17.

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Christine




Fieles a su palabra, cada día, fuera a dónde fuera, alguno de mis familiares venía conmigo.
Ya habían pasado los días, pero ellos me llevaban al trabajo, luego me iban a buscar. Me llevaban a la puerta de la universidad, me esperaban allí y luego me traían de regreso a la casa. Era sinceramente agotador, porque volvía a sentirme como una niña de doce años.

Incluso ahora, mientras me encontraba rodeada de tías y primas, no dejaban de llegarme mensajes de Matías, de Uriel, de mi padre y de mi padrino. Si esto continuaba de esta manera, no tardaría en explotar.
Pero debí sospecharlo, por esa razón no habían tardado en conseguirme un nuevo teléfono.

—¿Otra vez? Ya apaga ese teléfono. —Laurie puso los ojos en blanco, mientras tomaba el vaso, con bebida color verde y le daba un sorbo. — De lo contrario seguirán controlándote y a nosotras a través de ti.

—Si no les respondo son capaces de recorrer la ciudad hasta encontrarnos.

—Cómo si pudieran. —ella sonrió de manera malvada. —Elegí este lugar porque nunca lo imaginarán. Ellos deben pensar que estamos en el antiguo bar de Beau.

El teléfono volvió a sonar en mis manos y está vez no solo ella bufó, mi madre, Summer y Abril, repitieron el gesto.
Cuando Laurie arrebato el aparato de mis manos, se lo permití , porque ya estaba igual de cansada que ellas.

—Uri te adoro, pero estoy cansada de tus mensajes. Estamos bien, Christine está bien y queremos disfrutar de la despedida de soltera de Samara sin que interrumpan a cada cinco malditos segundos, así que estoy confiscando el teléfono de tu hermana, lo estoy apagando y ustedes están dejándonos respirar. Adiós. —ella apagó el teléfono y lo guardo en su bolso. —Espero que eso lo haga entender.

—¿Creen que también debería apagarlo? —todas asentimos hacía una Samara, disfrazada de novia hot. —Muy bien, me despediré de Ari y lo apagare.

Viéndola teclear rápidamente en la pantalla de su teléfono, bebí de mi propia bebida, necesitando que el alcohol me ayudara a olvidar el caos que era mi vida.

—Hace tanto que no salgo a divertirme y no se porque no lo he hecho. Mis hijos están mayores y mi querido esposo no se atrevería a decirme que no. —Abril se encontraba junto a Megan, ambas moviéndose a la par de la música.

—Jack tampoco diría nada, pero a veces olvidamos que también necesitamos salir de la rutina.

—Las entiendo, cuando regresemos a la manada podemos organizar un día a la semana solo para nosotras.

Ellas a pasar de todo, aún eran mujeres jóvenes, las cuales no solo se veían así, sino que también se sentían de esa manera.

—Yo me sumo, pero saben que traigo conmigo a un enorme perro guardián.

—Abby, mi padrino es intenso, pero te dejaría salir con mamá y las demás sin él. —Laurie se encontraba demasiado divertida como para no sumarse a su conversación.

—Si ese hombre pudiera acompañarme al baño, créeme que lo haría. —no pude evitar imaginar algo como eso. —Y aunque lo ha intentado muchas veces, no se lo he permitido. Ese es mi límite.

—¡Tengo una sorpresa para la novia! — todas miramos con un poco de preocupación a Jade.

Con ella nunca se sabía lo que podía traerse entre manos.

—Te dije que no quiero un bailarín. No me gustan. —Muy bien, Samara no parecía preocupada, sino asustada.

—Lo sé aguafiestas, lo cancele en la tarde.

Jugando limpioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora