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Leticia






Seguía absorbiendo los detalles de mi reciente hallazgo. Mi compañero. Mi compañero, Santiago era mi mate. Tenía ganas de gritar de emoción, de aplaudir y realizar un pequeño baile feliz frente a todos los presentes. 
Pero por otro lado, no podía dejar de maldecir al romero y a las alergias, ya que a causa de estas tarde en darme cuenta de esto. De igual modo agradecía al destino y sobre todo a la Diosa Luna, porque no podría haber elegido a alguien mejor. Solo bastaba pasar un poco de tiempo a su lado para ver que era alguien divertido, luchador y sincero.

No habíamos dejado de hablar de la familia, de sus amigos y del porque de estudiar esta carrera, que aunque detestaba, me había llevado hacía él.
Es extraño como el destino parece obrar de maneras tan peculiares, te da algo malo, solo para que puedas ver que también hay una luz allí escondida, que lo iluminará todo.

Estaba escuchándolo hablar sobre las ganas de graduarse, pensando en que eso a mi me daba exactamente lo mismo, no me importaba si terminaba o no, solo quería ser libre.
Pero mi atención paso desde él, hacía mi teléfono, cuando este sonó, alertándome de la llegada de un nuevo mensaje.

Lo tomé en mis manos y lo leí, encontrándome el nombre de mi amigo en la pantalla.

*Uriel: Sé que prometí llamar, pero he estado algo ocupado, sin embargo no creas que me olvide de ti. ¿Qué noticias me tienes?

Fue imposible retener la sonrisa que me provocaba leerlo, Uriel Harrison, siempre sería muy importante para mi.

—Por tu expresión de felicidad solo puedo creer que se trata de tu novio. —Deje un mensaje a medio escribir y pase a prestarle atención a Santiago.

—No. Sería raro, él es más como un primo.

—¿Por qué sería raro? Si es como un primo, es porque no lo es. ¿Entonces cual es el problema?

Tras enviar la respuesta a Uriel, donde le decía que tenía muchas cosas para contarle, volví a centrarme en mi compañero.

—Cuando era pequeña, tenía un enamoramiento hacía Uriel y esperaba que en algún momento me viera. Cuando él decidió venir a la ciudad, lo supe, él y yo no podríamos estar juntos.

—No sabes lo que la vida puede tenerte preparado, talvez en algún momento la vida los una. —No pude evitar reír ante eso, no creía que sucediera.

—Eso sería imposible, ya que él ahora tiene a su pareja, con quien a pesar de las constantes peleas, se quieren mucho.

Había costado superar mi pequeño enamoramiento hacia Uriel, pero cuando lo hice, me di cuenta de que lo nuestro nunca hubiera podido suceder.
Uriel necesitaba alguien que lo retará a salir del exceso de autocontrol en el que se escondía y yo, yo necesito… para ser sincera no se que necesito. Habían tantas cosas que podría citar, pero sentía que ya las tenía en mi vida.

—¿Entonces estas soltera?

—Lo estoy.

—Bien.

—¿Qué quieres decir con bien?

—Nada malo, solo que a veces es mejor esperar y encontrar a alguien que valga la pena.

—¿Tú estas con alguien?

—No lo estoy. Hace un tiempo terminé una relación, que me dejo un poco golpeado y siento que estoy en proceso de recuperación.

—¿Aún estas esperando que regrese?

—¡Diablos no! —respondió con una sonrisa. —Lo mejor es que se quede lejos, muy lejos.

—¿Tan mal?

—Estuvimos varios años juntos, pero hace un año simplemente decidió que no quería a alguien como yo en su vida. —¿Alguien como él? ¿Qué rayos significaba eso?

—¿A qué te refieres con alguien como tú? Yo no te veo nada de malo.

—Ella creyó que al ser un simple jugador de baloncesto, mi futuro era quebrarme y quedar en la nada. A pesar de saber que quería estudiar derecho, dio por sentado que no llegaría a ningún lado.

—Eso es un horrible prejuicio, con solo verte puedo notar que eres alguien centrado y bastante responsable.

—Pero por suerte ya no debo preocuparme por lo que ella piense.

—Eso es cierto.

Pero al menos ahora comprendía la razón de su poca confianza hace días, él creía que lo juzgaría de la misma manera que ella.

—Así que dime, ¿Qué tipo de chicos buscas?

—No lo sé, nunca pensé en ello, pero me gustaría estar con un músico.

—¿Un músico? ¿Por qué?

—Siento que son muy sensibles, ya sabes sentimentales.

—No creó que sean todos de esa manera.

—¡Oh vamos! Alguien que escribe esas canciones capaces de tocar tantos corazones, no puede simplemente fingirlo.

—¿Y que hay de un deportista?

—Bueno, siento que ocuparía el segundo lugar en su vida. Su amor siempre será el juego.

—Ahí voy a negarlo. Hablo como un representante del gremio deportivo, por lo que puedes confiar en mi, el juego nunca será más importante que la chica que amas.

Eso era tierno y aunque solo trataba de provocarlo, me gusto escucharlo decir esto, después de todo, no faltaba mucho para que estemos juntos.
No solo lo decía por la atracción que se daba entre los compañeros, sino también, por la confianza que sentía. Podía conquistarlo, si me esforzaba, lo lograría.

—Voy a confiar en ti en esto.

No quería forzar nada entre ambos, por lo que antes de que algo saliera mal, tenía que irme.
Lo único malo es que estaba divirtiéndome a su lado, conociendo un poco de todo lo que había pasado en su vida.

—Ya me tengo que ir, tengo que preparar varias cosas para mañana y debo encontrar la manera de regresar al campus. —Mi auto seguía estacionado allí, pero con todas las emociones del día, sentía que no podría recordar el camino.

Solo tendría que confiar en que podría seguir a la perfección las indicaciones del GPS en el teléfono.

—Vamos iré contigo, no te dejaré perderte.

—¿Estas esforzándote en caerme bien?

—¿Lo estoy logrando?

—Definitivamente lo haces. Sin embargo, debo conocer mejor estas calles, ya que las transitaré a menudo.

—He vivido aquí por siempre, soy el mejor guía que puedes tener.

—¿Siempre eres tan terco?

—La misma pregunta va para ti.

—Sí, siempre lo soy.

—Yo también, así que te acompaño. —intenté tratar de mostrarme molesta, pero no podía, ya que me alegraba que lo hiciera.

¿Cómo reaccionarían todos al descubrir que había encontrado a mi compañero?
Mejor no pensaba en ello ahora, las opciones eran demasiadas.

—Camina, quizás incluso puedas alcanzar a tus amigos.

—No. Creo que iré a descansar un poco.

—¿Hoy no tienes entrenamiento?

—Lo tengo, pero más tarde. Hablando de eso, quería preguntarte si quieres venir a ver el juego.

—Tres días ¿Verdad?

—Sí, estoy confiado en que podemos ganar, hemos entrenado duro.

—Así pierdan iría, aunque luego deberás explicarme todo. Ya te he dicho que lo mío es el futbol y no el baloncesto.

—Por supuesto que lo haré. Te conseguiré un boleto, tú no te preocupes por nada.

Ya tenía una nueva excusa para volver a reunirnos y lo mejor de todo, es que la había propuesto él.

Jugando limpioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora