ENZO EFSERYAN (FREDDIE MERCURY) ES UN PROMETEDOR ACTOR DE CINE QUE SE ENCUENTRA EN UNA ENCRUCIJADA CON SU NOVIA PAULINE AMOS (MARY AUSTIN). LO QUE PARECE EL FINAL DE TODO, SERA SOLO EL INICIO DE UNA NUEVA VIDA PARA ENZO.
HAY HOMBRES QUE MERECEN UNA...
Se maquillaba ensimismada con los primeros rayos de la mañana refulgiendo sobre su pelo trigueño. Sus hombros blanquísimos se encogieron levemente al pellizcarse por accidente. Aun estaba a medio vestir y a medio calzar. Era una hermosa sirena recién salida del océano dispuesta a hipnotizar y martirizar a cuanto hombre se tropiece.
Enzo la taladraba con la mirada desde la cama desordenada. Eres el amor de mi vida, la susurró sentándose al borde y descansando su cara sobre las manos, reflexivo. La chica le miraba desde el espejo con amplia sonrisa. También le consideraba el amor de su vida pero nunca se atrevía a decirlo. De hecho había sido el primer hombre en su vida. No sabría que hacer si le perdiera. Era su apoyo constante, su bonita locura, sus quebraderos de cabeza y su vida entera. Su vida giraba en torno a él.
Ahí estaba su hombre, su esbelta figura de cintura estrecha y bracitos delgados pero fibrosos. Tenía unas piernas tan bonitas que si les enfundara unas medias servirían para publicidad femenina aunque sus pies eran excesivamente grandes rompiendo la armonía.
El pelo largo hasta los hombros. Moreno, rebelde, con flequillo. Y su boca preciosa con esos incisivos prominentes que eran su sello de marca. Sus antepasados hindúes se notaban en su tez atezada y el rasgo más bonito de su cuerpo; unos ojos color avellana grandes y dulces.
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Enzo podría quedarse mirándola horas. En la quietud de aquel apartamento minúsculo de 25 metros cuadrados.
Había llegado el momento de hablar en serio pero aún no se atrevía. Conocía a Pauline desde hacía mucho. Se conocían uno al otro a fondo. Habían pasado por muchas cosas juntos y eso daba una profundidad a su relación que le causaba vértigo.
Estba comprometido a ella de un modo innegable. De hecho hacía unos meses que le había pedido matrimonio a lo que Pauline tardó del orden de 3 segundos en decir que Si si si si si como histérica.
¿Podemos hablar? –empezó de repente Enzo.
Pauline se dió la vuelta bruscamente con los labios a medio pintar. Le observo detenidamente intentando adivinar de qué trataría todo. Le conocía tan bien a estas alturas que no podría engañarla de ningún modo.
Tengo que entrar a trabajar... ¿De qué se trata?
Da igual, amor. Lo dejamos para otro momento.
¿No me puedes adelantar nada?
¿Lo dejamos para esta noche?
Enzo, no me asustes.
No pasa nada, mi vida. Ya lo hablamos. Eres la mujer más hermosa del universo. ¿Te lo he dicho alguna vez?
Si, tres millones de veces.
Recogió entre su labio inferior y superior el hermoso anillo de compromiso que le regalara hacía unos meses. Frunció la boca en un amago de beso que pareció quedarse a medio camino. Pauline le observaba todo el rato con la expresión cambiada. Sabía que irremediablemente algo pasaba, que algo cambiaría en su vida. Solamente con sus labios pegados al pequeño escarabajo egipcio de amatista. Sentía que un nudo se le formaba en la garganta. Le daba la sensación de que se estaba despidiendo de ella, de que nunca le iba a volver a ver. Le apartó con delicadeza para seguir maquillándose. No quería hablar, no le podría salir la voz en esos momentos.
Enzo recorrió con suavidad sus brazos desnudos y la dió tres o cuatro besos rápidos en el hueco tras la oreja. Poco después se oyó el agua de la ducha correr.
Pauline se acabó de arreglar y echó un último vistazo a través de la cortina de la ducha a medio correr. Adoraba esa barbilla elevada hacia la ducha sepultándose bajo el torrente de agua. La barbilla, la cintura estrecha, el vello de su pecho, todo él. Era como si le estuviera aprendiendo para no volver a verlo jamás.
Tenemos que hablar, mi amor.
Enzo entrelazó sus dedos en los de ella, con expresión seria pero se forzó a esbozar una sonrisa débil. Pauline sentía temblar sus pupilas aunque retuvo el llanto en lo posible, de momento.
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