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Leticia







Pasé la mayor parte de la mañana junto a Santiago y los chicos, bromeando sobre el malestar con el que habían despertado y sobre el mejunje milagroso , bueno supuestamente milagroso, que Drew les dio a beber. Era una cosa con muy mal aspecto y un olor aún peor, por lo que no podría tomar eso ni jugando.
Pero la verdadera razón por la que no me fui enseguida, era usar eso como excusa para no ir a casa. Aún no sabía si mi madre había podido convencer a papá de aceptar a mi compañero o si debería llegar y tomar las armas para luchar por darle un lugar a Santiago.

Mi padre siempre había sido un poco difícil de tratar, para los demás, pero nosotros teníamos una relación muy buena, en la cual siempre encontrábamos la solución a cualquier problema que nos estuviera molestando.
Pero cuando llegué a casa, mi padre se había atrincherado, como un niño pequeño, tras la puerta de su habitación, mientras mi madre solo decía :” dale tiempo a que se calme”.

Yo podría darle todo el tiempo del mundo, pero necesitaba al menos una pequeña muestra de comprensión. Si volvía a actuar como la última vez, iba a tener que tomar una decisión, la cual podía ser o no tan buena.

—¿Qué fue lo que dijo el médico? Sé que esperabas a que el tonto de tu padre estuviera presente para contarnos todo, pero él está escuchando. — mi madre se encontraba molesta por la actitud infantil que mi padre había tomado, pero no podía obligarlo a salir.

—Me hizo algunos estudios y luego de unas horas se acercó y me dijo que tenía estrés. Para ser sincera, al principio me sentí insegura, no creía que el estrés me provocará todo eso, pero luego comprendí que cada síntoma se daba cuando más nerviosa me sentía.

Y lo más extraño es que haya tardado tanto tiempo en darme cuenta. ¿Quién sabe cuántas veces lo he sufrido en el pasado y lo tomaba como algo normal?
La única diferencia entre esta vez y las demás, es que con mi transformación, comencé a asustarme.

—Es bueno saber que no es nada grave, cuando Uriel habló con nosotros y tu padre enloqueció, me fue inevitable preocuparme. Dios, incluso me vi tentada a llevarte de regreso y mantenerte bajo mi cuidado.

—No hace falta, ya te lo he dicho, no es nada. Además, bueno aquí está Santiago y no quiero estar lejos de él.

Ahora que las cosas se habían resuelto y que él ya conocía mi secreto, podía por fin actuar libremente con él.
Ahora no había nada que ocultar y que sintiera que a larga nos separaría.

—Imaginé algo como eso. Cuando conocí a tu padre lo odie, pero no podía mantenerme lejos de él, sin embargo lo intenté. En un impulso me fui a trabajar a otra ciudad, creyendo que podría estar sin él, pero solo nos lastimé a ambos. —Negó, poniendo sus ojos en blanco, antes de señalar hacía el pasillo que llevaba a las habitaciones. — Es por eso que no entiendo que luego de ver lo que sufrimos al estar separados, ahora hiciera una locura, como transformarse frente a un chico. Él conocía los riesgos que ello conlleva.

—No es lo mismo, dulzura. En ese entonces, sabía que lo solucionaría, pero ahora no se trata de nosotros dos, sino de mi hija.

—¿Así qué decidiste salir y disculparte con nuestra hija? — mi madre se cruzó de brazos, mientras lo observaba.

No acostumbraba verlos discutir y mucho menos por mi culpa, pero estaba claro que él no iba a escucharme. No a mí.

—Leticia me disculpó por haberme convertido en lobo frente al cobarde de tu compañero. — soltó la última palabra como si hubiera probado lgo en verdad asqueroso. —Pero no dudes en que si volviera a encontrarlos en esa posición, haría exactamente lo mismo e incluso lo atacaría.

—¡Papá! ¿Te estás escuchando? No puedes hacerme esto, tú mejor que nadie sabe lo que significa un compañero para un lobo, ¿Por qué quieres espantar al mio?

—Acabas de llegar aquí y ya lo encuentras. ¿No podías esperar al menos unos meses?

—Llevo tres meses aquí.

—Yo me refería a unos doce o treinta y seis. — lo observé, no pudiendo creer lo que estaba escuchando, sin embargo sabía que decía esto con total convicción.

Si por él fuera me quedaría soltera por el resto de mi vida y aunque sabía que este día terminaría dándose, prefirió creer que tardaría mucho más en suceder.
Pero incluso sus celos no detendría que mi relación con mi compañero continuará avanzando cada día un poco más.

—Espero que entiendas que aunque no lo quieras, estaré con Santiago. Él es mi compañero y estoy enamorada de él, así que puedes ser feliz por mí y apoyarme o enojarte y darme la espalda, pero eso no va a cambiar nada. Estoy decidida a estar con él.

Nuestras miradas chocaban y no iba a bajarla, no esta vez. Todo lo que había sucedido, me enseñó a que no puedo poner la felicidad de los demás sobre la mía.
Los amo, pero no voy a volver a ser miserable solo para hacerlos felices, porque claro está que ellos no lo harían por mí.

—¿Qué sucederá con la universidad? — él estaba tratando de cambiar de tema, pero de cualquier manera, también deberíamos tratar esto.

Pasee mí mirada desde él hacía mi madre y me arme de valor para decir sin ningún tipo de vacilación:

—No seguiré con derecho. Lo intenté, traté de hacerlo por ustedes, pero no funcionó, esta vez haré lo que quiero hacer. — cuadre mis hombros y levanté mí cabeza. — El próximo año me inscribiré en Kinesiología.

—Siento mucho que creyeras que debías hacerlo por nosotros, siempre creí que estabas feliz con seguir esta carrera. Pero no voy a molestarme o darte la espalda, eres mi hija y te apoyaré con lo que quieras hacer. —mi madre se puso de pie y caminó hacía mí. —Convencer a tu abuelo será más difícil, él planeaba se sumarte a su firma, pero estará bien.

—Sé que él me comprenderá, el abuelo siempre se preocupa por mi bienestar.

—Te apoyaré Leticia. —dijo mi padre, pareciendo que decirlo dolía. —Si quieres estudiar eso, te apoyaré sin dudarlo y también lo haré con el mocoso.

—¡Papá!

—Estoy aceptando darle una oportunidad a tu compañero, solo espero que se comporte.

—Quien no se comportó la última vez fuiste tú.

—Esta vez será diferente. — la sonrisa que me regaló me puso nerviosa y no solo a mí.

—¿Qué hiciste Nathan? — preguntó mi madre, un poco molesta.

—Ya lo sabrán.

—Por favor papá, dime qué no hiciste nada malo.

—Por supuesto que no, solo una cena. Quiero ver si tu compañero también nos dará una oportunidad.

—¿Nos? — pregunté sintiendo un mal presentimiento.

—Claro, somos una familia, debe aceptarnos como tal.

El mal presentimiento no desaparecía y sabía que papá había hecho algo que le daría problemas luego, o a mí.  Pero ahora mismo no tenía ni una pequeña idea de que era.

Jugando limpioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora