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Leticia







Cuando regrese de casa Cedric, me sorprendió enormemente encontrarme a Santiago sentado en el sofá de mi sala, conversando muy tranquilo con mis padres.
Por unos momentos me quedé parada en medio de la sala, estática, sin poder creer como él y mi padre dialogaban sin pelearse, sin gruñirse. Era como si hubiera entrado de repente en una dimensión diferente y tenía miedo de que si me movía, alterará la tranquilidad que se respiraba.

Ellos al verme observarlos, sin decir nada, sin avanzar, sin cuestionar siquiera lo que sucedía, comenzaron a reírse.
Se reían, como si días atrás no se hubiera dado una situación en la que estuve a nada de quedarme sin mi compañero. Pero solo bastaba darles una simple mirada, solo eso, para creer que eran amigos de toda la vida.

¿Una broma? No lo creía, faltaba tiempo aún para día de los inocentes, por lo que eso estaba descartado.
¿Un milagro? Eso era más seguro. Aunque también podía apostar a que mi madre había amenazado a mi padre con comenzar a preparar los papeles del divorcio si no dejaba de lado sus ridículos celos y solucionaba sus problemas con Santiago. Sin dudas esa era la opción más acertada, ya que la noche anterior pude escucharla amenazarlo con eso mismo.

—¿Piensas quedarte allí el resto del día parada o por fin vendrás a sentarte junto a nosotros? — seguía en estado de shock, pero de igual manera asentí, sin saber si asentía a quedarme aquí o a ir junto a ellos.

Mi padre se puso de pie y caminó hacia mí, poniendo su mano en mi hombro.

—¿Leticia, estás bien? —Sacudí mi cabeza y Pestañee rápidamente.

—Lo estoy. — respondí y fruncí el ceño. — ¿Qué pasó, acaso estoy volviéndome loca y veo a Santiago sentado en el sofá?

Eso solo provoco que los dos volvieran a reírse y que quien respondiera mi pregunta está vez, fuera mi madre.

—No estás volviéndote loca, Santiago está aquí y tu padre no está portándose como un idiota, por fin.

—¿Tus amenazas finalmente funcionaron mamá?

—No eran amenazas, no iba a soportar que fuera tan egoísta. Si él no solucionaba sus diferencias con tu compañero, estaba decidida a divorciarme, por mucho que eso me doliera.

—Dulzura sigo pensando que eres muy extremista.

—¿Y lo dices tú, que te trajiste a toda la manada para asustar al compañero de tu hija? Aún estoy molesta contigo Nathan, tenía tantas ganas de darte unas bofetadas hasta hacerte entrar en razón y aunque no hicieron falta, sigo sin creer que hayas hecho todo ese alboroto.

—Tú mejor que nadie deberías comprenderme dulzura, pero no volvamos al pasado, ahora estamos en una especie de estado de paz, no lo arruinemos.

—Tu padre fue a buscarme hoy a la universidad Leti, allí hablamos sobre todo y llegamos a una conclusión. —dijo Santiago, interrumpiendo la discusión entre mis padres.

—¿A qué conclusión llegaron?

No debía ser una mala, ya que estaban aquí, conviviendo en una momentánea tranquilidad.
De cualquier manera, no sabía si confiarme ya que eso podía terminar en una decepción.

—Eres lo más importante para ambos, te amamos y no queremos que nuestro egoísmo te haga mal. Sí, tenemos diferencias que parecen irreconciliables, pero estamos dispuestos a dar lo mejor de nosotros para superarlas y en un futuro llevarnos bien. —Santiago no apartaba los ojos de mí, mientras me decía que me amaba. — Así que puedes estar tranquila, no volveremos a pelear.

—Sí hija, ambos hablamos y entendimos que los dos somos importantes para ti y yo comprendí que el hecho de que tu compañero ahora esté en tu vida, no me quitará el lugar que yo tengo en ella.

Me emocionaba ver que mi padre por fin había entendido que el que Santiago ahora sea parte de mi vida, no significaba que iba a dejar de amarlo a él. Era mi padre, el hombre más importante en mi vida. Lo fue en el pasado, lo es en el presente y lo seguirá siendo en el futuro.
Sin poder detenerme lo abracé, tratando de transmitirle todo el cariño que sentía.

—Nunca debiste dudar eso papá, puede que ahora Santiago apareciera en mí vida, pero nunca ocupará el lugar que solo tú puedes llenar. No imaginas lo bien que me hace saber que tragaste tu orgullo y lo buscaste, me haces muy bien.

—¿Entonces me perdonarás el haberme portado como un idiota al principio?

—Claro que sí, pero ahora también debo abrazar a mi chico. —solté a mi padre y me lancé sobre Santiago, quien no espero una reacción así, por lo que ambos terminamos cayendonos.

Mientras ambos nos levantábamos del suelo, no podía dejar de reír. Hace tanto tiempo no me sentía tan relajada, incluso dudo que alguna vez me sintiera de está manera.
Había pasado tanto tiempo limitándome, solo para adaptarme a lo que los demás esperaban de mí, que ahora que finalmente era yo misma, haciendo lo que quería, solo para complacerme a mí, no podía creer la sensación de plenitud que se extendía por mi pecho.

—Gracias por hacer esto, lo necesitaba. Siento que por fin voy a poder relajarme y no estar pensando en que en cualquier momento pudiera darse un enfrentamiento entre ambos y debería ponerme en medio para evitar que salgan heridos.

—Ya no deberás preocuparte por eso.

—No volveremos a pelear hija.

—Yo misma me encargaré de vigilar a este lobo cabezota y si es preciso que le dé un correctivo para ponerlo en el camino correcto, lo haré.

—Cuando no dulzura, no se cuándo cambiarás ese afán tuyo de golpearme.

—Lo dices como si lo hiciera diario.

—Cuando nos conocimos, lo hacías. Era solo verme para que activaras tus bofetadas.

—No le creas Santiago, está exagerando.

Los observaba interactuar y solo podía sonreír, tal vez ahora por fin las cosas irían bien y ya no debería preocuparme por nada más.





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