12.

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Matías






Sus labios se movían a la par de los míos, mientras sus manos se aferraban a mi cabeza, manteniéndome en mi lugar, como si temiera que pudiera terminar el beso.
Apreté mis dedos en su cabello y tiré, ligeramente, hacía un lado, con intención de besar el punto que pronto llevaría mi marca. Su pulso latía de manera rápida, mientras mis labios besaban justo ese lugar.

En el instante en el que un gemido salió de sus labios, fue cuando ya no resistí la distancia que aún existía entre ambos. Me puse de pie, acercando su cuerpo al mío, sintiendo como muchas partes de su cuerpo me deseaban, al igual que ella podía sentir el deseo en mí, golpear su abdomen.
Comencé a subir su camiseta, sintiendo como la sensación de su cálida piel se extendía en mis palmas. Rompí el beso, solo para terminar de quitar la prenda de su cuerpo, volviendo a retomar la guerra que nuestros labios estaban teniendo.

—Espera. —Jadeó, sin despegar su boca de la mía. —Aquí no, ven conmigo.

La deje guiarme hasta la habitación, desprendiéndome de parte de mi ropa en el camino. Porque una cosa era segura, no íbamos a dejar esto inconcluso, terminaríamos lo que empezamos en la sala.
Al entrar por la puerta, atraje su cuerpo nuevamente contra el mío, atrapando su boca en lo que solo podría definirse como un ataque. La deseaba y estaba demostrándole cuánto.

—Diosa. — gimió, antes de comenzar a trabajar en quitar mi cinturón.

Sonreí, antes de alejarme de sus manos y negar. Aún no, no dejaría que lo haga todavía.

—¡Matías! —se quejó y volví a negar, antes de guiarla hacia atrás, hasta que sus piernas chocaron con el borde de la cama.

Ese fue el momento en el me encargue de quitarle las prendas que aún cubrían su cuerpo.
Observé su cuerpo desnudo, antes de empujarla, cuidadosamente, sobre el centro del colchón.

Bajo su atenta mirada, me deje caer de rodillas, mientras tomaba sus tobillos y la atraía hacia mí.
Comencé a ascender, besando cada parte de su cuerpo. Primero me dedique a besar su tobillo izquierdo, antes de ascender, sin apartar mis labios, hasta su pantorrilla. Seguí hasta que me encontraba tan cerca de su centro, provocando las quejas de mi compañera.

—¡Matías! ¡Deja de jugar conmigo, jodido cabrón! — solté una risa contra su piel y antes de que volviera a insultarme, use mis manos para separar aún más sus piernas.

—¿Por qué tanta impaciencia, lobita?

Ella no respondió, no pudo, ya que luego de decirlo, comencé a lamer la parte de su cuerpo que más me necesitaba. Use mis pulgares para separar los labios de su vagina, antes de succionar clítoris hinchado con mi boca.
Christine gimió y trató de alzar sus caderas, pero me aferré a sus muslos y la mantuve en su lugar.

Ella se quejaba y maullaba, lo que era irónico al ser una loba, se aferraban a las sábanas bajo su cuerpo, haciéndome saber que en cualquier momento iba a venirse.
Consciente de esto, introduje un dedo dentro de ella y acelere mis movimientos, succionando con mayor presión, hasta que finalmente explotó en mi boca.

Aproveché que su cuerpo temblaba en espasmos, para quitar mis pantalones y sacar de mi cartera el sobre plateado, abriéndolo con mis dientes, para luego extenderlo por mi miembro.
Me subí sobre la cama, instalándome entre sus piernas, provocando su entrada, hasta que se retorció debajo de mí y con una rápida embestida, entre en ella.

Solté un gruñido de satisfacción, al sentirme tan profundo en su interior. Tomé sus brazos y los alcé sobre su cabeza, manteniéndolos allí, sujetados por una de mis manos, mientras comenzaba a moverme.
Entraba y salía de ella, de manera rápida y dura, sintiendo la presión de sus paredes, aferrándose a mi miembro, tratando de retenerlo en su interior.

Ambos respirábamos agitadamente, mirándonos, mientras nuestros cuerpos se encontraban en la búsqueda de la liberación.
Christine luchaba por liberar sus manos, pero si me tocaba ahora, no tardaría en venirme, por lo que me aferré a sus muñecas aún más.

Ella gemía y se quejaba, pidiendo que no me detuviera y no lo haría hasta que se viniera a mi alrededor. Y cuando lo hizo, fue cuando empuje más rápido, hasta que sentí mi propia liberación llegar.
Me quedé en su interior hasta que mi respiración se calmó, solo entonces salí, provocando un quejido de mi compañera.

—¿Cómo te sientes? —Pregunté, rompiendo el silencio en el que habíamos caído.

—Bien, cansada, más tranquila. ¿Y tú? — su respiración aún se encontraba agitada.

—Tranquilo. No miento cuando te digo que me preocupo verte allí.

—También estaba asustada, no solo por mí y la niña, sino también por ti. Cuando te vi llegar, sentí un poco de calma y cuando casi te alcanza un disparo, mi nivel de preocupación alcanzó un nivel inimaginable.

Acerqué mi rostro al suyo, besándola suavemente, antes de alejarme un poco.

—Nada iba a sucederme, tenía el chaleco antibalas.

—Podrían haberte disparado en la cabeza.

—Estás pensando demasiado. Lo único que me importaba en ese lugar eras tú, tu seguridad y sacarte de allí cuánto antes. ¿Crees que nunca he recibido un disparo? Lo he hecho, recibí bastantes, pero no tardaron en sanar.

—¿Crees que estoy en peligro?

—Eres lo único que me importa, por lo único que dejaría el caso, así que si descubren esto, lo estarás.

—No quiero que des tu brazo a torcer por mí.

—Y yo no pienso arriesgarme a qué algo malo te suceda.

Nos miramos fijamente, en completo silencio, durante algunos minutos, hasta que ella alejo su mirada de mí.

—Mi familia está llegando y créeme que ellos me protegerán. Con esto no estoy diciendo que no puedas hacerlo, pero al menos te permitirá hacer tu trabajo y no estar preocupado por mí.

—Sé que tu familia puede protegerte, pero no saben a lo que están exponiéndose.

—Y tú no sabes a todo lo que nos hemos expuesto antes. — ella no consideraba el peligro en el que podía meterla. — El año pasado mi familia luchó contra un manada de rebeldes, para proteger a una de mis primas y su compañero. ¿Enserio no crees que están preparados para algo tan simple como esto?

—Esto no es simple Christine.

—No estoy de acuerdo en que dejes de trabajar en este caso por mí, no lo puedo permitir.

—Es algo que decidiré con el pasar de los días.

Y no estaba mintiendo. El caso me importaba, pero ella me importaba más.




















Jugando limpioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora