Christine
Observé con completo terror como un par de compañeros retenían a Matías, a quien no parecía importarle los disparos, mientras luchaba con ellos para venir hacia mí.
Negué, de manera frenética, varias veces y mientras no podía dejar de gritarle, asustando a la niña en mis brazos.—¡No vengas! ¡No seas idiota, es peligroso! — él me escuchaba, lo sabía, pero no le importaba.
Por el momento estábamos seguras en una improvisada barrera de acero, pero no tenía idea de por cuánto tiempo esto iba a ser suficiente.
Traté de bloquear cualquier otro sonido y solo centrarme en la discusión que Matías mantenía con sus compañeros, pero era imposible, ya que solo escuchaba mi propio corazón, golpear con fuerza contra mi pecho.Lo veía luchar y empujar a un hombre que se había parado frente a él, intentando que entrara en razón y no se expusiera al peligro.
Matías estaba asustado, al igual que estaría yo en su lugar. Somos compañeros y nuestra seguridad es la prioridad y ahora la mía está un poco expuesta.Bajé mi mirada a la niña llorando, la cual se aferraba con fuerza a mi brazo, como si fuera su salvavidas en este maldito lugar. Deseaba tanto sacarla de aquí, ponerla a salvo en los brazos de su madre, aún sabiendo que para ella sería muy difícil superar el miedo que está situación estaba provocándole.
—Vamos a estar a bien, mira allí está la policía, nos sacarán de aquí.
Rogaba que así fuera. Se lo pedía una y otra vez a la Diosa Luna, esperando que me escuchará.
Cuando volví a levantar la mirada, vi como el camión de bomberos aparecía y volví a rogar porque Elías no se encontrará trabajando, o no solo deberían frenar a Matías.Elías es como Uriel, aunque es mi amigo y no mi hermano, pero ambos son extremadamente exagerados a la hora de mi seguridad.
Uriel… estoy segura de que Samara ya les habrá contado a todos lo sucedido y conociéndola, como lo hago, en su versión estoy en gran peligro. Pero no solo Uriel se volvería loco, también lo harían mis padres y si debía adivinar, en tres días tendría una caravana en la puerta de casa, para comprobarme.¿Cómo les explicaría todo? ¿Cómo confesaría a lo que me dedico e mi tiempo libre?
Iba a volverme loca y aún no sabía si podría salir de este lugar con vida.Alce mi mirada, tratando de alejar los pensamientos de mi familia y me encontré con la entrecerrada mirada de Elías, quien me apuntaba con su dedo índice y negaba, como si estuviera regañándome.
¿Por qué demonios me regañaba? Yo no busque quedar atrapada aquí.Luego simplemente se dio la vuelta y se acercó al lugar donde Saucedo discutía con Román y el otro hombre.
La mayoría de mis compañeros estaba allí, dándome breves miradas de preocupación, no ayudando a calmar mis nervios.Me vi tentada a ponerme de pie en el momento en el que Román empujó a mi jefe, pero la niña se aferraba con fuerza a mí y no quería preocuparla más.
Varios policías y un par de mis compañeros separaron a ambos hombres, provocando que alejara la mirada de ellos y maldijera al ver dónde se encontraba Elías.¿Acaso no se daba cuenta que luego de esto lo suspenderían un par de días?
Mi amigo había subido al camión y no tardó en ponerlo en marcha y avanzar hacía donde me encontraba .Observé el camión, como todos los demás, con asombro y con resignación.
Él en verdad estaba en problemas…—Sube Christine, maldita sea. ¿Cómo demonios te has metido en esto? ¿Acaso no tienes suficiente con lo que atravesamos a diario?
—¿Crees que yo me puse en esta situación adrede?
Los disparos sonaban aún, por lo que tratando de proteger a la niña, la alce y corrí más rápido de lo que debería con ella en brazos.
Esto provocaría muchas preguntas, pero podría decir que todo era producto de la adrenalina.Subí con la niña y me aferré a ella, algo que seguiría haciendo hasta que nos encontráramos fuera de peligro.
—¿Sabes que Saucedo te suspenderá y te pondrá en guardia hasta el próximo mes por esto? — pregunté, mirando a mi amigo tragar saliva.
—Puedo sospecharlo. —negó, haciendo una mueca de resignación. —¿Qué pasó Christine? ¿Tienes idea de lo preocupado que estaba cuando te vi allí?
—Solo iba camino a la universidad cuando todo sucedió y termine atrapada.
—Tu suerte es una mierda.
No tenía idea de cuánto…
—¿Por qué peleaban Matías y Saucedo?
—El policía quería ir por ti y nuestro jefe trataba de explicarle que eso era peligroso, como si no lo supiera, pero aproveche su distracción y me escabullí, subí al camión, arranque y ya sabes el resto.
Claro que Matías conocía los peligros, pero es imposible que su lobo lo considere, él solo quería llegar a mí.
Al menos ahora podía estar un poco más tranquilo.El camión se detuvo unas pocas calles más adelante y vi como Elías tecleaba sobre la pantalla, antes de suspirar.
—Que sea lo que Dios quiera. —volvió a suspirar y me observó. —¿Están heridas?
Alcé una ceja y lo observé, con una expresión de, ¿Enserio?
Tenía la cabeza latiendo y quemando con fuerza, probablemente un golpe evidente en la frente y ahora que había estado más tranquila, vi como el brazo sangraba por la rozadura de una bala. Y eso sin contar el nerviosismo y miedo que aún sentía.Observe con cuidado a la pequeña y la vi ilesa, sin siquiera un golpe o rasguño, lo que era bueno.
—Su madre estaba allí gritando, ella también quería ir a buscarla, pero estaba herida. —eso explicaba el porqué no la había visto.
—Debemos llevarla con ella.
—Ya le avisé a Saucedo nuestra ubicación, en cuanto envíen a alguien a buscarte a ti y a la niña, regresaré y ayudare a calmar el infierno que es ese lugar y enfrentare a nuestro jefe.
—Yo puedo ayudar.
—No puedes, estás herida, no seas terca.
Estaba por decirle que aún así podría hacerlo, cuando el auto negro del que vi bajar a Matías frenó delante de nosotros y él y nuestro jefe bajaron.
—¿En qué mierda pensabas Cinalli? ¡Te robaste el maldito camión, jodido imbécil!
—Nuestro trabajo es rescatar a las personas de situaciones peligrosas o potencialmente peligrosas y ponerlas a salvo, además, Christine es de las nuestras, jefe. Usted sabe que nos cuidamos las espaldas. — lo vi bajarse, mientras Matías me ayudaba a mí.
—¿Estás bien? —asentí, pero ante su seriedad, negué.
No lo estaba, me sentía mal y no tenía sentido negarlo.
—¡Necesitamos el camión! ¿Cómo mierda apagaremos el fuego? ¿A malditos soplidos?
—Carter venía en el otro, unos minutos no harían diferencia.
—¡Estás suspendido! Ahora vamos a regresar y cuando todo esté bajo control, te irás a tu casa y no quiero verte por la siguiente semana.
Elías se encogió de hombros y me observó.
—Christine debo volver al trabajo, llámame para decirme cómo sigues. —Asentí, mientras lo vi darme la espalda y volver a subir al camión, con nuestro cabreado jefe detrás.
Cuando el camión comenzó a alejarse recordé que había perdido mi teléfono y gruñí, atrayendo la atención de mi compañero.
—Perdí mi teléfono. —le informé y pusó los ojos en blanco.
—Es lo de menos, vamos lobita, necesito que los médicos te vean a ti y a la niña, además su madre debe estar preocupada.
Lo deje guiarme hasta el auto, mientras aún sostenía a la pequeña en mis brazos.
—Estoy asustada Matías y necesito entender bien lo que sucedió.
—Ya hablaremos de ello, te lo prometo.
Y esperaba que lo haga o por mucha atracción que sintiera por él, lo enviaría a la mierda.
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Jugando limpio
VârcolaciLeticia Fenn sabía tres cosas con seguridad: 1-Su futuro había sido decidido desde que nació. 2-No podía luchar contra este, sin lastimar a las personas que más amaba. 3-La cuenta regresiva había comenzado y solo le quedaban horas para enfrentar su...