30

3.7K 575 95
                                    

Santiago







Flavio había escuchado mi conversación con Drew sobre los hombres lobo, por lo que debimos explicarle de que trataba todo. Al principio nos tomó como un par de locos y solo se rió de ambos, hasta que luego de un tiempo comprendió que no bromeábamos.
En ese momento todo fue peor porque se obsesionó con la tonta idea de ser mordido y convertirse en uno de ellos. Algo que al ver a Leticia le preguntó, decepcionándose un poco cuando está le dijo que era algo imposible.

Por lo que ella nos explicó, nadie se convierte por una mordida, el uso que le dan es otro. Una marca. Un reclamo hacía otra persona.
Entendí que un compañero para ellos era lo más parecido a un alma gemela, algo poco probable de creer, pero para ellos un objetivo de vida.

Yo era el compañero de Leticia, quizás no podía reconocerla, pero ella al parecer si lo hizo. El olor, uno característico era el responsable y por lo que ella dijo en medio de un delirio hace tiempo, yo olía a una jodida piña. 
Pero no era en eso en lo que más me preocupaba ahora mismo, sino en la dichosa cena a la que deberíamos asistir está noche.

El padre de Leticia me odiaba, estaba seguro que si fuera por él ya me habría vuelto pedacitos, por lo que la idea de estar con él durante dos o tres horas en la misma habitación, era como ir a nadar con pirañas, con una herida sangrando en mi pierna.
Además no era el único preocupado, Leticia aunque trataba de disimularlo se veía asustada y extremadamente nerviosa. Era tan obvio, que provocó que Flavio se sumará, alegando ir para ayudarme en caso de necesitar escapar. Sería bueno si también viniera Drew, pero él solo se negó, al parecer un examen era mucho más valioso que la vida de sus dos mejores amigos.

Sin dudas esto sería algo que recordaría en un futuro cuando necesitara un enorme favor.

—Por Dios Santiago solo será una cena, vas tratas de hablar lo menos posible, comes, agradeces, te ríes de sus malos chistes y luego te vas. Hombre lobo o no, no te hará daño con testigos. — eso me dio tantas ganas de reírme. La última vez salí vivo de milagro, aún con su hija y su esposa de testigos.

—Además iré contigo, vamos amigo, puede odiarte a ti, pero a mí no me conoce.

—La última vez se convirtió frente a mí, sin importarle los posibles testigos y estoy seguro de que algo tiene planeado esta noche.

—No eres un cobarde amigo, así que vayan de una vez, de lo contrario Leticia creerá que la dejaste plantada.

A pesar de mi poca predisposición, sabía que Drew tenía razón y que debería enfrentar a mi suegro como el hombre que soy.

—Tienes razón, no debo mostrarle debilidad al enemigo. ¿Qué tan malo puede ser?

Me hubiera encantado conservar ese pensamiento, pero kilómetro a kilómetro que Flavio y yo avanzábamos, los buenos pensamientos desaparecian hasta que no quedó ni el recuerdo de ellos.
Ahora solo pensaba en que estaba conduciendo directamente a mi muerte, no tenía pruebas, pero tampoco dudas de ello.

Incluso cuando nos detuvimos frente a la casa de Leticia, solo podía aferrarme a la idea de dar vuelta y volver a mi apartamento.
Pero Flavio bajo, sintiéndose terriblemente confiado. Claro, a él no querían matarlo.

—Ya nos vieron así que baja. — susurró, recordando que ellos podían escuchar todo lo que decíamos.

Asentí y tras varias respiraciones bajé y empecé a caminar hacía la puerta. Tenía una sensación, un sexto sentido que me decía que esto no saldría para nada bien, aún así toque el timbre.
Y cuando está se abrió, Leticia, junto a una mujer aparecieron en nuestro campo de visión.

Jugando limpioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora