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Leticia




Al salir de historia, luego de pasar dos largas horas sentada, solo agradecía que no haya sido tan difícil como espere. Aunque eso no significaba que no hubiera odiado cada segundo de ello.
Tomándolo de experiencia, me demostraba que era lo suficientemente capaz de adaptarme a cualquier situación, pero también me demostraba que era demasiado débil.

Mirando hacia los lados, veía a muchos alumnos correr de un lado a otro, apresurados por llegar a su próxima clase. Por suerte para mi, este día había terminado y podría volver a casa y auto compadecerme de mi maldita suerte.
Aunque antes de volver a la casa debía conseguir algo para comer. Moría de hambre y esa era una de las mayores prioridades a solucionar.

Me dirigí directamente hacia “Jerry foods and drinks” una pequeña cafetería que había visto esta mañana mientras venía hacía el campus.
Tenía ese aspecto pintoresco de los bares de la manada, lo que hacía que me sintiera en casa, pero sabía que este lugar era nuevo y debía ser cuidadosa.

Luego de pedir la ensalada especial de la casa, la cual constaba con pollo crocante y aderezo picante, me puse a observar todo con demasiada determinación.
Los trabajadores usaban un uniforme que parecía haberlos sacado de alguno de los capítulos de sailor moon. Eso era lo único que rompía con el estilo monocromático que poseían.  Las mesas y las sillas eran simples, pero perfectas y la música de los ochenta sonando directamente desde la vieja rocola, me hacía sonreír.

Al pensar en todo lo que pase en estas cinco horas, solo me detuve al recordar al deportista prófugo, tenía que llamarlo y comprobar que aún quisiera los apuntes. Más vale que aún los quisiera, porque había anotado el doble de cosas, solo para que no sintiera que estaba perdiéndose cosas importantes.
Comencé a rebuscar, tratando de dar con el papel en el cual estaba escrito su número de teléfono y al momento en el que di con este, me apresuré a marcarlo.

—Hola. —en el momento en el que escuché su voz, detuve el tenedor a medio pinchar un trozo de pollo.

No era que él me gustará, era atractivo, pero los deportistas no son lo mío.  Pero definitivamente tenía una bonita voz.

—Hola, ¿Eres Santiago?

—Sí, ¿Tú quién eres?

—Cierto, soy Leticia, la chica de sociología. Quería saber si aún estabas interesado en los apuntes, ya que antes parecías estarlo al insistir en que te llamará, cosa que estoy haciendo. —jugaba con una lechuga, mientras lo escuchaba reír.

En realidad creo que esto era lo que buscaba, unos pequeños minutos de distracción, de hablar con alguien que no me conociera y no esperara que fuera una copia perfecta de mi madre.

—Aún lo estoy, de verdad. Y te agradezco que estés llamando, creí que tirarías mi número en cuanto me vieras salir por la puerta.

—¿Por qué lo haría? En algún momento también podría necesitar tu ayuda.

—Tienes razón. ¿Tienes alguna otra clase o podemos vernos ahora?

—No, por hoy soy libre. Estoy en Jerry, podrías venir y de paso te tomas algo. —maldijé un poco al darme cuenta que sonó como una invitación, tal vez me creería interesada. —Odio admitir esto, pero soy nueva en esta ciudad y no me vendría nada mal un amigo.

¡Tonta! Esa era la palabra que más me identificaba ahora. Lo que tenía que hacer era sacar la pata del pozo, pero en su lugar, solo estaba hundiéndola más.

—Estaré allí en unos minutos, no te vayas.

—No lo haré, tranquilo. —colgué y miré la ensalada frente a mi. Apenas la había tocado, a pesar de sentirme verdaderamente hambrienta.

Mientras devoraba sin pudor, saboreando los riquísimos sabores, mi teléfono vibro, junto al vaso de jugo de naranjas.
Tomándolo entre mis manos, sonreí, al comprobar que el emisor del mensaje era Uriel. Extrañaba a mi amigo, pero era consciente de que él ahora tenía una familia de la que preocuparse y eso me enviaba directamente a un segundo o tercer lugar. 

De igual manera, él se encargaba de hacerme saber, que siempre tendría tiempo para preocuparse por mi.

*Uriel: Espero que el día no este siendo una mierda total.

Eche mi cabello hacia atrás, deseando haber traído conmigo una coleta, para poder atarlo en una cola de caballo o en un nudo, pero al no haberlo hecho, solo podía tratar de evitar que continuará pegándose a mi cuello.
Escribí una rápida respuesta, diciéndole que no había estado tan mal y que deseaba que podamos hablar pronto. Tenía tantas cosas por decirle, tantos consejos para pedirle, pero debería esperar.

Suspiré ante la leve brisa, estábamos en pleno otoño, la estación que más amaba en la vida. Ver como los arboles cambiaban sus colores, decorando todo a su paso. A donde sea que miraras habían hojas, verde claro, marrones, naranjas y amarillas. Y aunque muchos lo odiaban, ya que creían que era triste y apagado, no se daban cuenta del paisaje soñado que creaba.

*Uriel: Hoy no podré, estoy junto a Gael trabajando en un nuevo proyecto y ya sabes como se pone.

Dejé a un lado la decepción que sus palabras me causaron, a pesar de que lo sabía desde antes, tenía una leve esperanza de conseguir unas pocas palabras con él.

*Leticia: No te preocupes, ya hablaremos luego. No dejes que Gael se salga con la suya.

Aparté el teléfono de mi y decidí concentrarme en lo que tenía aquí ahora.
Todos teníamos responsabilidades y cosas que nos mantenían ocupados, no podía enojarme porque no pudieran llamarme, al menos me había enviado un mensaje, recordándome que estaba allí para mi.

Tantas cosas bonitas se desarrollaban a nuestro alrededor, que me sentía tonta de solo centrarme en lo malo, pero no aparecía ninguna razón para festejar. 
Dejando la ensalada, o lo poco que quedaba de esta a un lado, tome uno de los libros que había comprado para distraerme.

Estaba decidida a perderme en las paginas de un libro de amor, uno donde siempre parecían encontrar un final feliz, por más oscuro que todo se viera al principio.
Creo que esta era la razón por la que uno de mis tíos solía llamarme Rapunzel. Siempre, desde pequeña fui obediente, responsable. Podía quedarme horas encerrada en casa, soñando con ser la protagonista de alguna de esas tantas historias que devoraba como si fueran chocolates.

Pero ahora había salido al mundo, donde los villanos eran reales, pero los príncipes seguirían en mi imaginación.

Jugando limpioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora