7.6 Es asesino y el acosador

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Avis estaba recargado sobre un sillón alargado tapizado en rojo sin respaldo, a su lado había una mesa con postres únicamente y algunos libros.

– ¡Duele, duele, duele!

Se lastimó al cortarse las uñas y miró la sangre en el dedo gordo de su pie.

– Mi señora – dijo Joan al llegar – la señorita Sant vino al salón, creo que deberíamos redoblar la vigilancia.

– La seguridad es buena – dobló su pierna para soplar su dedo y limpió con un algodón.

– Pero, señora.

Él se lastimó un dedo y Joan seguía molestando con eso – bien, bien, busca nuevos guardias, o si lo prefieres un asesino, uno entrenado con dagas a los costados, apariencia de criminal, mirada grotesca, uno de esos con mucha barba que los ves y te asustas.

– Mi señora, creo que ha leído demasiado libros.

– Tonterías, debe haber uno por ahí.

Joan suspiró y dio la vuelta para comenzar a buscar un hombre que diera miedo con solo verlo, como si un hombre así estuviera cruzando por la entrada de la ciudad de mitra en ese preciso momento listo para trabajar para el salón de relajación.

Ese mismo día publicó la convocatoria y esperó que no hubiera muchas personas respondiendo al mensaje.

En su habitación y después de unas largas dos horas, Avis terminó de lavarse los pies.

Viendo el resultado con las piernas levantadas mientras movía sus dedos pensó que no se veía tan mal – no, todavía no son bonitos – sus pies eran feos, no importaba cuántas cremas usara o cuánto los limpiara, el dedo que le seguía al dedo gordo seguía torcido, el dedo pequeño del pie derecho tenía un cayo y sus dedos eran muy largos, cualquier tipo de sandalia se veía mal con esos pies y no podía usar zapatos altos, solo esas sandalias de piso con vestidos largos o zapatos cerrados que cubrían sus pies y sus tobillos por completo, su brazalete no lucía con esa clase de zapatos.

Mirando de nuevo lo feos que eran sus pies, suspiró.

No importaba, su pareja predestinada lo miraría y encontraría sus pies hermosos, lo sabía, su espacio se lo dijo.

– Él será amable – repitió – y me amará – se abrazó las rodillas.

El segundo día en que la tribu de tigres se quedó en el salón de relajación, la cura iba en progreso, no podía ser de otra forma dado que él mismo revisó la enfermedad muchas veces mirando el futuro y sabía qué clase de veneno estaba enfrentando, la familia Sant seguía esparciendo rumores, pero hasta ese momento no era algo grave.

Considerando todo eso

¿Por qué había tanto ruido?

– ¿Qué tiene que hacer una persona para tener silencio? – habló en voz alta afuera de su habitación, cruzó un pasillo y salió directamente al jardín para ver a un hombre siendo levantado en el aire y lanzado contra el suelo, su espalda golpeó de lleno y su expresión estaba llena de dolor.

En cuanto al hombre que lo había lanzado como si se tratara de un costal y no de un ser humano, era alto, con un físico exageradamente fornido y una máscara cubriendo su rostro.

A diferencia de la máscara de Avis que cubría únicamente sus ojos, la máscara de ese hombre le cubría toda la cabeza y tenía la expresión de un anciano con las cejas hinchadas, arrugas en las mejillas y piel verduzca.

No era el tipo de máscara que se usaría en un festival a menos que fuera uno de los actores y su objetivo fuera causar temor.

Otro peleador dio un paso al frente y se enfrentó a él, se veía muy molesto, eligió una lanza, la giró demostrando su habilidad y la azotó contra su oponente que la sujetó con una mano y la partió por la mitad.

No soy un virus, soy un acosador (primera parte)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora