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-Katsuki... -susurró el adulto con dolor.

Se arrodilló en frente del yacente muchacho y tomó su mano con mucho cuidado, frunció el ceño y cerró sus ojos con fuerza a la vez que sentía como estos se humedecían de forma instantánea.

-Sebastián, levántate.

No fue una orden, sino una petición de parte del rubio mientras lo miraba con una expresión completamente triste.

-Perdón por no haber venido antes, e-en serio no pude, pequeñín -se disculpó muy avergonzado de sus palabras.

Se levantó de inmediato luego, es que el adulto no respetaba a nadie en el mindo pero la única persona que en serio lo merecía era, en serio le tenía un trato único.

-Sé que tu intención nunca es mala, Karina me dijo todo -respondió el rubio comprensivo.

Colocó su mano herida como pudo sobre la de Sebastián y este agachó su cabeza, era casi como si se estuviese haciendo adoración hacia un rey.

Izuku estaba tan sorprendido de ver a ese hombre tan grande y ancho a su lado, a decir verdad le daba un poco de miedo, más encima había una cicatriz que iba desde su mejilla hasta su cuello, en serio parecía un monstruo si se le veía de lejos.

-Voy a hacer pagar a quien te hizo esto, ya nadie va a volver a hacerte daño, n-no mientras yo esté vivo -prometió con su voz quebrada.

Había evitado un sollozo, cosa que alertó muchísimo al rubio, nunca en su vida lo vio tan triste, tan roto, era algo completamente nuevo.

-No llores, Sebastián, ya estoy bien -trató de tranquilizarlo mientras lo miraba de forma diferente de cuando miraba a Midoriya-. Gracias a ti estoy bien.

El adulto levantó su mirada sin antes limpiarse el rostro con su antebrazo libre y por fin pudo relajarse, Katsuki lo miraba con una expresión tan tranquila que ni se imaginaba que podría tener algún dolor en su cuerpo ni mente.

El rubio quitó su mano herida para volver a dejarla a un lado de su muslo descansando en la camilla y miró hacia la mesita del lado.

-Hay pañuelos en la mesa para que te suenes -dijo el de ojos color ruby.

Y el hombre retiró su mano para alcanzarlos y sonarse como correspondía, hace años que no lloraba y en serio era muy extraño para él también, había olvidado lo que era sonarse luego de un llanto.

-Lo siento por no presentarme antes, soy Sebastián -habló el adulto algo culposo mientras se acercaba hacia el peliverde y le estiró su mano.

-Oh, hola, yo soy Izuku -se presentó de vuelta con una pequeña sonrisa algo nerviosa y correspondió el gesto.

La mano ajena era en serio gigante en comparación a la suya, hasta era más grande que la Bakugou. Midoriya en serio pensaba que ese tipo era tan peligroso por esa mafia pero justo ahora estaba llorando sintiéndose tan sensible por el rubio, era muy extraño para él.

-Es un placer verte al fin -confesó Sebastián con un rostro realmente serio mientras soltaba la mano del chico luego de agitarla ligeramente.

-Es un gusto verlo también -respondió de vuelta sonrojándose un poco.

No sabía que decir ahora mismo y Bakugou lo notó, era un pecoso muy vergonzoso y torpe.

-¿Viniste solo? -preguntó el paciente.

Trató Katsuki de dar impulso para acomodarse bien en la camilla pero hizo una mala fuerza que le hizo doler la herida en su abdomen y gruñó bajo por lo mismo.

-Kacchan, no seas imprudente, no te muevas así -lo regañó el peliverde con un rostro realmente adorable.

Aunque estuviese molesto no dejaba de verse tan lindo a ojos de Katsuki. Entonces levantándose de la silla caminó hasta quedar a su lado y lo ayudó a acomodarse bien.

fuck me, daddy [katsudeku] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora