1.8 Seducción

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Una fuerte explosión inundó las calles de la capital de Urbón, la explosión fue lo bastante fuerte para destruir un lado de la muralla, así como varios puestos de entrenamiento, pero no tocó la zona residencial y las familias que ahora corrían por las calles para buscar refugio no sufrieron bajas.

Al frente, Limei supo que esa era la señal, levantó el brazo y lo bajó de prisa, a ambos lados los soldados del ejército del dragón negro avanzaron, a su derecha Halcón apresuró el paso.

En lo alto de la muralla los arqueros no entendían la situación, a la primera explosión le siguió una segunda y una tercera, se miraron entre ellos, el enemigo estaba fuera y dentro de la ciudad, ¿qué debían hacer?

– No los dejen entrar, disparen – dijo una voz con autoridad y todos volvieron la vista hacia el exterior de la muralla, una lluvia de flechas le siguió, para los hombres alimentados y entrenados por Dogo las flechas eran nada y los pocos que resultaban heridos se curaron extremadamente rápido, pero a aquellos que Limei se había llevado consigo les costó un poco más de trabajo.

Justo cuando pensaron que serían diezmados por la unión de una segunda y tercera línea de arqueros, una cuarta explosión se escuchó y ésta destruyó la entrada, los arqueros salieron despedidos por la fuerza de la explosión y la princesa cabalgó más de prisa hasta la entrada cubierta de polvo donde pudo ver la silueta del príncipe Igno.

Realmente ese hombre era monstruoso, ella ni siquiera quería saber qué método usó, detrás de ella muchos de los hombres quedaron impresionados y entraron a la ciudad.

Halcón se detuvo frente al príncipe – El General, ¿dónde ésta?

El príncipe Igno sonrió al escuchar esa pregunta, la mujer de la que Halcón estaba supuestamente enamorada estaba a su lado, pero él preguntaba por otro hombre – nos separamos, él debe estar bien, lo buscaré, ve con la princesa, tiene que llegar al castillo.

Halcón apretó las riendas del caballo – no sigo tus órdenes.

– No, sigues las de ella – miró a la princesa que se alejaba.

La historia debía seguir su curso, él ya había hecho suficiente, ahora solo debía encargarse del virus, en cuanto vio partir a los dos protagonistas de la historia miró a sus hombres, tomó la espada y se abrió camino dentro de la ciudad.

Oculto junto a la entrada de uno de los refugios Dogo miró la situación, las personas corrían por la calle, miles de civiles se rendían frente a los ocupantes que no tuvieron problemas para llegar a la ciudad, él permaneció oculto, preguntándose, ¿por qué?

¿Eran ordenes de Limei?, no, eso era imposible, ella era vengativa, un hombre que la hubiera lastimado sería su enemigo por el resto de su vida, pero Dogo jamás la daño, eran buenos amigos, tenían una buena relación, sin mencionar que, sí ella lo odiara, lo mataría con sus propias manos, no usaría a otra persona para hacer el trabajo y menos al príncipe Igno.

Entonces ¿por qué?, ¿qué le hizo a ese sujeto?, ¿condimentó de más su comida?, ¿lo miró con desdén?, apenas se conocían, solo por un par de horas, ¿qué pudo haber hecho?

Un sonido fuerte lo sorprendió, cuando volteó vio a los hombres del príncipe Igno con objetos extraños en sus manos lanzándolos hacía las casas, segundos después, las casas se destruían y se incendiaban.

¿Qué clase de magia era esa?

Estaba seguro de que vio hechizos de ese tipo en su mundo, pero no usaban artefactos, usaban magia condensada que se expandía y esos hechizos no podían ser ejecutados por cualquiera, debía tratarse de un hechicero de alto grado y muy experimentado.

No soy un virus, soy un acosador (primera parte)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora