C.25

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Iván





—¿En verdad creyeron que podrían esconderse por siempre? Has pasado años junto a nosotros Iván, deberías conocernos mejor. —Joaquín ingresó, seguido de aproximadamente unos veinte lobos más.  — ¿Dónde está esa pequeña perra que pensó que podía meterse con nosotros? ¿No me digas que ahora siente miedo?

Joaquín no tardó en comenzar a reír, secundado principalmente por Henry y Baltazar, dos lobos que a pesar de no ser betas, aspiraban a ese puesto.
La beta, había sido la hermana de Joaquín, quien hace unos años, fue perseguida, cazada y vilmente asesinada, tras cometer un simple error.

Todos conocíamos la historia ya que en ese entonces ese acto había provocado una gran brecha. Muchos no estábamos de acuerdo con la forma en la que se manejo, pero nadie le planto cara al alfa.
Sin embargo ahora, veía que muchos habían desertado.

—Ella no está aquí, así que no la busques. — mentí, esperando que pudiéramos detenerlos y que no llegarán a ellas. —¿De verdad crees que te entregaría a mi compañera de manera tan sencilla? ¿Desde cuándo eres tan ingenuo Joaquín?

—Por lo que veo, continuas con la ridícula idea de enfrentarte a mí. ¿En serio te quieres morir imbécil?

Mientras paseaba mi mirada por los lobos presentes, noté que la mayoría eran lobos antiguos, ninguno era un cachorro. Al parecer Joaquín seguía sin poder controlarlos y no me extrañaba, ya que ese era mi trabajo.
Traerlos hubiera significado un peligro para él, ya que ellos reconocerían a su mentor y no tardarían en rebelarse y luchar a mi lado.

—Hace tiempo que deje de reconocerte como mi superior, tus leyes ridículas te convirtieron en un alfa mediocre y tirano. Por lo que es evidente que mantengo la idea de enfrentarte.

—No me sorprende, nunca fuiste alguien valioso, siempre fuiste una pieza más que sabía que terminaría rebelándose. Eres el mediocre aquí, carente de ambición, sin un motivo para luchar hasta ahora. Por lo único que te han crecido un par de pelotas, es para tratar de proteger a esa cualquiera que reconoces como tu compañera.

Sus palabras arrancaron unos gruñidos de varios familiares de Lyra. Ninguno estaba feliz de escuchar la manera en la que esté se refería a ella.
Por el rabillo de mi ojo, pude ver a Jack y sabía que no tardaría mucho en convertirse y atacar, pero no podía decir que no me sentía igual, después de todo frente a nosotros teníamos a quien amenazaba su seguridad. También sabía que si volteaba a ver a Cédric, me encontraría con una reacción parecida, aunque mucho más potenciada. Todos aquí veiamos que él era mucho más impulsivo que su padre y ahora mismo, luego de que Aysel apareciera frente a todos nosotros, dispuesta a pelear, su temperamento estaba hasta el cielo.

Al parecer en verdad las mujeres de esta familia tendían a hacer su voluntad a su antojo, pero al menos para mi tranquilidad, esta vez Lyra pareció escucharme y no estaba dispuesta a exponerse.
¡Gracias Diosa por ello!

—Deja de mencionarla Joaquín, esto es entre nosotros.

—Si así quieres que sean las cosas, espero que tanto tú, como todos aquí estén listos para morir.

—Esta noche terminará todo, haremos que te arrepientas de haber tomado la decisión de venir y asustar a las compañeras de todos. Tienes demasiada fe en ti mismo, pero te olvidas de algo.

—¿De qué? — preguntó con cierta burla.

—De que hace mucho no peleas, siempre te encargas de que alguien más pelee tus batallas, pero está vez, nadie te salvará.

No fuimos los primeros en transformarnos, ya que ellos lo hicieron y empezaron a rodearnos. Sin embargo, no esperaban que a la hora de elegir a quien atacar tuvieran tanta mala suerte.
Tanto Benjamín, como Robert y Jonás, estaban listos y en cuanto se lanzaron por ellos, no tardaron ni dos minutos en dejar fuera de combate a sus víctimas.

Esa sed de sangre me sorprendió, los veía intimidantes, pero no espere que fueran tan buenos en la batalla.
Cuando el primer cuerpo cayó, todos los demás se lanzaron y la verdadera pelea comenzó.

Tal como lo esperé, Joaquín vino por mí, ya que a sus ojos era un traidor y quería utilizarme como un ejemplo para todos aquellos lobos que se atrevieran a ir en su contra. Pero no iba a morir, me negaba a caer frente a alguien como él.
Sus golpes eran certeros y aunque no quisiera admitirlo, aún seguía bastante débil y la herida de mi cuello me volvía un poco más lento.

Pero cuando las sirenas comenzaron a escucharse, todo se potenció. Ellos querían ganar y ahora atacaban con mayor ferocidad.
Evitando el zarpazo que Joaquín lanzó a mi cuello, me las arreglé para taclearlo y lanzarlo varios pasos lejos de mí.

Ahora que teníamos cierta distancia entre ambos, me permití observarlo con atención, viendo en su mirada la burla, la arrogancia y la convicción de que sería el vencedor.
Pero cuando volvió a atacarme, mis movimientos comenzaron a igualarse a los suyos y en la primera oportunidad que tuve, enterré mis dientes en cada parte que dejaba sin protección. Mordí, una y otra vez, hasta que su cuerpo finalmente cedió y cayó, pero no fue el único, ya que repentinamente una debilidad comenzó a vencerme.

Al bajar la mirada vi la herida en mi abdomen, pero aún así traté de resistir y no perderme en la inconsciencia. Luchaba por no cerrar mis ojos, observando a los demás luchar, fue así que vi a Henry empujar a Aryeh, antes de venir hacía mí.
Lo sabía, él quería acabar conmigo y no podría defenderme, ya no tenía ni una pizca de fuerza a la que aferrarme. Odiaba tener que romper mi promesa, pero sentía que no podría volver junto a Lyra.

Sin embargo el golpe no llegó, ya que antes de que me atacará, Aryeh había vuelto por él.
Su pelea siguió durante varios minutos más, minutos que parecieron horas, dónde ambos golpeaban con igual determinación y no se sabía cuál terminaría cayendo.

Pero no aguantaba más y antes de cerrar los ojos, lo último que vi fue a Henry correr, alejándose de la batalla. Eso y las luces azules iluminándolo todo.


Jugando limpioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora