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Christine




—Harrison, espero que sea la última vez que seas tan impulsiva. No estábamos en un simulacro, personas pudieron salir heridas, incluso Cinalli casi termina herido por ayudarte.

Observé a mi superior, Cristian Saucedo, sabiendo que merecía este regaño. No solo me había expuesto a mí misma, sino que Elías Cinalli se había expuesto para ayudarme.
Escuché cuando la viga cedió, pero no podía usar mis habilidades lobunas para salirme con la mía. En su lugar, debí permitir que mi compañero me empujara fuera de la zona de peligro.

—Lo siento señor, no volverá a suceder. —me disculpé, molesta conmigo misma, por no haber sido más inteligente.

Llevaba meses preparándome, viniendo a cada entrenamiento, cada prueba, esforzándome el doble para demostrar que podía seguirles el ritmo a los demás. La realidad es que incluso podía ser más eficiente que ellos, pero si lo demostraba, debería contar el pequeño secreto de mi loba y no pensaba hacerlo.
Tampoco era mi primer incendio, había participado de varios, trabajando codo a codo con todos, pero no sabía que me había sucedido hoy. O tal vez si lo sabía, pero me negaba a admitirlo.

Había sentido un leve olor a vainillas, pero rápidamente fue sustituido por el humo. Al principio creí que se encontraba dentro del edificio, pero cuando me di cuenta que nadie estaba allí, fue cuando la maldita viga se rompió.
Mi imprudencia había sido resultado de haber creído que mi compañero se encontraba dentro, sin embargo, él no estaba ahí.

—Estás de guardia esta noche. —perfecto, un castigo era lo que más necesitaba. —Quiero que llenes el informe con lo sucedido, con todo, no omitas nada.

—No se preocupe.

Lo vi darme la espalda y caminar hasta su oficina, mientras sentía la frustración quemar dentro de mí.
Estaba cansada, no era sencillo trabajar en la estación y además estudiar en la universidad. Pero si quería continuar aquí, debía mantenerme al día en mis estudios, evitando las sospechas de mis padres.

Ni siquiera quería pensar como reaccionarían si supieran que me exponía , cuando prometí ser prudente.
No me gustaba mentirles, pero luego de lo que sucedió el año pasado con Lyra, no tenía la intención de ser quien ocasionará nuevamente la preocupación en todos.

Mi padre siempre nos había inculcado a Uriel y a mí, el respeto por el fuego. Siempre nos decía que podía parecer inofensivo al principio, pero que rápido podía salirse de control y ser muy peligroso.
Lo había escuchado, lo había entendido, pero hace meses, cuando llegue a la cuidad, no tarde en inscribirme para trabajar en esto.

Podía ser un poco irresponsable de mi parte el no prestarles atención, pero sentir que ayudaba en algo, me hacía sentir muy bien.

—¿Estás en muchos problemas? — Volteé hacía la voz de Elías.

—Castigada. Tengo que terminar el informe y cubrir la guardia esta noche. —informe con una mueca.

—Lo mismo me dijo, así que nos espera una larga y aburrida jornada.

Al menos tenía a Elías conmigo, él era divertido, por lo que no sentiría tanto el aburrimiento de la guardia.
De igual manera solo quería irme a casa y dormir, para no cabecear en la clase de mañana temprano.

Camine hasta el vestuario y me senté en la banca, sacando el teléfono de mi bolso. Debía informarle a Leticia lo sucedido, en caso de que debiera cubrirme.

*Christine: Me toca guardia. ¿Puedes cubrirme en caso de que llamen mis padres?

La mayoría de la familia se encontraba en la manada, excepto Leticia, Jade y Beatriz, quienes además de estudiar, estaban aquí por sus compañeros.
Solo faltaban dos semanas para que todos vinieran, dispuestos a celebrar la boda de Samara y Aryeh, ya que ella solo había aceptado, con la condición de casarse en la misma iglesia en la que se casaron sus padres y dónde podrían asistir también sus abuelos.

No tenía idea de cómo iba a arreglármela esos días, que excusas inventaría para trabajar, pero aún tenía algo de tiempo para pensarlo.
Cuando el aparato en mi mano vibró, lo levanté y abrí el mensaje de quién es como mi prima.

*Leticia: Si. Cualquier cosa diré que estás en casa.

Teclee un rápido agradecimiento, antes de guardar el teléfono nuevamente en el bolso.
Luego de hacer eso, me eche hacia atrás, apoyando mi cabeza contra los casilleros. No podía dejar de pensar en el olor que había sentido.

¿Acaso mi compañero había estado allí? ¿Estaría herido o simplemente sería un espectador de lo ocurrido? Esperaba que solo se hubiera acercado a curiosear lo sucedido y que se encontrará a salvo.
¿Sería humano como Santiago, Flavio y Drew? ¿O un lobo como Jonás e Iván? No tenía ni una maldita pista, pero gran parte de mí, ansiaba encontrarlo y descubrirlo.

—¿Otra vez de guardia, Christine? —Me mantuve en mi posición, a pesar de haber escuchado a Patricio.

—Está vez por castigo. —Respondí, sin muchos ánimos. —Me porte como una novata, me lo merezco.

—No seas tan dura contigo, todos cometemos algún error. Sino mírame, llevo tres años en esto y siempre termino con alguna quemadura.

Eso era cierto, Patricio era tan despistado que luego de cada incendio lo veía untándose algún ungüento para sus pequeñas quemaduras.
Pero no era mi caso, siempre era muy exigente conmigo misma. O muy perfeccionista, como me decía Elías.

—¿También hoy?

—Si. No es muy grande, pero al parecer choque contra alguna cosa, porque tengo el muslo izquierdo ardiendo.

—Al menos no estás quedándote toda la noche despierto.

—No nos engañemos, tú tampoco lo harás. Supe que Cinalli está castigado contigo, él te cubrirá, siempre lo hace.

Y también era cierto, con Elías teníamos una gran amistad y siempre nos cubrimos el uno al otro.

—Ojalá, porque sino estaré jodida, mi clase comienza a las ocho mañana.

—Estoy seguro de que no tendrás ningún problema. Tal vez llegues algo cansada y contracturada, pero que dormirás, dormirás.

—Si no llaman por otro incendio.

Esta última semana, habíamos apagado un total de doce incendios. La mayoría era accidental, pero cuatro de ellos habían sido provocados, por lo que Saucedo debió reunirse con el jefe de la policía.

—En ese caso, todos deberemos estar aquí.

—Aprovecha y ve a descansar, yo empezaré el bendito reporte, antes de que Saucedo se de cuenta y me asigne la guardia de los próximos días también.

—Con el humor que se carga estos días, lo mejor es no probar suerte.

Lo sabía. Al parecer está ola de incendios, tenía a nuestro jefe con un jodido humor de perros y no dudaba en ladrarnos órdenes, a cada rato.
Lo mejor era ponerme a trabajar, antes de que me viera holgazanear.






Jugando limpioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora