar y comunicarse.

La Obsesión del Dios del Engaño - Parte I, II y IIIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora