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Santiago





Desperté y no por el despertador o por algo natural, sino que fueron los constantes cuchicheos que llegaban desde el pasillo. No dejaba de pensar que alguno de los chicos había traído a alguna amiga y las cosas no habían terminado tan bien como esperaban.
Decidí ignorarlos y no dejar que arruinaran el maravilloso despertar que estaba teniendo. Tenía a Leticia junto a mi, abrazada a mi torso, como si fuera un pequeño koala sosteniéndose a un tronco, algo que me encantaba, ya que me hacía verla de manera tierna y sincera.

—Leti —comencé a acariciar su cabello, mientras susurraba su nombre. —Vamos Leti, tenemos muchas cosas por hacer hoy.

Teníamos que asistir a una clase en una hora y tenía una leve impresión de que ella tardaría un poco más de tiempo, del que tardaría yo.

—Mmm… —se removió entre las mantas, abriendo, poco a poco sus ojos.

Cuando finalmente sus ojos se terminaron de abrir, me observó y sonrió, antes de cubrir su rostro con ambas manos.

—¿Desde cuando eres tímida? —Bromee, sabiendo que ella podía ser muchas cosas, menos tímida.

—No es eso, es solo que acabo de despertar, por lo que debo lucir horrible. Pero tú también deberías cubrirte, luces bastante desaliñado.

—¿Así? —comencé a hacerle cosquillas, evitando que pudiera escaparse de mis manos. —¿Muy desaliñado?

Me detuve unos instantes mientras su mano acarició mi pecho, quemando cada parte por donde su palma se deslizaba. Su toqué, solo eso ya me ponía a un punto tan alto, que sabía que podría cocinar un huevo solo con mirarlo.
Volví a reír, tratando de disimular cada instinto animal que crecía en mi. Pero la risa murió cuando la puerta se abrió de golpe y Flavio ingresó, acompañado de Rebeca.

—Lo siento hermano, traté de pararla pero fue imposible. —Flavio comenzó a disculparse, pero mi mirada estaba puesta en mi ex.

Rebeca estaba allí, mirando hacía Leticia y hacía mi con odio. Sus ojos simplemente no podían disimular la furia que sentía, pero no tenía motivo para dicho sentimiento, ya que hacía más de un año que ella no era nada en mi vida.

—¿Es en serio Santiago? No puedo creer que me alejo unos meses y simplemente me cambias por la primera que se te cruza. —sus palabras parecían dagas, cargadas con tanto veneno, que era imposible no darse cuenta de la cantidad de resentimiento que tenía.

—Estas avergonzándote Rebeca, no es apropiado ingresar a una habitación ajena, donde es evidente que no estas invitada. 

Podría ser grosero y lastimarla, pero no le veía el sentido, lo mejor en este momento es que ella entienda que lo nuestro quedo en el pasado y ya no se podrá recuperar.

—¿Qué me estoy avergonzando? ¿Y qué hay de ti? Metes a cualquiera en tu cama solo para tratar de olvidarme, pero no es la manera, nunca me superaras así. —Flavio, maldito imbécil, tuvo el descaro de reírse de esto, como si mi vida fuera una maldita comedía musical.

—Eso no es verdad Rebeca, veté ahora, por favor.

—¿Y tú, acaso no sientes vergüenza? Estas en la cama  de un chico que tiene novia y parece no importarte. ¿Sabes en qué te convierte eso? En una sucia perra. —Me levanté, estaba listo para sacarla de aquí.

Ella no podía venir aquí ahora y exigirme cosas como si aún estuviéramos juntos, pero sobretodo, ella no podía venir y faltarle el respeto a Leticia, quien nunca le había hecho daño.
Iba a decirle quien era la verdadera perra aquí, sin que me importara si hería o no sus sentimientos, cuando Leticia se puso de pie junto a mi y caminó hacía mi ex.

—No me conoces y no sabes nada de mi, por lo que no te permito que me hables de esa manera. Yo tampoco te conozco a ti, por lo que no me prenderé a tus juegos, pero si te diré que debes aprender a separar, tu problema no es conmigo, no fue conmigo con quien tuviste una relación, así que si quieres gritarle insultos a alguien, hazlo con él. —Dijo, dando una inclinación de cabeza hacía mi.

—Pero eres tú quien esta en su cama.

—Como te dije, tus problemas los arreglas con él, ya tengo suficientes cosas por las que preocuparme, como para involucrarme en una discusión de ex. —miró a ambos y negó. —Arréglense entre ustedes.

Vi caminar a Leticia fuera de la habitación, siendo seguida por Flavio.
Lo malo de esto es que me estaban dejando a solas con mi ex, quien al ver que se habían marchado, no tardo en acercarse a mi.

—Santiago… —la detuve elevando ambas manos, no volvería a caer en sus enredos. Ella podía ser bastante hábil, pero ya no me importaba de la manera en que antes lo hacia.

—No Rebeca, ya deja esto, debes aceptar que lo nuestro termino del todo. Me dolió cuando sucedió, pero ahora estoy con Leticia y ella en verdad me importa, por lo que quiero que te vayas. Veté y ya déjame en paz.

—Solo estábamos tomándonos un tiempo, no era una ruptura definitiva. Lo único que quería es que comprendieras que no lograrías nada con ese hobby por el deporte. —Comenzó a sacar varios trofeos y arrojarlos hacía mi. —¡Solo quería que maduraras! ¿Por qué me estas haciendo esto?

Me acerqué, arrebatándole los que tenía en sus manos. Ya era suficiente histeria por un día, la única que debería madurar aquí, parecía ser ella.

—Deja de romper mis cosas, ya no eres una niña.

Mi cercanía lo único que provocó, es que ella tratará de besarme, algo que evite a penas con tiempo.
¿Es qué no había escuchado nada de lo que acababa de decirle? Ya no quería estar con ella, estaba con Leticia ahora.

—Veté ahora mismo Rebeca, entiende que ya no siento nada por ti. —Mantuve la puerta abierta, esperando que la atravesará de una vez por todas.

—Te vas a dar cuenta del error que estas cometiendo y solo espero que no sea muy tarde Santiago.

En el momento en el que atravesó la puerta, hecha una furia, suspiré y me incliné a recoger parte de los trozos que quedaban de algunos de mis viejos trofeos.
Ella había hecho lo mismo con nuestra relación, la destruyó, dejándola en trozos, que nunca podrían repararse.


Jugando limpioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora