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Santiago



A pesar de tratar de llegar lo antes posible, estaba tardándome demasiado. No era sencillo encontrar un lugar para estacionar a esta hora.
Estábamos cerca del campus, por lo que la mayoría se había hecho con los mejores lugares. Motivo que me llevaba a continuar buscando.

Cuando finalmente lo encontré, me pregunté si Leticia seguiría esperando o se habría marchado, cansada de esperar.
Gracias al cielo, al llegar a Jerry, no tarde en vislumbrarla, sentada en una de las mesas que se encontraban fuera de la cafetería. Me acerqué sin llamar mucho la atención, aunque ella se encontraba perdida entre las páginas del libro en sus manos, tanto, que dudaba que logrará alejar su mirada de allí.

—¿Yo antes de ti? —pregunté, leyendo el nombre en la portada, atrayendo su atención del libro hacía mi.

—¿Qué puedo decir? Soy una romántica incurable. —colocó un separador y lo cerró, sonriendo, de una manera que parecía que nada nunca podía perturbarla.

—Lo siento mucho por retrasarme, a esta hora es demasiado complicado encontrar donde estacionar.

—No hay problema, la verdad es que ni siquiera había notado que el tiempo paso. —la vi encogerse de hombros, restándole importancia.

Me sorprendió su actitud, con Rebeca todo era diferente. No toleraba las tardanzas, si llegaba a atreverme a dejarla esperando, seria motivo de pelea. Ella esperaba que llegará temprano y la esperará, sin importar que demorará una o dos horas.
No importaban las excusas, con ella era blanco o era negro, los términos medios podías reservártelos y como solía decir, guardártelos y utilizarlos con alguien a quien le importará.

—De cualquier manera  no es correcto, estas haciéndome un enorme favor…

—Ya deja de agradecerme, no estoy donándote un órgano, solo estoy pasándote unos apuntes y estoy segura de que tú también lo harías por mi. —Ella volvió a sonreír, antes de llevar el vaso a sus labios y beber un poco. — ¿Llegaste a tiempo?

—¿Al entrenamiento? —ella asintió. —Apenas. No es común, el horario habitual es a las seis de la tarde, pero tenemos un juego en cuatro días, lo que tiene un poco nervioso al entrenador.

—Imagino que no se los habrá puesto sencillo. ¿A qué juegas? 

—Baloncesto, desde hace un par de años.

Este era el momento en el que me preguntaría cómo un tonto deportista planeaba ser un abogado. Esa maldita pregunta, con la que la chica que amaba terminó conmigo.
Todos pensaban lo mismo, creían que no podría conseguirlo, pero me subestimaban. No se daban cuenta que todo el esfuerzo que ponía en cada juego, también lo pondría para conseguir lo que quería, y ahora quería demostrarle lo mucho que se había equivocado.

—Bueno debí imaginarlo, definitivamente tienes la altura. Sin embargo, no entiendo nada de ese deporte, si hablásemos de futbol, estarías frente a una fanática.

—¿No vas a decirme que solo soy un tonto deportista, que nunca lograré graduarme? —no pude evitar preguntar.

—¿Por qué diría tal cosa? Créeme no trato de ser agradable, pero de los dos, tú eres quien tiene más posibilidades de graduarse.

—¿Por qué lo dices?

—Solo piénsalo, me acabas de decir que practicas un deporte desde hace unos años, por lo que estas acostumbrado a crear estrategias. No solo eso, eres capaz de reconocer las fortalezas y debilidades, no solo tuyas, sino de los demás. Esto sin duda juega a tu favor, a la hora de prepararte.

Jugando limpioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora