Matías
Habíamos pasado cerca de una hora más conversando, antes de que mi teléfono comenzará a sonar y la voz de Portillo me pidiera acercarme a la comisaría.
Me sentía tan reacio a alejarme de ella que me ofrecí a acercarla a su casa, utilizando esa excusa para conocer la dirección de mi compañera.—Lo sientes, ¿Verdad?
Su pregunta me causo curiosidad, puesto que había muchas cosas que sentía en este mismo momento.
—¿A qué te refieres?
—A la persona que está siguiéndonos desde que salimos del bar. Al principio creí que era simple casualidad y traté de no prestarle más atención, pero puedo sentirla detrás de nosotros.
Ella no volteó, ni se detuvo mientras hablaba, continuó, con el rostro serio, mirando hacia el frente.
Había notado, al igual que ella, a esa persona, pero esperaba que ella no lo hiciera. No podía enfrentarlo con ella junto a mí, ya que de encontrarse armado, podría herirla al verse amenazado.—Si.
—¿Solo eso vas a decirme? ¿Tienes a alguien que quiera investigarte? —Asentí y la vi fruncir el ceño. —Ya veo.
—No quiero sacar conclusiones, pero si me dejó llevar por mi intuición, los responsables de estos incendios, son quienes lo enviaron.
—¿En qué estás metido?
¿Cómo podría explicarle la situación sin darle detalles que pudieran ponerla en peligro?
—Un caso que se complicó.
—¿Estás en peligro?
—Hasta ahora nunca me han seguido.
—O nunca lo has notado.
Lo hubiera hecho, hubiera sentido a alguien siguiendo mis pasos, vigilando cada uno de mis movimientos, conociendo mi rutina, incluso mejor que yo.
Podía notar la preocupación que se estaba apoderando de Christine, por más que está tratara de ocultarla. No era tan difícil de leer, como ella esperaba.Sin embargo, a diferencia de ella, la preocupación no era lo que más predominaba en mí, sino la rabia.
¿Cómo mierda se atrevían a seguir a un maldito policía? ¿Acaso me creían tan imbécil?Tenía tantas ganas de ir tras él y obligarlo a decirme el nombre de la persona que lo había contratado.
—Lo habría hecho, lobita. Créeme, que lo habría hecho.
Cuando llegamos a mi auto, ella subió en el lado del copiloto, para luego mirar por la ventanilla en dirección hacia donde se veía al hombre que trataba de disimular que no nos observaba.
Paseé mi mirada desde Christine, hacía él, aún manteniendo la puerta del conductor abierta, dudando entre si exponer a mi compañera e ir tras él, o entrar al auto y sacarla de aquí.—Ve. —mantuve mis ojos en ella, impulsándola a continuar. —Sé que estás dudando, pero debes saber quién es, además aunque quieras ya estoy expuesta, él vio mi cara y probablemente tiene fotos. Confía en mí, mi hermano se dedica a esto y se cómo es el modo de actuar.
Lo sabía, pero no era tan sencillo salir corriendo detrás de él, dejándola sola aquí.
Pero odiaba la idea de que alguien pudiera utilizar la imagen de mi compañera para provocarme.—Espérame aquí. —la vi asentir y cerré la puerta, antes de avanzar hacía el maldito.
Al verme ir hacia él, se dio vuelta y empezó a correr, tratando de escapar. Lo malo para él, es que ya había captado su olor y no lo perdería a esta corta distancia. No solo eso, también tenía mucha más velocidad que él, por lo que escapar era inútil.
Golpeé a varias personas en el camino, pero no podía evitar hacerlo cuando se atravesaban frente a mí.Lo atrapé justo en una esquina, cuando se detuvo antes de ser atropellado por un camión.
El imbécil creyó que me encontraba mucho más atrás, de lo que en realidad estaba.—¿Para quién trabajas? —Pregunté, reteniéndolo contra el asfalto.
—No sé de qué hablas, yo solamente caminaba hacia mi trabajo.
—No soy idiota. Llevas persiguiéndonos desde que salimos del maldito bar, sin mencionar que al verme no dudaste en huir.
—No sé de qué hablas, solo te vi correr hacia mí y creí que querías robarme o atacarme.
—¿Jugaras esa carta? De acuerdo, pero no será aquí. —Manteniendo mi rodilla en su pecho, saqué mi teléfono y marqué el número de uno de mis compañeros. — Necesito un móvil en cuatrocientos ochenta y dos, entre diez y seis.
—¿Qué sucedió? — peguntó Vives, mientras el idiota se retorcía debajo de mí.
—Al parecer ahora tengo personas siguiéndome. Malditos que parecen creerse más inteligente que yo, pero los cuales deberán darme muchas explicaciones.
Presioné mi rodilla con más fuerza, escuchando el suspiro molesto de mi compañero de trabajo.
—Tengo a Iglesias y a Catalay patrullando a dos calles, no tardarán. Pero Prado, intenta no lastimarlo, hasta aquí escucho sus lloriqueos. —No respondí, simplemente corte la llamada y miré al hombre que estaba arrestando.
—No sabes en la cantidad de problemas en las que te acabas de meter.
—Yo no hice nada.
—Eso vamos a verlo.
Cinco minutos después, tenía a los dos oficiales, metiéndolo en la parte trasera de la patrulla, asintiendo a mi orden de encerrarlo hasta que llegara a la estación.
Iba a interrogarlo, pero antes tenía que dejar a mi compañera en su casa. Ya había expuesto demasiado su seguridad y no me sentiría tranquilo, hasta que estuviera segura.Caminé a paso apresurado hacía el auto y me subí, poniéndolo en marcha, antes de decirle cualquier cosa.
—¿Cuál es tu dirección Christine?
—Vivo en la treinta y seis, entre siete y cinco.
Una zona muy poco concurrida, pero al mismo tiempo tranquila. No era un lugar del que recibiéramos muchas llamadas, por lo que era algo bueno.
Aún no había volteado a observarla, pero podía sentir sus ojos quemando a un lado de mi rostro.—¿Entonces que sucedió? ¿Lo atrapaste? —Al parecer notó mi intención de no decírselo y prefirió preguntar de manera directa.
—Lo atrapé, ahora va camino a la comisaría.
—Matías, debes confiar en mí. Entiendes que a partir de ahora pasaremos mucho tiempo juntos, ya sea a solas o frente a muchas personas, por lo que debo saber a qué me expongo.
—No puedo darte una respuesta ahora, no cuando aún no se quién envío a ese hombre o si no cometí un error al arrestarlo.
—¿Crees que cometiste un error? ¿De verdad crees eso?
Claro que no creía eso, pero no quería preocuparla antes de tiempo.
—No puedo decirlo con seguridad, al menos hasta más tarde, cuando termine de interrogarlo.
—¿Me informaras al respecto?
—Solo en caso de que eso te pueda afectar, de lo contrario no.
Seguimos el resto del viaje en silencio, ambos molestos. Ella conmigo y yo con el imbécil que arruinó nuestra mañana.
No era de esta manera como planeaba acabar la salida, pero es lo que nos tocaba.Cuando llegamos a su casa, no pude evitar notar que al lugar le hacía falta una buena mano de pintura por fuera, entre otros arreglos.
Sin embargo no me pondría a juzgar la fachada del lugar, ya que si mi compañera vivía sola, me encargaría de arreglar todo por ella.—No estoy de acuerdo en ser mantenida en la oscuridad, Matías. Por esa misma razón voy a pedirte que si algo grave está sucediendo, me lo digas.
—Lo haré, nada me preocupa más que tu seguridad.
—Espero que así sea.
Pero dentro de mí sabía que eso sería algo que haría, solo si las cosas se tornan verdaderamente graves.

ESTÁS LEYENDO
Jugando limpio
WerwolfLeticia Fenn sabía tres cosas con seguridad: 1-Su futuro había sido decidido desde que nació. 2-No podía luchar contra este, sin lastimar a las personas que más amaba. 3-La cuenta regresiva había comenzado y solo le quedaban horas para enfrentar su...