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Santiago







Este día he roto el récord en tomar malas decisiones. Primero la cagué con la chica que quiero, demostrándole que en realidad no podía confiar en mí. Solo bastó enterarme de la verdad, para escaparme de allí, creyendo que el traicionado era yo.
Ahora, con las horas enfriando el enojo, podía ver la realidad. ¿Cómo mierda podía decirme algo tan importante como eso, sin que enloqueciera? Debí entender que su miedo era que me alejara, algo que como un idiota, cumplí.

Luego, peleé con Drew, tras regañarme por haberla dejado sola. En ese momento descubrí que él también sabía su secreto y no fue capaz de decirlo. Cuando me lo dijo, preguntas como: ¿Por qué se lo dijo a él y no a mí? No dejaban de volverme loco, pero luego comprendí que pudo sacárselo como médico.
Pero la última cagada era haber bebido tanto junto a Flavio.

Los tragos comenzaron a aumentar a medida que los recuerdos venían a mi mente, al punto en el que había perdido la cuenta.
Sin embargo, ahora bajo el chorro de agua helada que caía de la regadera, maldecía haberme dejado llevar por el despecho.

Con el agua dejaba ir el poco enojo que me quedaba y algo del alcohol que nublaba por completo mi cabeza.
No volvería a beber a este punto, podría no ser la primera vez que lo decía, pero esta vez estaba decidido a cumplirlo.
 
Para cuando salí, entre a mi habitación, la cual ya no se encontraba vacía, como hace un rato; ahora su presencia llenaba cada espacio en este lugar.

—¿Leticia? —no sabía si en verdad estaba aquí o solo era un truco de los tragos nublándome la cabeza. — ¿Estás aquí?

Mis palabras salían con cierta dificultad, trabándose unas con otras.

—Sí, no podía quedarme con esto dentro de mí. Tú vas a escucharme quieras o no. — cruzó sus brazos, antes de soltar un bufido y negar. —No puedo creer que estés borracho. ¿Qué tomaste?

—Un poco de cerveza, luego vodka y terminamos con tequila. —mucho tequila.

—Con razón… —me observó de arriba abajo, repasándome sin problema.  —Pero el que estés en este estado no te librará de lo que tengo para decirte.

—Di lo que quieras, o cállalo, eres buena para hacer ambas. Unas más que otras. —no sabía porqué había dicho eso, si ya había entendido que ella hizo lo correcto al ocultarme su secreto y tomarse su tiempo.

—No me vengas con eso Santiago, yo pude ocultarte algo, pero no te mentí, tú a mí sí.

—No me vengas con eso ahora Leticia, no es momento para que lo hablemos.

—¿Entonces cuándo? Lo siento pero no voy a hacerte caso, necesito decirte esto o podría volverme loca.

—Si lo escucho ahora, podría no recordar nada mañana.

—No me voy a rendir contigo Santiago. Sé que debí hablar esto antes, pero no es tan sencillo hacerlo. No lo digo porque me sienta avergonzada de lo que soy, porque soy feliz siendo una loba y cada lobo que conozco es genial. Pero sí se que mi error fue ocultártelo, debí imaginar que reaccionarías así al  enterarte. — caminó hacía mí y no pude evitar dar un paso hacía atrás. —Es solo que nunca imaginé que mi padre pudiera hacer algo como lo que hizo, él sabía que podías asustarte y alejarte y sin embargo no le importó.

—Tampoco esperé que tu padre se convierta en un enorme lobo y amenazara con arrancarme trozo por trozo, porque él iba a hacerlo, no jugaba.

Ella podría decirme ahora mismo que su padre solo trataba de asustarme, pero no era verdad, él estaba listo para atacar.

—Me gustaría negarlo, pero con él no se que esperar. Se sintió un poco intimidado y furioso al vernos en la situación en la que estábamos. — caminó y se sentó en el borde de mi cama, comenzando a retorcer sus manos. — No es la primera vez que intimida a uno de mis novios, pero sin dudas fue la primera vez que me vio a punto de tener sexo con uno. Mira, no trató de justificarlo, pero solo actuó como todo padre haría.

—Sí, mi padre también se convierte en lobo y amenaza a las chicas que tratan de acostarse conmigo. Ya sabes, es algo normal que vivo siempre. — rodó sus ojos y volvió a ponerse de pie.

—Tampoco tienes que comportarte como un idiota, vine hasta aquí para que hablemos, necesito que lo hagamos.

—¿Hablar o terminar lo que empezamos en tu casa? —mi rostro volteó con fuerza hacia un lado, cuando su mano me golpeó.

Lo merecía y lo peor es que no sabía porqué lo había dicho, ya que no era lo que estaba pensando.

—Eres un idiota y tienes razón, nunca debería haber venido y mucho menos tratar de explicarte. — tomé su brazo, cuando trató de alejarse de mí. No quería seguir actuando de está manera.

—Lo siento, no se ni porqué dije eso. Al igual que tú estaba decidido a ir a buscarte y hablar, pero sabía que la jodí y que lo sigo haciendo. Te prometí quedarme y te aseguré que tus fantasmas no me asustarían, pero al saber la verdad me fui y ni siquiera voltee a mirarte.

—Eso hiciste, me dejaste allí cuando prometiste no hacerlo.

—Lo siento, no sabía que otra cosa hacer.

—Pudiste quedarte  conmigo. —Sus manos empujaron mi pecho, lo que en mi actual estado no fue muy bueno, ya que terminé sentado en el suelo. — Por la Diosa, Santiago, en verdad bebiste demasiado.

—Te dije eso antes, pero eres demasiado terca para escucharme. —me ayudó a ponerme de pie y me llevó hasta la cama donde al dejarme caer, la atraje conmigo. — Me arrepentí de irme, por eso estuve tomando, buscaba valentía en el alcohol, la valentía para ir a disculparme contigo.

—Ya suéltame, no podremos hablar así.

—Te amo, ¿Me perdonarás? Dime qué me perdonaras por ser un idiota.

No iba a soltarla, no cuando no sabía que estaba pensando, necesitaba la esperanza de que me disculparía y seguiríamos como hasta ahora.
Tendría que aprender a controlar mis impulsos y como me había dicho Drew, dejar de comportarme como un niño malcriado, de lo contrario podría perder muchas cosas.

—Tenías razón, no era el momento para hablarlo, mejor te dejaré descansar y mañana hablaremos, cuando estés menos, ya sabes, perdido.

—Quédate.

—Me quedaré, no te daré la oportunidad de escaparte, pero iré a la sala. — trató de levantarse y la sostuve.

—Por favor Leticia, quédate, no quiero despertar y creer que esto solo fue un sueño.

—Tranquilo, te lo recordaré. —volvió a luchar por levantarse, por lo que la solté.  —Ahora duerme, estaré en la sala.

Odiaba la mirada en sus ojos, la tristeza y la decepción que ellos emanaban y lo que más odiaba era saber que fui yo quién puso esos sentimientos allí.
Quise decirle más, insistir en que se quedará conmigo, pero lo único que pude hacer fue quedarme dormido.



Jugando limpioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora