6.8 Efecto de nieve (2)

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Al salir de la oficina Nicolás miró sus muñecas, tenía las mangas remangadas por lo que era fácil ver que no estaba usando el reloj que Gregory le regaló por su aniversario y él ni siquiera lo notó, de hecho, si comprara otro de la misma marca, en diferente color, probablemente él no notaría la diferencia.

– ¿Qué estoy diciendo?

Tenía mucho trabajo, no tenía tiempo para el mujeriego de su novio y ahora él también tenía una relación casual, aunque si quisiera igualar el marcador tendría que exprimir a Sebastián Saye hasta que no pudiera caminar por un año.

Sonrió con ese extraño pensamiento en la cabeza.

– Señor Bailey

– ¿Qué?, ah, me iré enseguida, qué tengas un lindo día – se despidió.

En el tiempo que Olga Fenton llevaba en ese puesto, era la primera vez que veía a Nicolás dejar la oficina con una sonrisa en los labios.

Al día siguiente Nicolás se levantó temprano, los equipos de fotografía llegaron a tiempo y subieron el equipo por las escaleras hasta el tercer piso, las puertas se abrieron y sintieron un clima frío. Nicolás se movió para dejarlos pasar – los celulares estarán fuera de servicio durante la filmación por motivos de seguridad, comenzaremos de izquierda a derecha, este es el cronograma, acomoden todo, rápido – miró sus expresiones y notó que nadie le recibía los documentos – hola.

– ¿Eh?, ¡ah!, si, ¿qué dijo de los celulares?

No podía culparlos, las montañas de su espacio eran atemorizantes.

Un total de doce cristales de espacio conectaron las paredes del estudio hacia una vista de las montañas y un lago congelado, para regular la temperatura usó cristales de fuego y cubrió las paredes en caso de que alguien caminara hacia atrás sin ver y terminara en otro mundo.

Los atuendos llegaron una hora después, lo que faltaban eran las modelos y la invitada extra.

Para evitar problemas la citó antes que al resto y respiró aliviado al ver que la chica era puntual – volveré en un minuto, encárgate – salió al balcón y le hizo una seña, ignoró el hecho de que había llegado en la parte trasera de una moto y se encontró con ella en la entrada – bien, llegaste a tiempo, tenemos que cambiarte de ropa – miró los pantalones de mezclilla, la camiseta blanca y el suéter desteñido – entre menos personas te vean vestida así, mejor.

– No iré.

Nicolás dio un paso en el primer escalón y volvió a bajar para girar y mirarla – disculpa, ¿qué?

– Dije que no lo haré, me presenté porque no me gusta ser grosera, pero no hay modo de que trabaje en esto, no soy esa clase de mujer – enfatizó.

Nicolás se torció el cuello sintiendo una gran cantidad de estrés llegando a sus hombros y la miró – ¿a qué tipo de mujer te refieres?

– No me desnudaré por dinero – casi gritó.

Era su fortuna que además de ellos no hubiera otra alma viva alrededor – para empezar, ¿quién querría verte desnuda?

– Tú – Aurora retrocedió un poco confundida.

– No sé con quién hablaste o porqué quiso asustarte, pero te aseguro que estás muy equivocada, la revista para la que trabajo tiene un especial de moda cada temporada y esta es la temporada de invierno, modelarás un abrigo y con suerte se verán tus tobillos, y para tu información, aunque fueras una modelo de renombre, sería decisión tuya desnudarte. Puedes denigrar todo lo que quieras a las mujeres que estarán a tu lado, pero se matan para mantener su figura y trabajan muy duro haciendo algo que no entiendes.

No soy un virus, soy un acosador (primera parte)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora