Lyra
Escuché el estruendo, antes de escuchar los gritos. Al principio creí que lo había soñado, que la paranoia se había apoderado de mis sueños y me torturaba incluso allí, pero ahora, cuando escuchaba el aumento de gritos afuera, sabía que esto recién comenzaba. Ellos estaban aquí.
Sabía que no debía irme, todo en mí me alertó de ello y a pesar de que conseguí que todos se molestaran aún más conmigo, ahora sentía cierta tranquilidad de saber que si algo malo sucedía, estaba aquí para ellos.—Rápido, Todos arriba. —la voz de mi hermano hizo que me pusiera de pie de un salto.
Tenía que prepararme, a pesar de que le había prometido a Iván no involucrarme, a no ser que sea imprescindible, debía estar atenta. Éramos pocas las lobas aquí y debíamos proteger a nuestras madres, ellas eran humanas y aunque creían poder defenderse, no podrían hacerlo.
Había visto cuán sanguinarios eran en la manada de Joaquín y sabía que no se tocarían el alma, ya que ellos odiaban a los humanos.—¡Lyra, arriba, están aquí! — en el momento en el que Iván ingresó a mi habitación, ya estaba lista. —Recuerda tu promesa, confío en ti, no me decepciones.
—Solo en caso de que me necesiten, solo ahí intervendré. Voy a mantener mi promesa, pero espero que tú te mantengas con vida. Por favor Iván, cuídate, no dejes que te lastimen, no los dejes llegar a ti. —antes de que pudiera salir, tomé con fuerza parte de su camiseta y choqué sus labios con los míos.
Si algo nos pasaba a cualquiera de los dos, no quería arrepentirme de no haberlo besado, de no haber sentido, aunque sea por última vez, sus labios contra los míos.
Lo besé, tan profundamente, llenándome de su sabor, remarcando sus labios con mi lengua y resistiéndome a dejarlo ir, pero inevitablemente nuestro tiempo ahora era escaso.Afuera los gritos seguían, el sonido de los pasos chocando contra el suelo, la desesperación de todos flotaba en el aire, pero no era tan fuerte como los ruidos que provenían desde afuera.
Aullidos, golpes y euforia, llegaban a grandes oleadas y pronto estarían dentro.—Te prometo que volveré y que intentaré que nadie resulte herido.
—Si lo prometes, cúmplelo.
—Planeo hacerlo, así que tú mantente segura. —beso mis labios una vez más, aunque esta vez sin la pasión anterior. Esta vez, era más un sello, una promesa, como su intensión de asegurarme que volvería.
Odiaba la idea de soltarlo, pero lo hice y enseguida lo seguí, dispuesta a llevar a mi madre y a las demás hacía el sótano.
Podía ver el terror en los ojos de todas, tando de mi madre, como de las demás, aunque algunas, como por ejemplo: Abril, Haley y Summer, trataban de disimularlo. Era en vano, porque sabíamos que aunque no temieran por su seguridad, temían por la de sus compañeros.—Apresúrate Lyra, tenemos que apurarnos y bajar al sótano. —asentí hacía Leticia, quien se aferraba a la mano de su madre, dando pequeños vistazos hacía el pasillo.
—Es verdad, vamos rápido. —deje que la mayoría se apresurara, pero me detuve cuando Tracy lo hizo. —Tía, ahora no es el momento para dudar, yo también quiero quedarme pero debemos bajar.
—¿Y si algo le sucede?
—Él es fuerte y muy inteligente, no lo atraparan. — traté de que mis palabras sonarán firmes, ya que no solo buscaba convencerla a ella, sino que trataba de convencerme a mí misma de que todos estarían bien.
—El que sea fuerte e inteligente no lo hace invencible.
—Por favor, si nos quedamos aquí ellos estarán en mayor peligro.
Y no mentía, con la intención de someternos, ellos utilizarían a los eslabones más débiles y esos eran ellas.
Débiles, ante los ojos de quienes se creían seres superiores, milagros de la naturaleza y los futuros líderes, si continuaban de esta manera.—Lo único que hace que me sienta segura es saber que Christine se encuentra en la manada. — mientras lo decía, comenzó a caminar, aún con la mirada pérdida en el lugar del que provenían gruñidos de varios lobos enfurecidos. —Pero Robert y Uriel están aquí, no soportaría que algo les suceda.
—Yo tampoco. Toda mí familia está exponiéndose y si algo pasa, seré la responsable.
—Ninguna de nosotras te culpa Lyra y no lo haremos aunque alguien pierda la vida. —ahora las lágrimas descendían velozmente por sus mejillas. — Todos sabemos el peligro que eso conlleva y aún así aquí estamos, lucharemos, incluso yo lo haré si debo hacerlo. Esa manada puede creer que me someteré, pero si voy a morir, juró que alguno de ellos vendrá conmigo.
Terminé de guiarla hasta el sótano y entramos, allí estaban todas, tratando de escuchar lo que sucedía fuera y era bueno que no pudieran, porque lo que se oía, era doloroso.
Quejidos y cosas rompiéndose, gritos de ambas partes, el olor de la sangre llenándolo todo y solo podía pedirle a la Diosa que no se tratara de nadie de nuestro bando.—¿Dónde están Sandra y Aysel? — preguntó Beatriz, evaluando cada rincón.
—Aysel dijo que no pensaba dejar solo a Cédric y salió corriendo, Sandra fue tras ella. Traté de evitarlo, pero no fui tan rápida. —Samara cerraba los ojos con fuerza, seguramente preocupada por todos y ahora debíamos sumar a estás dos a la lista.
—Ellos están bien, han enfrentado muchas batallas, enfrentaron incendios, balas, locos y muchas cosas más, estoy segura de que nada les sucederá. —quería compartir el optimismo de Abby, pero no podía, no cuando luchaba contra el deseo de salir y pelear.
Lo había prometido y no rompería está promesa, no lo haría.
—Escucho algunas sirenas, ¿Las escuchas Lyra, o lo estoy imaginando?
Traté de agudizar mi oído para comprobar si Leticia estaba en lo cierto y aunque lo escuchaba débilmente, allí estaban, varias sirenas se escuchaban a lo lejos.
—Sí, las escucho. — aseguré.
—Yo también. —asintieron Samara y Beatriz.
Aunque eso podía significar una solución momentánea, no era algo que nos librara de Joaquín y de su séquito de lobos dementes.
Si queríamos ser libres, debíamos acabar con ellos, principalmente con los líderes.

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Jugando limpio
Kurt AdamLeticia Fenn sabía tres cosas con seguridad: 1-Su futuro había sido decidido desde que nació. 2-No podía luchar contra este, sin lastimar a las personas que más amaba. 3-La cuenta regresiva había comenzado y solo le quedaban horas para enfrentar su...