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Uraraka tomó la micro que la dejaría a cuadras del departamento de la chica que le gustaba y lo hizo rápidamente. La amenazó con llamada de apoderado y anotación el señor de la recepción al verla irse así, pero ya ni sus padres estaban para regañarla, no le importaba nada.

Iba ansiosa en el medio de transporte, tanto que se arrugó toda la falda entre las manos arremangándola de a lados. Estaba con miedo de que alguien le hubiese hecho algo a Himiko, ¿y si entraron y la apuñalaron como a Katsuki? No quería ni pensarlo ya.

Se bajó de la micro casi tropezando y miró las calles para recordar por donde era. La encontró al fin solo por la memoria de la única vez que fue y corrió por la vereda. A nada de chocarse con gente por ahí estuvo, pero no le importaba. Nada era importante ahora, ni siquiera el dolor de cabeza y el cansancio por su anterior crisis, ni sus piernas temblorosas.

-Calle dos, calle tres -decía pasando las calles.

Hasta que vio ese departamento al fin y fue hasta el de la recepción, pero de partida ya le había dado mala impresión por su atrevimiento.

-Himiko Toga, v-vengo a verla -le dijo al gordo hombre.

-¿Qué piso?

-¡No lo sé, no vivo aquí! -le gritó desesperada.

-No voy a atenderla si sigue con esa actitud irrespetuosa -dijo él muy calmado y se cruzó de brazos.

-¡Está sufriendo, le pasó algo! ¡M-me habló mal por llamada! -siguió histérica al ver que el tipo no hacía nada, ni buscar a la residente.

-Debe informarse de cual número de departamento tiene antes de venir acá o de lo contrario no puedo abrirle el portón -explicó el nervios de acero.

Uraraka sacó su celular y le marcó con rapidez para que al menos le informe su piso y número, estaba al borde del colapso.

-¿Himiko, cuál es el número de departamento? -le preguntó rápido al ver que ya contestaba.

La mujer no estaba respondiendo, apenas si se oía su respiración, cosa que hizo a la castaña ponerse ansiosa y rasguñarse las piernas, estaba tan estresada.

-¡Himiko, por favor resiste! -exclamó al celular hincándose en el suelo y apretó la mandíbula-. ¡Dime solo el número!

-Piso dos -dijo el hombre luego de buscar en el computador al ver a la adolescente tan mal-, número doscientos veinte -finalizó para abrir el portón con un botón algo desinteresado.

Uraraka se levantó y fue como una bala por adentro sin siquiera ser capaz de cerrar el portón, los retos de ese hombre tampoco le importaban, debía apresurarse. Subió las escaleras con prisa y llegó al número doscientos veinte; contraseña. ¡Tenía puta contraseña!

Un mensaje le llegó a la castaña y rápidamente leyó, ponía "2, 6, 1, 8", escritos todos hacia abajo, y claramente eran de Toga, su típica escritura.

Ingresó los números y la puerta se desbloqueó, entró dejando abierto y vio a a la rubia en el suelo con una sonrisa mientras tenía la boca con sangre y un charco, muy pequeño, a su lado de lo mismo.

-¡Himiko!

Fue hasta ella y se arrodilló sin tocar la suciedad, después le puso una mano en la cabeza, no tenía fiebre, pero estaba helada y casi como un fantasma de transparente, tenía el celular en su mano con el chat suyo.

fuck me, daddy [katsudeku] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora