23.

965 145 7
                                    

Matías




Me encontraba teniendo una conversación con Robert, acerca de la manada a la que pertenecían, mientras esperaba a que Christine acabará la llamada y regresara. Habíamos pasado cada minuto juntos, pero aún así no se sentía suficiente.
Sin embargo, a mitad de la conversación, Beau caminó, con una expresión preocupada, hacia nosotros.

Podían llamarme paranoico, pero algo en su comportamiento, me provocaba preocupación.
Observé más allá de él, para ver si podía vislumbrar a Christine, pero no la veía y eso me generó aún más malestar.

¿Cuan importante podía ser aquella llamada? ¿Y porqué estaba demorándose tanto?

—Algo sucedió. — Comenzó a explicar Beau.

Yo sabía, algo dentro de mí sabía que algo malo estaba sucediendo.
Compartí una mirada con Robert y volvimos la atención a Beau, instándolo a continuar.

—¿ Christine? —Preguntó mi suegro, sintiendo el mismo mal presentimiento que yo.

—Me pidió las llaves del auto, en medio de una crisis de nervios.

—Dime qué no se las diste. —Pedí, aunque sabía que era en vano.

—No sé las di. —Respondió y sentí una leve tranquilidad, hasta que continuó. —Ella no me dio tiempo, simplemente las arrancó de mis manos y corrió hacía mi auto, gritando que había un incendio con niños atrapados.

¡Mierda! ¿Cómo pudo irse sin decirnos?
No hizo falta pensar mucho la respuesta, ya que ella sabía que probablemente hubiéramos intentado retenerla de exponerse a tal peligro. No solo eso, ella habrá sospechado que Beau nos informaría, ahorrándose así tiempo, para llegar cuanto antes al lugar.

—¿Dónde dijo que era el incendio? — pregunté, listo para ir hacia allí.

—No me lo dijo, solo me repitió que había niños atrapados en un incendio y que al parecer no estaban dando a basto para sacarlos.

Deje de escuchar a Beau y corrí hacia la entrada, viendo como el auto avanzaba a una gran velocidad.
Detrás de mi aparecieron Robert, Beau y un Uriel, que no dejaba de pasear la vista entre los tres.

—¿Qué sucedió?

—Ellos te informaran, necesito comunicarme con tu hermana y saber a dónde va.

Él parecía listo para decir algo, pero caminé más allá de ellos y comencé a marcar el número de mi compañera, reiteradas veces, las cuales no tardaron en recibir el mensaje del maldito contestador.
Me sentía molesto conmigo mismo, no debería haberme alejado de ella, pero no creí que pudiera irse, sin alertar a alguno de sus familiares.

—¿Terminaste de intentar comunicarte con mi hermana? Porque Christine no te responderá. No porque no quiera, sino porque cuando mi hermana se concentra en algo, olvida todo lo demás y ahora, debe estar concentrada en llegar y ayudar a rescatar a los niños.

Lo sabía, sabía que ese era el eje de su atención, pero aún así debía intentarlo y saber a dónde estaba ahora.

—Tengo que llamar a la estación y ver si recibieron la alerta por el incendio.

—No hace falta. —Lo observé con desconfianza, pero él ni se inmutó. —Cuando le conseguí el nuevo teléfono me encargue de poner un mini rastreador en él, por lo que sé dónde está.

—¿Ella sabe de esto?

—No necesita saberlo.

Y tenía razón, porque en este momento debíamos llegar al lugar , cuánto antes.

—Muy bien, entonces vayamos.

—Espera. Mi padre fue a buscar a los demás. —Eso podría llevar mucho tiempo y no lo teníamos. —Por si no lo notaste, somos una unidad.

—Lo noté y lo valoró, pero ahora necesito ir con mi compañera.

—¿Crees que esto ha sido provocado por el tal Montes Acuña, cómo una forma de atraer a Christine y así poder dañarla?.

Eso es exactamente lo que estaba intuyendo y tenía los pensamientos que se formaban en mi cabeza.
Esperaba que ninguno se hiciera realidad o sería hombre muerto.

—¡Estamos listos, andando! — asentí hacía Robert, prefiriendo no responder la pregunta de Uriel.

En el auto que estaba detrás de nosotros, se encontraban Jack, Ryan, Nathan y Michael. Mientras en el mío se encontraban, Logan, Robert, Benjamín y Uriel.
Me imaginaba que nadie dentro del salón sospechaba lo que sucedía, a excepción de Beau. Los había llegado a conocer y al igual que yo, mantendrían cosas en secreto para no preocupar a sus compañeras.

—Aún estoy esperando tu respuesta.

Uriel no se detendría hasta que confirmara sus sospechas.

—Si lo creo.

—¿De qué están hablando? — mantuve mis ojos en el camino, mientras Uriel observaba su teléfono.

—Hogar de niños Santa Martha. —me informó, antes de voltear hacia su padre. — Creemos que esto es una trampa para atraer a Christine y así dañarla.

—Es lo más probable. — Benjamín se sumó. —Este tipo de personas conoce la rutina de los que quieren atrapar y saben que Christine no dejará de cumplir con su trabajo.

—Y el que haya niños incluidos, es la carnada perfecta para atraparla.

Me desconecte de su conversación, solo concentrándome en el camino. No los oía, no los percibía siquiera, solo tenía una cosa en mente y era evitar que mi compañera resultará herida.
Para cuando llegamos, el lugar era un infierno. Las llamas parecían querer devorarse todo a su paso, mientras un par de bomberos sostenían dos mangueras hacía la entrada del hogar. Las personas no dejaban de agruparse, pidiendo que hicieran algo, solo permaneciendo en su lugar, por la intervención de mis compañeros de trabajo.

Le hice una seña a un par de oficiales, informándoles que los demás venían conmigo y avance hasta donde Saucedo, quizás por primera vez en años, estaba concentrado en ayudar a mantener la entrada despejada.

—Saucedo, ¿Dónde está Harrison? — pregunté, consiguiendo un bufido de su parte.

—Está adentro, por si no lo ves, estamos muy ocupados aquí, por lo que lamento no prestarme a tus juegos.

—Traje un poco de ayuda.

—No pueden participar civiles, esto es peligroso.

—¿Quién dijo que somos civiles? — Jack se adelantó unos pasos e igualo la actitud de Saucedo. —Este es nuestro trabajo desde hace más de veinticinco años, los primeros los hicimos aquí y ahora estamos ejerciendo en un pueblo a tres días de distancia. 

—Están un poco lejos de su jurisdicción.

—No es lo importante ahora. Ustedes necesitan ayuda y nosotros estamos capacitados para ayudarlos.

El imbécil, se atrevió a dudar, observando el edificio frente a nosotros y luego a los hombres formados a nuestro lado.

—Hay equipo en los camiones. No lo permitiría si no estuviéramos en una situación límite, pero prefiero pagar las consecuencias, con mi consciencia tranquila.

Los vi correr a todos, a excepción de Benjamín, quien caminó hacia mi y palmeó mi espalda.

—No soy bombero, soy policía . —Entonces miró hacia atrás. —Vamos, hagamos nuestra parte y ayudemos a tus compañeros a mantener a la gente atrás.

Lo seguí, prefiriendo mantenerme ocupado a ceder a la tentación de correr adentro de ese infierno y, tal vez, complicar el trabajo de los demás.








Jugando limpioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora