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Leticia





Había metido la pata.
Muchas veces mi gran bocota me metía en graves problemas y esta vez no sería diferente, ya le había contado mi secreto a Drew, quien prometió no decírselo a nadie, ni siquiera a Santiago. Él prometió darme el tiempo para estar lista y hablarlo con su amigo, sin embargo, debí contarle a detalle de que trataba mí realidad.

No fue sencillo explicarle cómo nos transformábamos, ya que él tenía una idea bastante errónea, generada a causa de demasiadas películas.
Fue algo divertido de cierta forma decirle que no éramos un par de salvajes, como él creía. Le expliqué que mi padre, sus amigos y cada lobo que conocía era alguien respetable, educado y digno de confianza.

Pero a pesar de haber logrado convencerlo, voy y abro la boca, soltándole a Santiago, cosas que no debería.

—A ver Leti, tenemos que hablar. — traté de mantenerme tranquila, pero me sentía nerviosa, no estaba lista para confesarle todo.

—¿Sobre qué?

—Algo que me dijo Drew y que no deja de dar vueltas en mi cabeza.

Sus palabras solo aumentaban mí nerviosismo, no podía ser que Drew le haya contado, él me lo había prometido.
¿Pero podría confiar de verdad en él?

Sintiendo como mis piernas temblaban cómo si estuvieran hechas de gelatina, caminé hasta el sofá y me senté junto a él.

—Te escucho, ¿Qué fue lo que te dijo Drew?

—Estuvimos hablando de tu salud, mientras estabas al teléfono. — asentí, arrepintiéndome de haberlos dejado solos. Lo peor es que la conversación con mi madre no cambio nada, ellos vendrían y se acababa la discusión.

En eso mis padres eran exactamente iguales, cuando algo se les metía en la cabeza, no había poder humano o divino que pudiera sacárselo.
Como decía Jack, mis padres eran el uno para el otro, aunque no tuvieron un comienzo muy bueno.

—Él cree que estás descuidándote, que deberías comer y dormir mejor, porque puede ser por esa razón que te pongas mal. — suspiré, Drew no le había dicho nada, él cumplió su promesa.

—A decir verdad estos días no he estado comiendo muy bien. —mentí y esperaba que esta vez no se diera cuenta.

—¿Por qué no?

No iba a mentirle sobre todo, él estaba esperando que me abriera y le contará mis problemas. Tal vez desahogarme serviría de algo.

—Ya no lo soporto, odio la realidad en la que me encuentro. La idea de levantarme cada día y asistir a la universidad, escuchando cosas que escuché durante la mayoría de mí niñez, ya sea de boca de mí madre o mí abuelo me frustra. Creí que podría soportarlo, que llegaría a tolerar al menos un año esto, pero no puedo. — decirlo era como quitarme un gran peso de encima, soltar todo eso que guardaba dentro de mí por miedo a lastimar a los demás. — De verdad ya no puedo, pero debo hacerlo o de lo contrario podría decepcionar a las personas que quiero.

—¿Crees que querrían que te sacrifiques?

—No. No creo eso, pero tampoco conoces a mí mamá  — aún… pensé, ya que no tardaría en aparecerse — No me dice :” Leticia estudia derecho”, pero tiene pequeñas maneras de darte a entender que eso es lo que quiere. Y no es desde ahora, lo viene haciendo desde que tengo uso de razón.

—Pero creo que deberías hacerles entender que esto no es lo tuyo.

—Creí que podría serlo, pero ya no puedo.

De nada servía seguir engañándome, me estaba volviendo loca. Era verdaderamente frustrante incluso sentarme y leer un libro, tratando de entender lo que allí decía. No es que fuera difícil, pero simplemente no me interesaba.
No me interesaban los códigos, los artículos y cada ley nueva, yo quería otra cosa para mi vida.

—¿Y seguirás aferrándote a esto?

—No lo sé.

—Escúchame Leti, decidas lo que decidas, me tendrás apoyándote, estoy contigo en esto. — era bueno escucharlo decirme algo así y en verdad lo esperaba, no solo en cuanto a mí carrera, quería que esté conmigo incluso al saber la verdad sobre mí.

—Gracias. — no dudé en inclinarme y besarlo.

Me sentía apoyada por él, por primera vez en mucho tiempo no me sentía sola.
Tenía a mis padres, a mis tíos y a mis amigos, pero esto era diferente porque él sería mí compañero por el resto de mi vida y el sentirlo apoyándome era increíble.

Me apoyé sobre él, dejándome llevar por su respiración, él me relajaba.

—Ahora trataré de preparar algo para que cenemos juntos. —beso la cima de mi cabeza, antes de acariciar mí cabello. —Voy a asegurarme de que comas y mucho, a ver si así comienzas a mejorar.

—Lo hago al saber que te preocupas por mí.

—No vas a librarte de ello, el futuro doctor dijo que debías comer y voy a encargarme de ello.

—Ya lo dijiste.

—Solo quiero asegurarme de que lo comprendas.

—Te quiero. — hoy estaba diciéndole muchas verdades, a pesar de que también dije una o dos mentiras.

Lo quería y de no estar él aquí conmigo ahora, no se que haría. No solo me apoyaba, sino que me distraía de todo lo que nos rodeaba. Sí, tenía sus propios dramas, pero eso no me importaba.
Además debía aprovechar para estar junto a él el mayor tiempo posible, porque una vez que mis padres lleguen, eso sería algo bastante imposible.

—También te quiero, por eso quiero cuidarte. Estamos juntos Leticia, por lo que sabes que me importas y no me iré de tu lado.

—Me gustaría que siempre sea así. —pero sabía que le costaría aceptar que soy una loba.

Aunque Drew lo tomo bien y tal vez Santiago también lo haría. Ojalá fuera así.

—Deja de pensar cosas tristes. —quería hacerlo, pero no podía, tenía miedo de muchas cosas.



                 1.

Jugando limpioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora