5

3.8K 568 57
                                    

Leticia





Cuando desperté, sentí que sería un maravilloso día. ¿La razón? Mi tan adorado olfato había finalmente regresado y con fuerza.
Para algunos podía parecer una tontería, pero cuando te basas en ese sentido para todo, lo es primordial.

Tengo la extraña costumbre de oler cada alimento que voy a comer o cada bebida, que voy a tomar, por lo que pasar un día sin poder hacerlo me ponía ligeramente nerviosa.
Pero gracias a la Diosa, ese inconveniente estaba superado.

Además, solo tenía una clase, por lo que podía pasar el resto del día recorriendo la ciudad y comprar algunas cosas que necesitaba con urgencia.
Si tan solo hubiera venido Jade conmigo, todo seria mas sencillo.

Conozco a Jade Doll, básicamente desde que nació y gracias a la cercanía de nuestros padres, crecí viéndola como la hermana que no tengo.
La chica es una pequeña dulzura, pero tiene una enorme fijación por ser el centro de atención. Adicta a la moda, puede conseguirte gangas donde sea, logrando encontrar las mejores prendas. Pero para mi desgracia, ella se quedaría en la manada, al menos por los próximos dos años.

Con mi estado de animo renovado, desayuné en tiempo record y aún con una sonrisa en mi rostro, me dirigí a mi purgatorio.
La verdad es que podría saltarme esta clase y tomarme el día completo, pero por alguna extraña razón, sentía que debería asistir.

Trate de mantener mi buen humor, incluso cuando las horas parecían pasar con mucha lentitud.
Sí, era solo una clase, pero duraba tres horas, las cuales, de escuchar el monologo de la profesora antipática frente a mi, parecieron durar mucho más.

Para cuando la tortura finalmente acabo, no pude salir lo suficientemente rápido del aula, pero sí logre evitar levantar mi puño al aire y gritar un: por fin.
Podría haber resultado un poco incomodo, maleducado y crearía una rivalidad entre ambas. No creía que se tomará con gracia que festejará que su hora acabara.

Solo quería distraerme un poco, cambiar mis energías. En un momento me detuve frente a una peluquería, debatiendo en hacerme un cambio de look, pero no podría cortar mi cabello, me había costado años conseguir este largo. Otra cosa podría ser pintarlo de algún color, uno más claro tal vez, pero la realidad es que tampoco estaba preparada para hacerlo aún.
Para cuando llegué al centro comercial, pasee por cada tienda que encontré, comprando algunos abrigos que necesitaría para cuando el frio nos atacará. Pero no fue hasta que evaluaba un sostén de encaje rojo, que me arrepentí de haber ingresado.

Mi teléfono había sonado y al ver el nombre de Santiago, respondí sin dudar.

-Hola, déjame adivinar, también necesitas mis apuntes de historia. -continué mirando el sostén, colocándolo frente a mi, tratando de ver si me quedaría bien .

-Hola a ti también. Mmm... no. Esta vez mi llamada es más amistosa que estudiantil.

-¿En serio?

-Por supuesto. Es más como un gran amigo que soy, te aconsejo comprar esa cosa, el rojo se ve muy bien en ti.

El reflejo del espejo me mostro mi reacción. Estaba sorprendida, con los ojos y la boca abierta, haciéndome parecer una especie de muñeca inflable. No ayudaba que el sostén siguiera apoyado contra mi pecho. Aunque debía agradecer tener la ropa puesta.
La risa que escuché a través de la línea, solo me hizo comprobar que él se encontraba cerca, pero no tenía una maldita idea de donde.

-¿Estas siguiéndome? ¿Debo preocuparme? -pregunté, devolviendo la prenda a su lugar. No la compraría, es más, saldría cuanto antes de aquí.

Era consciente de que era imposible que me siguiera, pero fue lo único que se me ocurrió para aligerar el ambiente.
¡En serio deseaba que la tierra me tragara!

-No, pero es bueno verte, no me gusto la manera en que me fui ayer.

-Tenías cosas que solucionar.

-Sí, pero quería quedarme, me estaba divirtiendo. Además no fue agradable todo el drama por el que luego pase.

Comencé a caminar hacia la salida de la tienda, pensando en qué pudo haberle sucedido. Claro que no se lo preguntaría, no quería parecer curiosa y metiche.

-Al menos ya paso, hoy es un nuevo día y no creo que tengas tan mala suerte, como para que eso se repita.

-Espero que no lo haga. -bufó y no pude evitar soltar una pequeña risa. - Oye, ¿En serio no lo compraras? Deberías seguir mi consejo, ese tipo de sostén tiene mi apoyo.

-Puedo imaginarlo, pero no, solo estaba mirándolo.

-¡Que lastima! Ese color resaltaría en contraste con tu piel, también resaltaría tu cabello oscuro. Si yo fuera tú, regresaría y me haría con él.

¿Por qué seguíamos hablando de esto? ¿Acaso no notaba mi incomodidad?

-¿Acaso trabajas aquí?

-Sí, ¿Por qué crees que insisto tanto? -me detuve, quizás podría comprarlo y ayudarlo con una pequeña comisión. Lo pensaba cuando escuché su carcajada. -Eres un poco inocente Leti, claro que no trabajo allí, no me contratarían, podría incomodar a las clientas.

Eso era verdad, pero él parecía realmente agradable y parecía saber que decir para convencerte de hacer o no algo.
Si yo tuviera un negocio, no dudaría en contratarlo.

-No lo creo, las lograrías convencer.

-Anda sal, aprovechemos que estamos aquí y vayamos a tomar algo. ¿Qué dices?

No tenía que pensarlo, él era divertido y no tenía a ningún otro amigo aquí.

-Claro, antes de que debas salir corriendo.

-Hoy no pasará.

Colgué y guarde el teléfono en el bolso, antes de terminar de salir de la tienda.
A unos pocos pasos lo vi, guardando su propio móvil en el bolsillo de sus pantalones.

Él no se veía mal. Ahora que podía darle una mirada completa, podía entender que fuera deportista. Sus hombros estaban marcados, pero no eran extremadamente amplios, su cintura era pequeña y me encontré tentada a quitarle la camiseta que traía puesta para comprobar su abdomen.
Alejé esos pensamientos, no era correcto comerse con los ojos a la única persona que ha sido amistosa conmigo aquí.

Pero no fue hasta que llegué muy cerca de él, que dentro de mi, miles de hormigas comenzaron a bailar tap.
No era su atractivo físico, sino su olor lo que me estaba por volver loca. Su aroma frutal, más específicamente a la piña, me hizo comprender una cosa: Santiago era mi compañero.

-¡No me jodas! -dije, sorprendiéndolo.

-¿Qué sucede? ¿Tengo algo malo?

Nada y ese era el problema, todo estaba bien con él. Su olor era algo que quisiera oler por siempre, meter mi cabeza en el hueco de su cuello y quedarme allí aspirando su aroma por días u horas.
Pero no podía decirle algo como eso y no quedar como una demente. Por lo que tenía que inventar algo y debía hacerlo ahora.

¡Piensa Leticia, piensa!

-No. Pero casi no te reconozco, tú no te veías así ayer. ¿Cómo mejoraste tanto de ayer a hoy? -era la peor cosa que pudo ocurrírseme decir, pero a él no pareció molestarle, al contrario sonrió.

-Hoy no tengo resaca.

-¿No se supone que los deportistas no beben?

-No es correcto, pero mientras no se entere el entrenador, estaré bien.

-Entiendo, tal vez debería contárselo. -me sentía muy nerviosa, al punto en el que ya no sabía que decía.

-No te veo con esa maldad, recuerda que tú eres mi pequeña Blanca Nieves.

-Mejor vayamos por ese café.

-De acuerdo, marqué el paso princesa. -Negué, riéndome, al escuchar su leve susurro. -¡Hi, hooooooo!

-Tonto. -Golpee levemente su brazo, aún sintiéndome demasiado nerviosa.

Había encontrado a mi compañero. Un chico divertido y responsable, algo muy diferente a lo que creí que debería esperar. Pero estaba demasiado feliz de haber venido aquí, de haberlo encontrado y de haber recuperado mi olfato.

Jugando limpioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora