31.

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Christine








Empecé a sentir el olor de mi compañero acercarse, pero también sentí el olor a sangre y solo esperaba que se encontrará bien. No sabía que había sucedido entre él y Montes Acuña, pero deseaba con todas mis fuerzas que hayan acabado con ese despreciable ser humano.
Volteé mi cabeza en su dirección, al mismo tiempo que escuché el grito, demasiado agudo, de Michael.

—¡Mi cachorro! —lo vi correr hacia ellos y no pude evitar que mis pies también hicieran el camino detrás de él.

Gael venía apoyado en Jack y Cedric, mientras la herida en su abdomen no dejaba de sangrar.

—¿Quién fue? ¿Quién lo hirió? Mataré al maldito. ¿Cómo se atreven a tocar a mi cachorro? —Sus preguntas iban dirigidas a todos, pero nadie le respondía. — Y tú, ¿No te enseñe a ser precavido? Gael, tu madre va a matarme. ¿Quieres que tu padre muera? ¿Por qué no tuviste cuidado?

—Ya cálmate papá, estaré bien en cuanto saquen la bala.

—¿Por qué seguimos aquí? Rápido Jack, lleva a mi cachorro al auto.

Jack negó, antes de llevar a un quejoso Gael, discutiendo con Michael, hasta el auto.
Paseé mi mirada por ellos, hasta quedarme anclada en los ojos de Matías. Él se veía cansado, preocupado y diría que bastante culpable.

—¿Y Benjamín? — pregunté, dándome cuenta de que él no venía con ellos.

—Él se quedó atrás, al parecer quiere encargarse por si mismo del cuerpo de Montes Acuña.

—¿ Entonces él está muerto?

—Si. —solté en un fuerte y tranquilizador suspiro, todo el aire que me encontraba reteniendo.

—No debería sentirme tan relajada con la muerte de alguien, pero él estaba volviéndose una pesadilla en nuestras vidas.

Al menos ahora con él fuera de la escena, se acabarían los peligros, las vigilancias y el no sentir la tranquilidad, que debería sentir al circular libremente por las calles.

—También necesitas ir al médico.

—El efecto pasara en un rato. —Me acerque a él y envolví mis brazos a su alrededor. —¿Me perdonas por escaparme de la fiesta e ir directamente al infierno?

—Es tu trabajo lobita, siento que sucederá muchas veces y deberé acostumbrarme.

—No. Estoy considerando el renunciar.

Los acontecimientos de las últimas horas me hicieron ver qué aunque apagar incendios me hacía sentirme bien conmigo misma, le generaba preocupación a mi familia.
Si mi padre y mis tíos no hubieran ayudado en el último incendio, era probable que no estaría aquí ahora y que varios niños hubieran perdido la vida.

Sin embargo, ellos volverían a la manada y no podía permitir que vivieran asustados con el miedo a que un día los llamen y les dieran una trágica noticia.

—¿Estás segura de esto?

—Lo estoy.

—Está bien lobita, estoy contigo para apoyarte en todo lo que quieras hacer. —Asentí contra su pecho, segura de que él lo haría. —Pero ahora déjame llevarte al hospital, necesito saber que estás bien.

—De acuerdo. —entonces me alejé un poco de él y lo miré a los ojos. —Benjamín se encargará del cuerpo de Montes Acuña, pero, ¿Quién se encargará de el hombre al que le disparó en la cabeza?

—¿Qué hombre? —su sonrisa me preocupo y volteé, no encontrando más que sangre en el suelo.

—¿Dónde esta?

Jugando limpioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora