Matías
—¿En dónde está? — pregunté a penas vi a Vives.
Había venido directo desde la casa de Christine, odiando que hayamos tenido que acortar nuestra cita, primero por culpa de Portillo y luego por este maldito idiota, aspirante a perro rastrero.
Pero una cosa es segura, si no me decía quien lo había enviado a seguirme, él sabría lo que siente que lo persigan, que lo acechen y que arruinen sus malditos planes.—Portillo lo está interrogando en la tres.
Maldije varias veces, mientras avanzaba a paso acelerado hasta la maldita sala de interrogatorios.
Había pedido que lo encerraran hasta que llegara, quería ser el primero en sacarle las respuestas y con Portillo interviniendo, esto podría resultar frustrado.Abrí la puerta, de un tirón, entrando y observando a los tres hombres en la sala.
—Estoy haciéndome cargo de esto Prado, no te involucres, porque por lo que veo, te has equivocado y deberé limpiar tu mierda.
Lo sabía, el idiota no tardaría en liberarlo, sin sacarles las respuestas que necesito.
—Es mi arresto, yo me haré cargo.
—Ya lo hemos hecho y creemos que cometiste un error y arrestaste a alguien solo por paranoia.
—¿Crees que soy idiota? He trabajado en más casos que tú y conozco a los delincuentes, no voy a arrestar a alguien porque si.
—Cálmate Prado. —Aleje mi mirada de Portillo y observé a Alves. —El jefe nos puso en esto.
—No volveré a hablar sin un abogado, me han arrestado injustamente. —deseaba tanto borrar la expresión de suficiencia de su rostro, pero no podía meterme en problemas o me sacarían del caso.
—Si crees que esto te absuelve de todo, te equivocas. Voy a estar detrás de ti, esperando a que cometas un error y traerte de regreso aquí. Y créeme, cuando eso suceda, no te interrogara un idiota, lo haré yo mismo y te haré arrepentirte. — escupí con enojo, ignorando las advertencias de mis compañeros.
Salí molesto de la habitación, antes de que hiciera algo por lo que me sancionarán.
No soportaba la idea de que lo liberaran sin saber quién lo había enviado, mucho menos cuando él había visto a Christine. Nada podía sucederle a mi compañera o acabaría con todos.—Prado, sígueme. —alce la mirada y observé a mi jefe.
Suspiré, sintiendo verdadera frustración, antes de seguirlo.
No estaba de humor para un maldito regaño, no ahora, no cuando quería golpear a alguien.Entramos en la oficina y mientras cerré la puerta detrás de mí, él se acomodo en su escritorio y afiló si mirada en mí.
—¿Qué sucedió? Portillo y Alves dicen que arrestaste a un hombre que circulaba en la calle, con la loca idea de que te seguía.
—No es ninguna loca idea, el imbécil estaba siguiéndome.
—No tienes prueba de ello y él hombre ni siquiera parece una amenaza.
—Tengo una testigo, pero prefiero no involucrarla.
Aunque tampoco es como si el testimonio de Christine significará mucho. Sabia que el hombre estaba desarmado, pero estaba convencido de que me seguía.
—¿Por qué no?
—Porque es mi mujer y ya estoy lo suficientemente preocupado porque ese imbécil que ustedes creen inocente, vio su rostro.
—Escuché parte del interrogatorio, tampoco creo que tenga algo que ver, pero confío en tu intuición.
Mi intuición me decía que debía proteger a Christine de alguna manera.
Tal vez por el momento lo más conveniente era evitar vernos, pero mi lobo se negaba a permanecer lejos de su compañera. Sin embargo era lo mejor por hacer ahora.—En estos momentos desearía no confiar tanto en mi intuición .
Pase el resto de la tarde, leyendo el informe que Christine me había entregado, tratando de conseguir al menos, el mínimo indicio que me llevará a algún responsable y lo encontré.
En el informe figuraba un encendedor, el cual debería estar ahora en nuestro poder, pero del cual hasta ahora no había escuchado.Comencé a comparar los informes, notando que el nuestro faltaban varios detalles y varios objetos, los cuales podrían ayudarnos a avanzar en los casos.
¿A dónde demonios habían ido a parar esos objetos? Y lo más importante, ¿Quién demonios había “extraviado” esas cosas?Sabia que debía hablarlo con mi jefe, pero sentía que debía guardarme esa información solo para mí, al menos por un tiempo.
Me encontraba golpeando la birome, contra la madera de la mesa cuando mi teléfono sonó con un mensaje.*Christine: ¿Cómo resultó todo?
No podía decirle que el hombre que nos siguió, estaba por ser liberado, pero tampoco podía ocultárselo y exponerla a qué algo pudiera sucederle.
*Matías: Nada de que preocuparse, por ahora.
*Christine: Me gustaría verte y hablarlo personalmente, pero Saucedo llamó y en un rato debo ir a la estación.
Al menos el universo parecía estar conspirando a mi favor. No quería tener que mentirle e inventar excusas para no verla, no cuando era todo lo que quería hacer, pero había tomado una decisión y al menos el imbécil de su jefe, está vez me había ayudado.
Su trabajo tenía muchos peligros, pero como le había dicho, no podía prohibirle hacer lo que ella quisiera. No podía ser hipócrita, ya que me expongo a la misma cantidad de peligros que ella.*Matías: Nos veremos luego. Por favor, ten cuidado.
Arrojé el teléfono sobre el escritorio y volví a releer nuestro informe, dándome cuenta que cada vez que comparaba ambos, alguna nueva contradicción surgía.
Christine no había omitido ningún detalle, todo, absolutamente todo estaba aquí , a diferencia del nuestro, el cual era demasiado pobre y escaso.Me negaba a sospechar de alguno de mis compañeros, o de varios talvez, pero era evidente que alguien había metido su mano en esto.
Lo primero que debía hacer era revisar la sala de evidencias y encontrar algo de lo que figuraba en los papeles. Pero en caso de no encontrar nada, debería enfrentar a mis compañeros y descubrir quién estaba jugando un doble bando.Iban a ser unos días de mal humor, de desear correr hacia ella y de sentirme frustrado, pero si eso la mantenía segura, debería hacerlo.
Christine es todo lo que siempre espere, por lo que ahora debería poner todo de mí, para evitar que se acercarán a ella.

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Jugando limpio
Hombres LoboLeticia Fenn sabía tres cosas con seguridad: 1-Su futuro había sido decidido desde que nació. 2-No podía luchar contra este, sin lastimar a las personas que más amaba. 3-La cuenta regresiva había comenzado y solo le quedaban horas para enfrentar su...