Santiago
En el momento en el que vi a Leticia, sentada en el frio suelo de la universidad, supe que algo andaba mal. Solo basto acercarme para comprobarlo, sus mejillas, enrojecidas, por la alta fiebre y sus ojos llorosos, dejaban a la vista que se encontraba bastante enferma.
Así que cuando me pidió ayuda para salir, no lo dudé, me saltaría el resto del día pero me aseguraría que ella se encontraba bien.Caminé con ella hasta mi auto y la acomodé en el asiento del pasajero. Mientras me apresuré al asiento del conductor, ella pareció volverse una bola y apretar sus brazos a su alrededor con fuerza.
La observé suspirar y quejarse, pero no tarde en darme cuenta de que estaba dormida y al posar mi mano sobre su frente, pude notar como la fiebre solo parecía aumentar.Eso fue todo lo que necesite para comenzar a conducir hasta mi apartamento, ella necesitaba descansar y no tenía idea de donde vivía.
Las calles, gracias al cielo, no estaban tan congestionadas como horas antes, por lo que no tardé demasiado en llegar. Una vez que me paré frente al edificio de ladrillo y puerta negra, tan familiar para mi, la tomé en mis brazos e ingresé.No fue sencillo, vivíamos en un segundo piso, tampoco mientras chocaba con Flavio a mitad del pasillo y me miraba, pidiéndome una justa explicación.
—¿Qué esta pasando? ¿Quién es? —preguntó finalmente, alzando una ceja.
—Se sintió mal, llama a Drew y dile que venga.
Drew Estévez, era nuestro otro compañero, el más responsable de los tres.
Estudiante de medicina, el cual pasaba más tiempo metido con la nariz en un libro, que de fiesta, aunque también tenía sus momentos. Sin embargo, ahora él era a quien más necesitaba.No escuché la respuesta de Flavio, ya que no tarde en entrar al apartamento y llevar a la pequeña castaña, directamente hasta mi habitación.
Estaba colorada, con su rostro demasiado caliente, pero lo que más me preocupaba eran las cosas que decía. Había empezado a hablar sobre sentirse atrapada por el destino, pedir una y otra vez a una diosa, la ayuda para transitar todo esto.Me preocupaba, porque era evidente que estaba delirando, así que lentamente me acerque a ella y al hacerlo, su puño se cerró en mi camiseta y me atrajo hacía ella, hundiendo su rostro en mi cuello.
—Hueles tan bien, es un aroma tan dulce, tan delicioso como la piña. Siento ganas de probarte. —susurró con los ojos cerrados, antes de volver a caer sobre las almohadas.
Negué y sonreí, ella era la verdadera dulzura aquí.
Mientras la observaba acostada sobre mi cama, podía sentir cumplido el sueño de hace semanas, o al menos algo cumplido. Aunque estaba sobre mi cama, con su hermoso cabello extendido sobre mis almohadones, solo le faltaba el bonito sostén rojo. De solo pensar en ello…¡No! No estaba bien pensar en ella de esa manera cuando se encontraba mal de salud.
En ese momento, entró Flavio, seguido por un Drew medio dormido.—¿Qué sucede? —preguntó antes de fijar la mirada en Leticia. —¿Qué tiene? A ver, hazte a un lado.
Me empujó, comenzando a revisar a Leticia. Ella seguía dormida, suspirando de vez en cuando, pero al menos ya no hablaba.
—Debiste llevarla a un hospital. ¿Qué dirá su familia cuando sepa que la trajiste directo a tu cama?
—Cállate Flavio.
—O’Donnell ya nos aviso, nos metemos en algún problema y nos olvidamos de jugar el próximo partido.
Lo que menos me importaba ahora, era lo que el entrenador había dicho. Leticia estaba mal y no tenía a nadie más que la ayudará, solo a mi.
—No vamos a meternos en problemas por ayudar a alguien. Solo mírala, esta tan indefensa, es como una princesa.
—Eso decías de la hiedra y mira como acabo. —rodé mis ojos, no podía comparar a Leticia con Rebeca. Ambas eran demasiado deferentes, como el día y la noche.
Ahora, mientras los días junto Leticia avanzaban, pude notar cuan diferente era a mi ex. Donde una era insensible y superficial, otra era dulce, divertida, directa y humilde.
—No se parecen en nada.
—¿Quién es la chica Santiago? —Drew vino hacia ambos, sacudiendo el termómetro en sus manos.
—Su nombre es Leticia, es una buena amiga.
—De acuerdo. Tiene una fuerte gripe, voy a ir a conseguir algunos antibióticos, tú procura bajar esa temperatura. En lo que voy, empieza a ponerle paños fríos.
No tarde en correr hacía la cocina y llenar una fuente con agua helada. No tenía ningún paño, pero mientras volví a la habitación, tuve una idea.
Tomé una de mis camisetas y desgarré una de sus mangas, antes de introducirla en el agua helada.Cuando la escurrí y la apoyé en su frente, ella soltó un pequeño quejido y se estremeció.
Volví a repetir esa acción, una vez que este estaba calentándose, pero sentía la aguda mirada de alguien detrás de mi.Cansado de esto voltee y me encontré a Flavio apoyado en el marco de la puerta.
—¿Qué sucede? —pregunté cansado de este maldito cuestionamiento.
—Nada.
—Di lo que estas pensando, sabes que prefiero que seamos directos.
—Te vas a meter en problemas por esto, de verdad debiste llevarla a un hospital.
—Ya escuchaste a Drew, solo es una gripe. Si la llevaba al hospital, la enviarían a casa en un abrir y cerrar de ojos.
—Exacto, no es tu responsabilidad cuidarla. Alguien seguro se haría cargo de ella.
—Esta sola en la ciudad, sus padres viven en un pueblo a tres días. Además; hago esto porque quiero. Quiero cuidarla y ver que este bien, por si no te diste cuenta aún, ella me importa y no la pienso dejar sola.
—Lo que digas. —soltó con desdén, antes de salir.
No entendía que le sucedía, el porque de su actitud, pero no tenía tiempo ni ganas de ponerme a pensar en ello.
Mientras reemplazaba una y otra vez los paños en su frente, no lograba borrar de mi mente sus palabras. Ella, aunque delirando por la fiebre, admitió sentirse atraída por mi olor.Estaba loco, pero quería que vuelva a decirlo, pero esta vez con todos sus sentidos.
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Jugando limpio
LobisomemLeticia Fenn sabía tres cosas con seguridad: 1-Su futuro había sido decidido desde que nació. 2-No podía luchar contra este, sin lastimar a las personas que más amaba. 3-La cuenta regresiva había comenzado y solo le quedaban horas para enfrentar su...