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Leticia




Me sentía como si hubiera sufrido un accidente, mi cuerpo dolía, mi cabeza parecía que podría explotar, pero sentía que tenía que ponerme de pie. Aquí todo olía delicioso, olía a Santiago, pero no podía ser.
Forzándome a abrir los ojos, me di cuenta de que no estaba en mi habitación, a menos que alguien haya pintado las paredes blancas de este tono azul cemento.

Pasé mi mano por mi rostro, encontrándome con algo demasiado frio y húmedo en mi frente que no tarde en quitar. Mientras observaba el paño ahora en mi mano, no dejaba de preguntarme qué había sucedido.
Con dificultad me senté en la cama y observé todo lo que se encontraba a mi alrededor. Las paredes estaban llenas de posters de jugadores de básquet, los cuales no tenía ni una sola idea de quienes eran, pero el uniforme y la pelota eran demasiado evidentes. También habían muchos trofeos, acomodados perfectamente en los estantes.

Tenía una leve sospecha sobre el dueño de esta habitación, entre el delicioso olor, los posters y los trofeos, de seguro Santiago estaría por aquí.
Con dificultad y aún sintiéndome un poco mareada, me levante de la cama y comencé a caminar hacía fuera. Llegué hasta lo que parecía ser la sala, lo observaba todo, tratando de encontrar a mi compañero, pero terminé encontrándome con un sillón, desde el cual solo podía ver tres cabezas.

Aclaré mi garganta, llamando la atención de los tres, quienes no tardaron en clavar su mirada en mi. Pero fue Santiago, quien no dudó en ponerse de pie y venir a mi.

—Leticia ¿Por qué estas fuera de la cama? ¿Te sientes bien? —era tierna su preocupación, pero estaba bien.

Estaba lista para decírselo, cuando otro de los chicos se puso de pie y empujó un poco a Santiago, para quedar frente a mi.

—Hola, soy Drew. Ven, siéntate que necesito comprobar tu temperatura. —él no preguntó, simplemente me guio hasta el lugar donde estaban sentados y corrió hacia uno de los cuartos.

Era un poco atolondrado a mi entender, pero aún no lo conocía muy bien.

—Mmm… estoy un poco perdida, ¿Qué me paso?

Tenía que preguntarlo, no podía simplemente aceptar la idea de estar aquí, de que me vieran mal.

—Ayer te encontré sentada en el suelo de la universidad y no parecías sentirte bien, así que cuando me pediste que te saque de allí, no lo dudé. —todo el aire dentro de mi parecía haberse quedado atorado allí. — Te hubiera llevado a tu casa, pero te quedaste dormida en el auto y no tenía tu dirección.

—¿Ayer? —¿Había estado dormida durante tanto tiempo?

—Sí, ayer en la tarde lo encontré cargando contigo por los pasillos, desde entonces se la ha pasado cuidándote. —Comentó el chico sentado a mi lado, el que hasta el momento no había dicho nada. —Por cierto, soy Flavio.

—Leticia.

—Sí, lo sé.

Saber que Santiago se había preocupado por mi y que me cuido mientras estuve mal, hizo que dentro de mi todo se encendiera. Era un árbol de navidad andante.
Sin embargo, también estaba la preocupación que no dejaba de pinchar en mi interior. Los lobos no nos enfermábamos y si lo hacíamos, no era a este punto.

Recuerdo haberme enfermado con anterioridad, pero fue mucho antes de mi transformación. Por lo que esto, no tendría que estar sucediendo.

—En serio lamento mucho las molestias que pude provocar. No era su responsabilidad hacerse cargo de mi, sin embargo, me acogieron y cuidaron.

—No fue ninguna molestia, lo único que hiciste fue dormir. —dijo Flavio, con una sonrisa en sus labios.

—De todas maneras, debió generarles trabajo.

Jugando limpioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora