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Leticia







A medida que la cena iba terminando y la mayoría se dirigía a su antigua casa o en caso de Laurie y Beau, a un hotel, mi padre parecía mucho más resignado.
Su confianza, la cual era enorme en la mañana, ahora solo era escasa y su altanería y respuestas amargas, pasaron a ser más llevaderas hacía mi compañero.

A pesar de que veía cierto cambio, no podía confiarme y menos con esta espina pinchando, una y otra vez, el globo de paciencia que tenía mi padre.

-¿Qué dicen si jugamos a algo? Vamos, entiendo a Jack y a Ryan, que ya son hombres mayores, pero Nath, Logui, Ben Ben, ¿Ustedes si se quedarán conmigo? -vi a Mich mirarlos con una mirada esperanzada, mientras todos se miraban unos a otros.

-Te recuerdo que tanto ellos como tú tienen la misma edad, grandísimo idiota y ya que me omitieron, aprovecharé y me iré a descansar.

-¡Alto ahí Robert! ¿Por qué te quieres ir? Tú eres nuestro Thor.

-¡Diosa! - exclamó Robert, llevando ambas manos a su rostro. - Deja eso de una vez.

-Mmm... no. Ricitos, tú que si eres divertida, si te quedarás. ¿Verdad? - a pesar de la hora, sabía que la insistencia de Michael terminaría por convencerlos, aunque esperaba que no lo hiciera.

-No lo sé Mich, fue un viaje largo y estoy cansada. ¿A qué tipo de juego te refieres?

-No lo sé, ¿Por qué debo pensar todo yo? -se quejó, como si no fuera él quien no dejaba de insistir en esto. - ¿Qué dices chispita, alguna idea?

-¿Qué tal si vamos a un bar? Allí podríamos divertirnos.

-No.

-Cuando venga a la ciudad lo haré, saldré y me divertiré a lo grande. -no era momento para que Jade comenzará a provocar a su padre, pero ella no lo veía así, se divertía volviéndolo loco.

-Pequeño Bambie, necesito el número del convento en el que estabas. -ese comentario provocó que Jade se pusiera de pie.

-Lo siento galletita, hace tiempo lo perdí. Además no aceptarían a Jade, ella no quiere ser monja.

-Claro que no quiero y no iré. Por la Diosa papá, no duraría allí dos días.

-No creo que duraras ni dos horas. - bromeó Aryeh, consiguiendo que la mayoría termináramos riendo.

Mientras seguían con la discusión sobre si Jade iría o no al convento, algo que sabíamos todos que no sucedería, Santiago vino hacía mí y abrazo mí cintura.
Por fin comenzaba a soltarse y tener cierta valentía frente a mi familia.

-¿Ya no te asustan los gruñidos? - pregunté, echando mi cabeza hacía atrás, de modo que quedará sobre su pecho.

-¿Estás bromeando? Creo que nunca lograré terminar de hacerme a la idea. Pero no son los gruñidos lo que más me asustan, sino las miradas, solo observa la forma en la que tu padre me está asesinando con ellos.

Él no mentía. Al levantar mi mirada, pude observar como los ojos de mi padre habían cambiado su color habitual y lo observaban con enojo. Pero gracias al cielo, solo quedaba en eso, miradas asesinas y no intentos de asesinato.
Estaba cansada de esto, ¿Por qué no podía actuar como lo hacía Johan? Él desde que supo que Beatriz era compañera de Flavio, se había acercado y había hablado con el chico e incluso bromeado.

Beatriz tenía demasiada suerte de tener los padres que tenia.

-Solo no le hagas caso, no hará nada, de lo contrario sabe que no se lo perdonaré jamás.

Jugando limpioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora