5.

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Drew


 

Mi cabeza estaba a punto de explotar.
Tenía pequeñas visiones de una pequeña rubia a la cual no lograba verle el rostro, solo la escuchaba decirme: “Anda bebé, bebé, bebé”, mientras me entregaba una tras otra botella de tequila.

La pequeña habitación casi oscuras, tenía la mayoría de mi ropa desparramada en el suelo, la cual solo podía observar, aún sentado en esta vieja cama algo sucia.
¿Qué mierda había hecho? ¿Enrollarme con alguien? Él demonio solo lo sabría, pero apostaba mis manos a que sí.

Bien hecho Drew, no sales en mucho tiempo y al hacerlo, regresas de cabeza a los viejos hábitos.
¿Pero porqué se habrá ido?

La mayoría de las veces, cuando compartía mi cama con alguien, está se quedaba al menos para decirme su jodido nombre. Pero está vez, mi escurridiza rubia, de rostro desconocido, tuvo otros planes.
Poniéndome de pie, comencé a vestirme, con intención de regresar a la fiesta y ver si podía encontrarla. Tal vez había vuelto a registrar las alacenas.

Pero cuando abandoné la tranquilidad del cuarto, saliendo al caos de música electrónica sonando a todo volumen, aumentando el dolor que amenazaba con partir mi cabeza en dos malditos pedazos, me di cuenta de que la mayoría de los invitados ya se habían ido.
¿Cuánto tiempo estuve dormido?

—Hasta que apareces maldito imbécil. — rasqué mi cabeza, sin voltear hacia Flavio. —Nos esforzamos armando está fiesta para ti y tú te pierdes la mayor parte del tiempo. ¿Dónde mierda estabas?

—No empieces, la cabeza me está por explorar. — Le advertí, listo para regresar al apartamento.

La fiesta para mí estaba acabada y por lo que podía visualizar, mi chica esquiva y fugitiva, también había desaparecido.

—Te lo mereces, ¿Qué mierda tomaste?

—Tequila.

Esa maldita bebida que aunque sabía que era una especie de criptonita para mi cuerpo , seguía consumiendo, de manera masoquista en ciertas ocasiones.
Era alguien responsable, pero eso no quitaba que siga siendo alguien joven, que tiende a caer y cometer algunas locuras.

—Me parecía, te ves como la misma mierda.

—Así me siento. —y estaba minimizando mi estado actual. —Oye, ¿No has visto a una chica rubia vestida con un vestido blanco?

—He visto como diez chicas así, todas disfrazadas de angelitos. Sin embargo yo solo pude centrarme en la chica disfrazada de Merlina. — él volteó y encontró con la mirada a Beatriz, quién levantó la mano en un saludo rápido. —Ella está tan jodidamente loca.

—¿Lo dice el chico disfrazado de hombre lobo? — él tenía que superar esto, ya debería hacerse a la idea de que no se convertiría en uno, ni ahora, ni nunca.

Admito que cuando supe la verdad sobre Leticia, me sentí algo asustado, aunque pude disimularlo, gracias al cielo, porque ella ya se encontraba bastante nerviosa y si me veía asustado, podría estresarse más.
Fue difícil hacerme a la idea de cada detalle que me contó sobre su especie, pero era alguien de mente abierta y sabía que no éramos los únicos caminando sobre la tierra.

Para Santiago aceptarlo fue un poco más difícil, él se sentía intimidado , temeroso de lo que esto podría atraer. Pero una vez que puso sus miedos y sus sentimientos por Leticia en una balanza, pudo sobrepasar ese mal momento y ahora estaban juntos y felices.

—Me veo bien, a mi chica le gustó. —dijo encogiéndome de hombros. —Pero no nos vayamos de tema. ¿Conociste a alguien?

—Puede ser.

—¿Cómo se llama? Capaz la conozca. —ese era el problema, no recordaba nada..

Cuando pensaba en ella, lo único que venía a mi cabeza era su cabello, su vestido y la botella en sus manos.
Froté con fuerza mi frente, sintiendo la impotencia de no encontrar un recuerdo decente.

—No tengo idea. — Admití, provocando que el imbécil junto a mí no dejará de reírse. —No es divertido, mi cabeza es un desastre en este momento.

La sentía como un circo y podía observar a los payasos haciendo malabares con los recuerdos,  los que tanto quería alcanzar.
No recordaba nada de lo que habíamos hecho y eso era lo más me motivaba a buscarla. Era un poco obsesivo y conociéndome, no descansaría hasta recordarla.

—No importa, si no la recuerdas es porque no  fue importante.

—Voy a volver al apartamento, estoy cansado. —No estaba listo para hablar de cuan importante era o dejaba de ser la chica, no cuando no sabía quién era.

—Estás borracho, te llevaré. Espera iré a buscar a mi Merlina. — traté de negarme, pero era tarde, él ya había corrido hacia Beatriz, quién nos observaba de manera atenta.

 Seguí paseando la mirada por los alrededores, observando con detalle cada rincón de la sala, tratando de verla, pero fracasando de manera miserable.
Ella no estaba aquí, se había escapado en algún momento, convirtiéndose en una especie de Cenicienta y en lugar de su zapato de cristal, me había dejado una maldita resaca para que la recordará.

—¿Estás listo? Me dijo Flavio que te emborrachaste y que te enrollaste con una chica a la que no recuerdas y por eso ahora te sientes un poco deprimido y quieres regresar a casa. —iba a matar a Flavio. — Pero no tienes que sentirte mal, seguro los recuerdos volverán cuando el alcohol baje.

Busqué con la mirada a mi amigo, no encontrándolo, en su lugar, solo estaba su novia.

—Estoy bien, tranquila. ¿Y Flavio?

—Fue a buscar el auto. — explicó, comenzando a caminar hacia la salida. —¿Y cómo era la chica?

—Una pequeña rubia vestida de blanco, sé que pasé la noche junto a ella, pero no recuerdo nada.

—Vi a muchas chicas vestidas así, la mayoría eran angelitas, las cuales trataban de ligar con mi novio. — reprimí un suspiro, este iba a ser un viaje muy largo.  —Chicas tontas, porque debían darse cuenta de que estaba conmigo. Fue bueno que no me sintiera molesta o podría haberlas lastimado.

—Dudo que Flavio las haya visto, él se siente muy atraído por ti. —No iba a enojar a la chica loba, no a esta.

—¿En serio lo crees? ¿Te dijo algo? — tenía que llegar al auto, no comprendía cómo Flavio no le tenía miedo.

Ahora, vestida como Merlina Adams, sonando como una chica peligrosamente celosa, era la persona más intimidante que he visto en el último tiempo.
Lo peor es que no tenía razones, Flavio estaba loco por ella.

—Lo dijo. Siempre lo dice. — aseguré, deteniéndonos frente a la casa.

Cuando el auto se detuvo frente a nosotros, subí en el asiento trasero, mientras Beatriz se lanzó al asiento del acompañante.
Tenía que llegar a casa, tomar algún analgésico, dormir un poco y mañana trataría de ver si podía recordar algo nuevo.

Jugando limpioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora