29.

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Christine






Los ruidos en el exterior no hacían sino aumentar, logré oír dos disparos nuevos y solo esperaba que nadie de mi familia resultara herido.
Los conocía muy bien, siempre estarían allí para proteger a uno de los suyos, sin importarles su propia seguridad.

Nunca busqué exponerlos a algo como esto, siempre había sido muy responsable, pero Matías es mi compañero y nunca le daría la espalda por los problemas que sabía que traería a mi vida.
Matías, él también debe encontrarse allí afuera, preocupado e invadido por una culpa que no era suya, sino de este maldito viejo asqueroso.

—Lisandro. — Lo escuché decir, solo para ver al otro hombre adelantarse unos pasos. —Vamos a salir, así que ayúdame a llevar a la perra.

Yo le enseñaría lo que una perra era capaz de hacer, solo tenía que resistir hasta que este maldito efecto desapareciera.
El tal Lisandro, no tardó en acercarse a mí y forzarme a ponerme de pie, presionando con fuerza mi brazo.

—Coopera y no trates de hacer nada estúpido, porque no nos tocaremos el corazón, créeme, vamos a matarte.

—Si creen que podrán hacerlo se equivocan. —Estaba segura de que ambos terminarían muertos. — Mi familia y mi compañero los van a matar. Lo haría yo misma, pero aún no puedo. ¿Qué mierda me inyectaron?

Él no respondió, me ignoró y me arrastró hacia las puertas.
Traté de zafar mi brazo de su agarre, pero no logré hacerlo y solo provocó que el desgraciado, me pusiera un arma en la cabeza.

—Te dije que te comportes, ¿Acaso eres sorda? —sin disminuir su agarre, ni apartar el arma de mí, volteó hacia el que parecía ser el líder. — Los distraeré, aprovecha y ve por el auto, no dejes que te atrapen.

—Antes de que lo hagan pondré una bala en sus cabezas.

—Creo que también lo haré, ya que la chica no parece querer cooperar. —el arma se presionó con más fuerza y con su boca solo un “boom”.

Cerré mis ojos con fuerza, no por miedo, sino por impotencia. No podía entender cómo mi cuerpo seguía sin responderme, de hecho mi boca aún seguía pastosa y me costaba modular bien.
Solo quería recuperarme y arrancarles la yugular con mis propios dientes.

—Aún no he terminado con ella, mantenla cerca y no permitas que la recuperen.

—No está en mis planes hacerlo

—Ahora saldremos chiquita, pero no te preocupes, retomaremos lo que dejamos inconcluso hace un rato. —Sólo él creía que volvería a tocarme. — Ahora tal vez lastime a algunos de tus conocidos.

—No vas a poder. —Aseguré.

—Solo mírame hacerlo.

Cuando salimos al exterior, todo estaba dándose cómo lo había imaginado. La mayoría de mis tíos y mi compañero, luchaban contra los hombres, que suponía, trabajaban para estos dos.
Me sorprendió, aunque no debería ser asi, la rapidez con la cual Johan me había encontrado.

—Mira, ahí está tu novio. — alejé mi mirada del hombre y cambié rápidamente hasta donde Matías nos observaba. —Debería matarlo ahora, sería tan sencillo, pero debo ir por el auto, con el cual te llevaré lejos de aquí.

—¡Montes Acuña! —La voz de Matías retumbó en el lugar.

—¿Vienes por la chica, Prado? — volví a forcejear, pero no lograba zafarme.  —No me sorprende es una fiera cuando quiere.

Lo observé con asco, mientras él se tocaba el labio lastimado.
Tuvo suerte de que no le arrancará un maldito pedazo.

—Espero que no la hayas tocado, sería un problema para ti.

—¿Crees que me asustas? —el idiota tuvo el descaro de reírse. — Cuéntale como se sintieron mis manos en tu cuerpo.

—¡Viejo asqueroso! — grité, provocando que el que me tenía, me diera un golpe con el arma.

—Te dije que te comportes. —murmuró, antes de hablar con su cómplice. — Apresúrate, no es momento para provocar al enemigo, ya nos divertiremos luego.

Deje de observarlos y solo me concentré en Matías y los demás. No veía a Uriel, lo cual me parecía muy extraño.
¿Acaso le había sucedido algo? ¿Lo habrían herido?

—Christine, ¿Estás bien? — preguntó Matías y solo negué.

No podía mentirle, me sentía tan débil, tan insignificante e inútil, profundamente preocupada por todos y con culpa de tenerlos a todos exponiéndose.

—Tranquila lobita, todo estará bien, pronto estarás a salvo.

—¿Por qué le mientes? No estará a salvo, no pensamos dejarla ir. —tuve que torcer un poco mi cuello, por la presión que ejercía en mi cabeza. —Al menos, no con vida.

—Déjala ir Capetti. Tu hijo es otro de los que está en problemas, no le sumes más.

—¿Me estás amenazando? Porque no estás en la posición para hacerlo. Mi hijo solo era un acompañante, él no conducía, pero aún así lo arrestaste. —Así que era otro de los padres. —¿Tienes idea de lo mucho que has manchado su nombre? Cuando logré liberarlo, deberé mandarlo al extranjero, para evitar la vergüenza.

—Tu hijo no saldrá en libertad, es cómplice de un asesinato.

—Si no te callas, tú también lo serás. Si cooperas no la lastimare, pero si sigues con esa maldita y petulante actitud, cargaras toda tu vida con la culpa de haber provocado su muerte.

—¿Quién demonios te crees que eres para amenazar a mi hija? —Mi padre y los demás habían terminado de noquear a los malditos.

—Alguien igual de preocupado por su hijo.

—Papá…— murmuré y él solo sonrió levemente.

—Tranquila cariño, lo tenemos todo controlado.

Pero no era lo que parecía, porque aunque hubieran acabado con los hombres de estos dos, aún sentía el frío metal en mi sien.
No solo eso, mientras discutían, Montes Acuña había logrado escapar y no me sorprendería que en cualquier momento apareciera otra vez.

—¿Cómo van a controlar las cosas para que no presioné el gatillo? ¿Qué están dispuestos a darme para mantenerla con vida?

—Nada. Diría que una muerte rápida, pero en cuanto ponga mis manos sobre ti, te haré arrepentirte por haberle apuntado a mi hija.

Capté a Jack y a Benjamín hablando a un lado. Mientras Jack negaba, repetidamente a lo que fuera que Benjamín decía, este último parecía seguro de lo que iba a hacer.
Michael y Johan, por su parte, se encontraban protegiendo las espaldas de Matías y mi padre, al igual que Cedric y Gael.

—¿Seguro? Porque no creo que logres poner tus manos sobre mí.

—No sabes de lo que soy capaz.

—Si tan seguros están de que me impedirán matarla, inténtenlo. —Provocó.

—De acuerdo.

Fue lo último que escuché antes del disparo.





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